El Nacional, Caracas, 29/09/1971.
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sábado, 14 de julio de 2018
lunes, 2 de julio de 2018
viernes, 16 de junio de 2017
INÚTIL POSSIDETIS ...

La tal constituyente y el Esequibo
Luis Barragán
La semana pasada, junto al diputado William Dávila, tuvimos la oportunidad
de asistir e intervenir en una mesa redonda convocada conjuntamente por el Consejo
Venezolano de Relaciones Internacionales (COVRI) y Mi Mapa Incluye el Esequibo.
Un distinguido grupo de expertos en la materia, compartieron sus inquietudes en
torno a las consecuencias de la
consabida crisis del país respecto a la histórica reclamación,
contribuyendo a nuestra propia actualización sobre los difíciles asuntos que la
transición democrática heredará en un ámbito que el hoy ocupante de Miraflores
cree de su muy exclusiva, improvisada,
arbitraria e incontrolada competencia.
En definitiva, por todos estos
años, los problemas fundamentales que nos aquejan, agravándose ilimitadamente, ya
no admiten más postergaciones por obra del enfermizo continuismo del poder
establecido: siéndolo en sí mismo, no es posible correr más la arruga. El
rostro visible de un mecanismo perverso como el de la llamada polarización,
suerte de comodín para el analista perezoso,
tiene por rostro invisible, ajado y burlón, el de una asombrosa
banalización de los asuntos que exigen un debate sobrio, profundo y coherente.
Previsible, una compleja agenda
en el siempre árido terreno de la política exterior, requerirá de la
imaginación y audacia, pero también de la experiencia y el profesionalismo de
una cancillería que tendremos que reconstruir. Sin embargo, al finalizar el citado
evento, entre otras, permanecen dos inquietudes.
De un lado, en el marco de todas
las urgencias impuestas por la confabulación del Ejecutivo contra el
Legislativo, está pendiente un serísimo proyecto de acuerdo debatido en el seno
de la Comisión Permanente de Minas y Petróleo de la Asamblea Nacional, por
cierto, cuyo solo borrador provocó la irritación de Georgetown. A propósito de
los trabajos petroleros realizados en la fachada atlántica, aborda
solventemente la situación y concluye en sendas propuestas que todavía no
llegan a la sesión plenaria del parlamento, esperando respuesta de la
Consultoría Jurídica, siendo una de ellas la conformación de una Comisión Mixta
o Especial que, por cierto, tuvimos a bien sugerir meses atrás en la cámara.

Y, del otro, en marcha el fraude
constituyente, en el supuesto negado de instalarse esa tal asamblea, corre un
inmenso peligro el principio del uti possidetis iuris, ineludible en todas las
constituciones con las que ha contado Venezuela, cuya desaparición suscitaría
el entusiasta, agradecido y duradero respaldo a la dictadura venezolana por
Guyana y los país aliados del Caribe. Una indispensable dosis de realismo del
vecino país, le permitiría ponderar y reparar en la insustentabilidad de una
hipótesis que complicaría innecesaria y peligrosamente el conflicto, afectando
aquellos intereses que sólo salvaguarda un tratamiento pacífico de la materia.
19/06/2017:
lunes, 15 de agosto de 2016
domingo, 29 de mayo de 2016
REENCUADERNACIÖN INSTITUCIONAL DE LOS PROBLEMAS

