miércoles, 16 de marzo de 2011

¿AL RITMO DEL "SE VA EL CAIMÁN"?


EL NACIONAL - Domingo 13 de Marzo de 2011 Opinión/9
Soufflés
RODOLFO IZAGUIRRE

Oswaldo Trejo (19211990) es el autor de Los cuatro pies, de Aspasia tenía nombre de corneta y de Andén lejano, su única novela de 1967. Siendo muchacho se vino a Caracas desde Ejido en la desesperante agonía que significaba viajar por un país sin carreteras.

Su primer trabajo en la capital fue el de policía. Sin embargo, nunca conocí a un hombre tan ajeno a las armas, a la violencia y sobre todo, a la vida rural; de allí que, años más tarde, cuando Alfredo Armas Alfonso (1920-1990) otro de los grandes de la literatura venezolana lo invitó a Clarines la ciudad natal que el autor de Los cielos de la muerte y de Los lamederos del diablo había glorificado como si se tratara de un nuevo Yoknapatawpha faulkneriano, Oswaldo le dijo: "¡Gracias, Alfredo, pero me costó mucho llegar a Caracas!" La vez que necesitó los servicios de una cocinera, Oswaldo puso un aviso en El Nacional y las llamadas telefónicas no se hicieron esperar. Levantado el auricular, hacía una sola pregunta: "¿Cómo le quedan a usted los soufflés?" Las respuestas no variaban: "¿Cómo? ¿Los qué?" Y Oswaldo colgaba. ¡Como examen de admisión resultaba inobjetable! Cuando el mexicano Gonzalo Curiel compuso "Vereda tropical" en 1936 no imaginó que el éxito de aquella canción iba a ser arrollador no sólo en México y Latinoamérica sino en el resto del mundo.
Se dio el caso de avisos en los periódicos que al solicitar cocineras especificaban las virtudes que se esperaban de ellas; pero advertían tajantemente: "¡Por favor! ¡Que no canten `Vereda tropical!" Hay un país desorientado que desde hace años ha estado pasando por mi casa materializado en algunas de las personas que prestan en ella un determinado servicio. Han terminado la primaria pero es como si arrastraran Plastilina Uno porque se comportan como egresadas de la Misión Robinson anotando los mensajes con palotes de preescolar. Creen que Sucre es sólo el nombre de una parroquia caraqueña e ignoran rotundamente quiénes fueron Santiago Mariño, Francisco de Paula Santander o Carlos Soublette.

Contrariamente, he tenido a dos empleadas colombianas oriundas de Barranquilla, ambas con escuela aprendida, buena letra y buen decir; de mentes ágiles y despiertas.

Una de ellas me dijo: "Usted me va a perdonar, pero mi presidente Uribe es más señor que el suyo".

Les pregunté si el caimán había llegado finalmente a Barranquilla y fueron rápidas en la respuesta: "¡Llega para el carnaval y vuelve a irse! ¡Pero no sabemos adónde!" El nuestro es un país que parece vivir en una suerte de limbo mientras chapotea en pantanos de ignorancia, abulia e indiferencia que lastiman el alma.
Siento que bajo el militarismo de estos años bolivarianos esa alma está postrada. Lo sé porque en la Candelaria hay una zapatería que hace esquina. Por curiosidad pregunté a la joven vendedora parada en la puerta cuántos años llevaba trabajando allí. "Siete", contestó.

Y seguidamente le pregunté: "¿Cómo se llama esta esquina?" "¡No sé!", dijo y se quedó mirando el esmalte de las uñas. Frente a ella, en la pared de la tasca El Quijote de La Candelaria, protegida por una estructura de madera y vidrio existe muy reverenciada desde tiempos remotos una Cruz de apreciables proporciones. A su lado, respetando la nomenclatura o toponimia urbana puede leerse, muy visible, la correspondiente placa: Candelaria, Norte 13. La Cruz.

Por un instante imaginé a Oswaldo Trejo preguntándole por los soufflés y consideré de mi parte que habría sido ocioso averiguar (¡era una chica muy joven!) si sabía que en la colombiana población de El Plato se volvió un hombre caimán.

Ilustración: http://img.diytrade.com/cdimg/143370/5727601/0/1208916639/The_Singing_Butler_Jack_Vettriano_Oil_Painting_Reproduction.jpg

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