lunes, 14 de marzo de 2011
PALABRERARIO
EL NACIONAL - Sábado 12 de Marzo de 2011 Papel Literario/3
"Todos tenemos una relación sentimental con las palabras"
Para Álex Grijelmo sus colegas deben contribuir con el dinamismo del idioma y, a la vez, mantenerse atentos al correcto uso de su lengua, en especial al emplear anglicismos
ENTREVISTA MICHELLE ROCHE
Ahora cuando las actividades públicas de la Real Academia de la Lengua Española han hecho del idioma la noticia frecuente en los diarios y que, por fin, se ha publicado en España la versión actualizada de la Ortografía de la lengua española --hecha de concierto con todas las academias de Hispanoamérica y cuyos cambios levantaron revuelo inédito entre escritores y hablantes en general-- una conversación con el periodista español Álex Grijelmo permite puntualizar ciertos aspectos de la manera en que hablan los herederos de Miguel de Cervantes y en especial los mercenarios de caracteres que son los reporteros.
Para este veterano del oficio, los reporteros deben contribuir al dinamismo de la lengua, porque están en la frontera que separa a la academia del uso popular del idioma. Pero también tienen la obligación de resguardarla, pues con cada barbarismo se pierde la importante herencia cultural que supone el castellano.
Grijelmo comenzó su carrera periodística a los 16 años en La Voz de Castilla, un diario de su ciudad, antes de terminar sus estudios de Ciencias de la Información. Fue a través de su vocación periodística que se estableció su estrecha relación con el idioma. Es el primero de su profesión en escribir un libro de gramática en castellano: La gramática descomplicada (Taurus, 2006). Como este, sus demás libros tratan de la correcta expresión en la lengua: Defensa apasionada del idioma español (1998), La seducción de las palabras (2000), La punta de la lengua (2004), El genio del idioma (2004) y el manual de periodismo que ha servido de inspiración a los principales diarios de habla hispana, El estilo del periodista (1997).
Además, las críticas con humor sobre le idioma castellano son la carne de sus columnas dominicales que ha sostenido en varios medios impresos.
Este autor nacido en 1956 inauguró su relación con la palabras desde la temprana infancia. Un episodio que recuerda con frecuencia en foros y entrevistas evidencia que esta obsesión es de larga data. La anécdota lo confronta con sus mayores por la correcta pronunciación en castellano.
"De niño ya yo era crítico", comienza sonriendo como quien anuncia que viene un chiste, "me extrañaba mucho lo mal que hablaban los adultos.
Hablaban especialmente mal cuando me increpaban a mí. Cuando venía mi tía a casa me decía: `¿Quieres tatamelos?’. Yo, por supuesto, me preguntaba porqué decía caramelos de una manera tan rara. A los niños se les habla como se supone que ellos hablan, sin reparar en que cuando un niño dice `tatamelos’ está pensando en caramelos. Probablemente sea fruto de esa esquizofrenia el hecho de que yo mismo empecé a inventar palabras, así que por alguna extraña razón yo a mis tías las llamaba `brunus’, es inexplicable pero quizá tenga que ver con que me parecía que hablaban mal".
En 2004 comenzó a dirigir la Agencia EFE y creó la Fundación de Español Urgente (Fundéu), con la que impulsa el uso correcto del lenguaje en los medios periodísticos.
Antes fue director editorial de proyectos de prensa del Grupo Prisa, luego de trabajar para El País, medio del que fue redactor en jefe y redactor del Libro de estilo.
Tiene tanta fuerza el genio del idioma, la historia de la lengua y todos los millones de libros que se han escrito en castellano que es muy difícil que cambie, yo creo que esto es un fenómeno pasajero
Hasta 1983 estuvo en la nómina de Europa Press. Hace más de una década ganó el Premio Nacional de Periodismo en España, Miguel Delibes.