Parlamento,
política exterior y Esequibo [1]
Luis
Barragán
Ciertamente,
el Presidente de la República dirige la política exterior, pero no menos cierto
es que, como política pública, está sujeta al control parlamentario de acuerdo
con el ordinal 3° del artículo 187 de la Constitución vigente, entre otros
controles directos e indirectos, derivados o no. Por consiguiente, los
diputados individualmente considerados, integrantes de las respectivas
comisiones de trabajo y de las fracciones de adscripción, son constitucionalmente
competentes para agregar y procesar las exigencias, solicitudes o demandas que
la ciudadanía tenga a bien formular, legitimando su concurso en una materia que
se cree de una exclusiva y excluyente incumbencia presidencial.
Desde
la perspectiva sistémica, en un texto ya clásico, Josko de Guerón asentó que
«para comenzar a comprender la actuación del Congreso no basta conocer sus
atribuciones constitucionales: es preciso examinar los insumos que éste recibe
y, en especial, las demandas o incitaciones para que el Poder Legislativo actúe
o deje de actuar, de determinada manera frente a problemas de las relaciones
internacionales» [2]. Así, cobra mucha
importancia que el órgano del Poder
Público reciba, trate y responda a las peticiones, inquietudes e iniciativas
que surjan de la sociedad civil organizada, siendo el caso específico el de los
académicos, activistas, gremios de una múltiple naturaleza y sectores de la
opinión pública sensibilizados por la histórica reclamación del Esequibo, subrayando
adicionalmente dos notas sustanciales.
Por
una parte, significa superar el paradójico subterfugio de la «diplomacia de los pueblos» que, al soslayar
la participación efectiva de la
ciudadanía, considera inexpugnable a todo evento la jefatura de la política
exterior. Además, Nicolás Maduro carece
del «carisma y capacidad de improvisación creativa del líder que ya no está» y,
respecto a iniciativas como Petrocaribe, siendo Guyana uno de los beneficiarios
del programa de solidaridad energética, al agotamiento de los recursos se suma
– inferimos – una lamentable incompetencia para aplicar el «esquema de
subimperialismo» [3].
Por
otra, apuntamos a lo que Easton refirió como el desempeño funcional de los
partidos, grupos de interés y líderes de opinión para la composición y
recomposición de las demandas, cuya síntesis y homogeneidad sean capaces de
convertirlas en un «programa viable y simplificado de acción» y, procure,
simultáneamente, ampliar las bases de sustentación, a objeto de competir con
otras, en el marco de los más agudos e inmediatos problemas. Y es que, un sistema debidamente retroalimentado,
orientado a su auto-transformación creadora, también habilita a sus actores
para «regular, controlar, dirigir, modificar e innovar» los elementos y
procesos correspondientes, suscitando el necesario equilibrio constitucional
que supone una tácita premisa ética: la del compromiso o avenencia, concesiones
recíprocas, frenos mutuos, propios de la democracia [4].
Comprendemos
y asumimos que hay muy marcadas prioridades de orden interno que ocupan a los
asambleístas, pero no debemos obviar que la política exterior y, concretamente,
el citado diferendo territorial siguen su curso, preocupando a la academia y a
sobrias entidades que promueven y defienden el Esequibo, como nos hemos
percatado al asistir por estos meses a varios coloquios de un responsable y
alto nivel, y constatado en las redes sociales con el seguimiento y la denuncia
de las actuaciones de la cancillería guyanesa, el fondeo de embarcaciones de
exploración petrolera en la Fachada Atlántica o el ecocidio de un territorio
bajo concesiones que escapan del Acuerdo de Ginebra. Por lo pronto, camino
a la especialización institucional del
tema, programaremos una serie de foros en la sede parlamentaria que nos imponga
de las exigencias ciudadanas, actualizándolas.
[1] Excepto el último párrafo, el texto
forma parte del trabajo inédito aportado
a una compilación que publicará a finales de año la Universidad Metropolitana
sobre el Esequibo, junto a los suscritos por los Dres. Luis Alberto Buttó, José
Alberto Olivar, Manuel Donís, Claudio
Briceño Monzón y Germán Guía. Compilación que tiene por origen el Foro
“Litigios fronterizos: viejos conflictos, nuevas dimensiones”, promovido por el
Instituto de Altos Estudios de América Latina de la Universidad Simón Bolívar
(Sartenejas, 22/10/2015).
[2]
Eva Josko de Guerón, (1978) «El
Congreso y la política exterior en Venezuela», en: Politeia, N° 7, 1978,
Caracas; Cfr. María J. Roca, (1999) «El
control parlamentario y constitucional del poder exterior», en: Revista
Española de Derecho Constitucional, N° 56, Madrid
[3] Félix G. Arellano P., (2013) «Política
exterior bolivariana: un legado de contradicciones», en: Simón Bolívar Analytic, N° 28, Sartenejas
[4] David
Easton, «Esquema para el análisis político», Amorrurtu, Buenos Aires: 1965, p.
169; Vid. David Easton, «Política moderna. Un estudio sobre la situación de la
ciencia política», Letras, México, 1968, pp. 292-305 ss.; Cfr. David Easton,
«Categorías para el análisis sistémico de la política», en: Enfoques sobre
teoría política, Amorrurtu, Buenos Aires: 1973, pp. 216-231.
Pieza: Enrico Castellani.
30/05/2016
miércoles, 23 de septiembre de 2015
SIN NOVEDAD EN EL FRENTE

De los ;
Luis Barragán
Sobrevino la crisis con Colombia,
punzada por la consabida jerga de Miraflores. Un Estado de Excepción
injustificado, por cierto, ya impugnado el decreto por ante el TSJ, generó mayores inconvenientes.
Equívocas palabrejas de ocasión,
pues, frecuentemente la descalificación personal distrae sobre los asuntos
esenciales, nos orientaron hacia una ruptura de relaciones con el vecino país
del oeste. El del este, reacio al Buen
Oficiante, aguijonea el lenguaje de auspicio al otro rompimiento.
Estridencia tras estridencia,
Nicolás Maduro buscó reunirse con el inquilino de Nariño. Removió demasiadas
cosas para transarse, después, mientras que los plumarios del régimen, los
propagandistas y publicistas que dan luces en el siglo XXI. Justificarán la
cuestión.
Nada nuevo bajo el sol, porque el
extinto presidente gustaba de los ataques furibundos en el cuadro internacional
para luego pasarle la mano a la víctima de sus dicterios, esperando escenificar
un reencuentro de festejo y cordialidad, más que de paz y entendimiento, como
si fuese el promotor por excelencia de sus incomprendidos llamados de
hermandad. Llegó a tanto la irresponsabilidad que acabó con las relaciones
diplomáticas con Colombia para restablecerlas a la vuelta de la esquina a
objeto de prefabricar un espectáculo de reconciliación, inútil y efímero: son
los puntos y las comas (;) de un modo de hacer (y de concebir) la política. Sin
embargo, Cuba es la precursora de esa tan díscola conducta.
En efecto, dándole otro timbre al
marxismo-leninismo que formalizó la revolución anticuaria, las primeras etapas
que vivió la isla caribeña dijeron legitimar las crisis como fórmula de
salvación y consolidación del régimen, lograda la finalidad con esos avances y
retrocesos que caracterizó a los Castro. Crisis artificiales, sucesivas y
eficaces, sellaron el totalitarismo interno y oxigenaron una política exterior
que hizo de la perturbación y el chantaje una fórmula distintiva: repetimos,
hoy, nada nuevo bajo el sol.
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