jueves, 17 de marzo de 2011
ACTUANDO EN MEDIO DEL CONFLITO
NOTITARDE, Valencia, 13 de Marzo de 2011
El ayuno y las tentaciones de jesús (Mt. 4,1-11)
Pbro. Lic. Joel de Jesús Núñez Flautes
Con el Miércoles de Ceniza, los cristianos católicos comenzamos el tiempo de cuaresma (cuarenta días antes de la Pascua) que nos prepara a celebrar los misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor, Jesucristo. Es un tiempo para acercarnos a Dios, para volver nuestra vida hacia Él y hacia los hermanos, para luchar contra el pecado que nos esclaviza y hace infelices e ir a Dios que nos libera y nos regala la auténtica felicidad. La cuaresma, como ha dicho el Papa Benedicto XVI el Miércoles de Ceniza, no es un tiempo gris, o para la tristeza o melancolía; es un tiempo que nos invita a acercarnos a Aquel que es la fuente de la felicidad, a dejar aquello que nos esclaviza y nos hace vivir sin paz, para vencer al mal y al demonio que quiere apartarnos del camino que conduce a la vida eterna. Cuaresma, por tanto, es tiempo para la intensificar el diálogo con Dios (la oración de corazón a corazón), la escucha, lectura y meditación de la Palabra de Dios (buscar un espacio para orar con la Palabra de Dios, para conocer más de nuestra fe y de la persona de Jesús), el ayuno (dejar de comer o dejar de hacer algo que me guste como un sacrificio que me ayude alcanzar fortaleza espiritual), la penitencia (acercarnos al sacramento de la reconciliación para purificar el corazón y así crecer en gracia), la caridad (traducida en buenas obras de amor hacia los hermanos, especialmente los más pobres y necesitados). La cuaresma es una invitación a vivir nuestra condición de bautizados, que no sólo se vive en un tiempo, sino toda la vida, ya que el cristiano está llamado a seguir a Dios a lo largo de su existencia. Es una forma de vivir la vida cristianamente, convirtiendo nuestra manera de pensar, sentir y actuar para realizar lo que Dios nos pide en su Hijo Jesús que como hemos meditado en los domingos pasados se resume en la vivencia del amor a Dios y a los hermanos como a uno mismo.
En este primer domingo de cuaresma se nos presenta el evangelio de las tentaciones de Jesús en el desierto, que nos recuerda los cuarenta días que Jesús pasó sin comer ni beber (un tiempo perfecto de ayuno). Jesús, el Hijo de Dios, vino al mundo para rescatarnos del pecado y de la muerte eterna, así como el hombre por desobediencia (Adán y Eva) perdieron el paraíso (Gn.2,7-9;3,1-7); Dios en su infinita bondad y amor nos ha venido a rescatar en persona, por eso Jesús sometido a las tentaciones (como nuestros primeros padres), se mantiene fiel, vence al mal y el demonio y prefigura así la llegada del tiempo mesiánico, tiempo de la liberación y salvación de la humanidad. Cristo se nos presenta como el nuevo Adán que viene a rescatar al hombre sumergido en el mal. Jesús en el desierto nos recuerda al pueblo de Israel peregrinando cuarenta años, nos recuerda a Moisés que rescata a aquel pueblo de la esclavitud y ahora Dios nos libera y salva definitivamente en su Hijo y nos presenta una nueva tabla de la ley que se resume en el amor.
Jesús es tentado como hombre, Él no sólo es Dios, sino Hombre verdadero, igual a nosotros menos en el pecado. (Hb. 4,15). Pero lo más importante de todo es que Jesús venció al tentador y sus tentaciones. Jesús se presenta desde el inicio no como el Mesías triunfalista que esperaban los judíos, sino como el Siervo de Yavé que por la pasión terminará en la cruz, salvará a la humanidad y en ese momento culminante será de nuevo tentado por el enemigo.
Jesús vence la tentación del hambre: "No sólo de pan vive el hombre", la tentación de tentar a Dios: "No tentarás al Señor, tu Dios", la idolatría del poder: "Al Señor tu Dios adorarás y a Él sólo darás culto". Nosotros estamos llamados a vencer la tentación del materialismo y consumismo estéril, a no pretender utilizar a Dios para nuestros intereses, a pensar que la religión es algo mágico y no un encuentro personal con Dios, a no dejarnos arrastrar por los ídolos del poder, el placer y el dinero que tanto carcomen el alma y hacen infelices a los hombres.
Estamos invitados en este domingo a acercarnos a Jesús, a buscar fuerza en Él para vencer las tentaciones del camino, para vencer al mismo demonio que nos acecha y amenaza. Pongámonos en camino cuaresmal y pidamos al Señor que aumente en nosotros la fe, la esperanza y el amor.
Lacasta
Refirió el Padre Avaro Lacasta (SJ), en su homilía del 10/02/08: Siempre somos tentados. La mayor tentación fue la de abandonar la Cruz, pero permaneció en ella. El hombre necesita del pan para vivir, aunque puede esperar para escuchar la Palabra de Dios, confiando en ella: el pan se dará por añadidura. Jesús sabe que su misión lo pone en conflicto con el mundo, como hoy con los intereses e ídolos, pero El está contra la iniquidad.
Ilustración: Kurt Schwitters
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