¿Qué aporte pueden hacerle los periodistas al castellano, ahora que la Academia ha puesto de moda la discusión sobre las formas de hablar en España y sus antiguas colonias? En el terreno del idioma los periodistas estamos siempre en la frontera y utilizamos palabras que llegan a nosotros por primera vez. Los libros de estilo no dicen nada de las palabras mesa, suelo o casa. Eso está en el mero centro del idioma, nadie tiene problemas con esas palabras. En España utilizamos palabras como azerbaiyano, para las personas que vienen de Azerbayán, o trinitense para los que son de Trinidad y Tobago, o utilizamos palabras como hezbolá. Como los periodistas estamos en terrenos siempre fronterizos del idioma, tenemos un doble papel: por un lado hacemos que esa frontera se mueva y que entren en el idioma palabras que estaban afuera antes, pero también debemos ser los vigilantes en esa frontera y tenemos el deber de decidir si una palabra no pasará porque ya en el Diccionario hay una mejor que ésa.
Recientemente se ha impreso la nueva Ortografía de la Real Academia de la Lengua Espa- ñola y sus "sugerencias" han traído un revuelo, ¿qué opinión tiene usted del cambio de ciertas leyes ortográficas? Me parece que es muy normal ese revuelo, y muy positivo. Todos tenemos una relación sentimental con las palabras y con el idioma, esto se debe a que comenzamos a relacionarnos con las palabras cuando éramos niños. Todo lo que pasa en la infancia de uno, al final, influye en el resto de su vida.
Entonces, haber aprendido una ortografía y una acentuación determinada de las palabras de niño te genera esa reacción sentimental.
Ahora, ¿por qué se ha producido este debate? Porque la gente se ha preguntado qué le están haciendo a las palabras que considera de su familia... "¿Me están cambiando un primo por otro?, se preguntan y se responden: No, no. Mi primo es mi primo, no quiero que me lo cambien". Ha habido una reacción que tiene que ver más que lo sentimientos que con la ciencia, entonces allí puede ocurrir que alguien vea las palabras con un punto de vista científico y alguien las vea desde un punto de vista sentimental. Esas son las dos formas que estaban chocando: la sentimental y la científica. Alguien decía que se podía quitar la tilde por argumentos técnicos y muchos escritores le respondían que no tenían porqué quitarle la tilde al "solo", porque ya se apañaban muy bien antes.
Lo que salvará al periodismo impreso es que interprete a la realidad.
La crónica es una forma de enmarcarla, describirla e interpretarla
Por eso creo que la solución a la que se ha llegado, de dejarlo al gusto de cada quién, es buena.
Frente al avance de la revolución tecnológica y, en especial, de las redes sociales, ¿cuál debe de ser papel de la Academia de la Lengua y cuál el de los medios de comunicación impresos? La gente se pregunta si la tecnología va a transformar la escritura, pero no creo que sea así. Lo mismo ocurrió cuando se inventó la taquigrafía, que tenía más que una escritura un auténtico lenguaje configurado para tomar notas y una manera de expresar el lenguaje hablado en forma escrita que era la taquigrafía. Hubo quien decía que eso iba a transformar la escritura porque era más útil y económico. Al final, lo que ha pasado es que nadie se acuerda hoy de la taquigrafía porque tiene tanta fuerza el genio del idioma, la historia de la lengua y todos los millones de libros que se han escrito en castellano que es muy difícil que cambie, yo creo que esto es un fenómeno pasajero.
¿Cómo queda el periodismo impreso ante este avance tecnológico?
La crónica es la salvación del periodismo impreso.
Hoy en día todos conocemos las noticias a través del celular, de la radio y la televisión, entre otros medios de la inmediatez.
Cuando uno abre le periódico por la mañana es muy difícil que se encuentre con una noticia a la que no tuviera acceso varias horas antes. Lo que salvará al periodismo impreso es que interprete a la realidad. La crónica es una forma de enmarcarla, de describirla e de interpretarla.
Es importante señalar que esta interpretación no necesariamente se refiere a filtros de valor, sino favorecer que el público tenga los elementos suficientes como para formarse su propio juicio y en ese sentido la crónica tiene que ser el género más presente en los medios impresos.
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