lunes, 21 de marzo de 2011

DOS FACETAS


¿Culpa?
Luis Barragán


El bombardeo en curso de Trípoli, siguie interpelándonos. Intentamos una perspectiva cristiana del acontecimiento que, sin dudas, rechaza toda guerra, toda matanza, toda demolición de la vida y dignidad de la persona humana. ¿Las hay justas?, ¿puede justificarse y hasta celebrarse la lluvia de misiles?. No lo creemos. Y, sin embargo, ¿hacia dónde caminó la Libia de Kadafi?. Precisamente, a la masacre de su pueblo, impedido por décadas de manifestarse democráticamente, demoliéndolo en nombre de un ideario - por cierto, exquisitamente exportable - que jamás significó libertad y justicia social. Por ello, ¿hasta qué punto sentir culpa por lo que acaece en Libia?.

No ha sido lo deseable, pero hubo tiempo para las rectificaciones. Incluyendo las diligencias reales, eficaces y convincentes del presidente Chávez y su nunca bien ponderado canciller, para evitar las matanza y la posterior respuesta del sistema internacional al que abona, magnificando una retórica que suple la ausencia de imaginación, mientras que él mismo se arma hasta el hartazgo.

En la mañana de hoy, el comentarista de circo de Venezolana de Televisión, despachaba el problema con la absoluta seguridad del esquema tan maniqueo que lo (s) anima: llegaron a Libia para robarle su petróleo y gas. ¿Es así de escandalosamente simple?. Lego en el asunto, hemos procurado respuestas con anterioridad que avisan de una profunda complejidad del mundo mundo árabo-islámico. Y si bien la sentencia reza de los almuerzos nada gratuitos en el escenario internacional, ¿podemos aceptar una versión propia de la propaganda oficialista que, si fuese consecuente, nos involucraría directamente en el conflicto?.

Creemos distinguir dos facetas de la tragedia: de un lado, la posibilidad de controlar públicamente las incursiones aliadas, calibrando sus consecuencias. Aceptemos que hay malas intenciones, reales o contrabandeadas, en cada incursión que puede recordar los viejos atropellos imperialistas, pero también la posibilidad no menos real de una opinión pública mundial o sociedad civil internacional capaz de actuar. Digamos que hay versiones interesadas de las agencias internacionales de noticias, aunque existen instituciones capaces de infundir un costo político en las llamadas democracias liberales. Vale decir, la posibilidad de denunciar los abusos y de tramitarlos, por lo menos, en el parlamento estadounidense como no lo hay en este lado del mundo, con las implicaciones del caso. ¿Ingenuidad?, probablemente, pero la historia asoma amargas lecciones.

Y, de otro lado, la imposibilidad cierta de evaluar determinadas posturas y actos, responsabilizándolos, como ocurre con Kadafi, Fidel Castro y Hugo Chávez. Ni la propia matanza pudo constatarse y remediarse in situ, no sólo porque así se empeñó el dictador libio, sino por el inmenso valladar propagandístico que se levanta en nombre de la revolución. Costos políticos ocultos que se traducen en impunidad absoluta, como ha de ocurrir en Libia y Cuba, resistiéndonos al ejercicio de la soberanía perasonal en Venezuela. Y es que !ni siquiera! la comisión permanente de Política Exterior ha sesionado para evaluar los yerros y certezas de nuestra política internacional y, muchísimo menos, recibir e interpelar a Maduro, pues, nunca será igual que invitarlo a una comparencia en la plenaria de la Asamblea Nacional.

Seguiremos pendientes, rechazando toda banalización de la tragedia. E, insistimos, la que pudiera darse en los sectores de la oposición, remediable por el ejercicio de la crítica, y la que exhiben los círculos ligados al poder, irremediable porque esa ligadura es con la versión intocable del supremo: el chavezato, al fin el cabo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario