jueves, 24 de marzo de 2011
HU (A) AMOR
EL NACIONAL, Caracas, 8 de Noviembre de 1998 / PAPEL LITERARIO
Amor y humor de la ciudad
Jesús Sanoja Hernández
A la hora y punto de su trágica muerte, en abril de 1976, escribí una nota para el Anuario Internacional, de Barcelona la de España, que anda perdida entre los secretos de mi papiroteca, y otra, más larga, que incluyó la revista Actual, de Mérida la de Venezuela, junto con una entrevista de Salvador Garmendia -bastante anterior a la desaparición de Aquiles- y otra que Arnaldo Acosta Bello le hizo a Mario Abreu y a Jacobo Borges, "para encontrar a Aquiles", y dos comentarios de Javier Villafañe, y un material de Rafael Pineda intitulado "El humorismo en Venezuela, a propósito de Aquiles Nazoa". Pineda había prologado en 1950, para la histórica editorial Avila Gráfica, El ruiseñor de Catuche, y estuvo tan cercano a él como Alarico Gómez, un monaguense guayanizado, cuya obra fue rescatada en buen momento. Alarico murió a los 33 años, y acerca de él y su tempranísima poesía, en 1938, Aquiles dejó correr palabras de admiración en El Verbo Democrático, de Puerto Cabello.
Quise conservar como joya bibliográfica, y no pude, aquella maravillosa colección empastada y con lujo de tipografía y diseño que Aquiles Nazoa concibió para el Círculo Musical, con motivo del cuatricentenario de Caracas, una ciudad que si no existiera como realidad "física y espiritual", existiría por lo que de ella dejaron, en larga suspensión histórica y humorística, Job Pim, Leo y el mismísimo Nazoa, y en otros niveles Enrique Bernardo Núñez, Arístides Rojas, Mariano Picón Salas, Arturo Uslar y Guillermo Meneses.
En aquella colección de 1967, cuyo bautismo fue interrumpido temporalmente por el terremoto del 29 de julio, dio a conocer Nazoa, precisamente, su Caracas física y espiritual, por fortuna reeditada, más modestamente, por la UCV en uno de los volúmenes dedicados a la prosa del "ruiseñor de Catuche", y al cual su hermano Aníbal introdujo breve y humorísticamente, afirmando que aquella era una Historia de Caracas libre de "larguísimas citas de autores, tomos y páginas", obra para ser leída de corrido, "como una buena novela, sin la molesta interrupción de las llamadas y las aclaraciones".
La Caracas de Nazoa pasa por la fotografía, el alumbrado, el álbum de avisos, la era guzmancista, el souvenir del 900 (este siglo que agoniza y entonces despuntaba), las pequeñas historias (de los helados, de los vehículos, de la radio), y casi culmina con la Caracas del petróleo, capítulo el más polémico de todos. En él cuestiona a fondo el urbanismo cuartelario del perezjimenismo, cuyo máximo exponente fue el Copódromo de El Valle (nombre que se le debió a Picón Salas), cuyo antecedente habría que buscarlo en el patrioterismo del general Gómez cuando quiso transformar "el campo de Carabobo en una utilería de chivera".
Pero si me diese por elegir el capítulo, o el esbozo maestro, escogería entre todos (y es empresa nada fácil), el dedicado al Duque de Rocanegras, donde simultáneamente al dibujo del singularísimo personaje que fue Vito Modesto Fran-klin, "criatura insólita de la fantasía y el humorismo de la ciudad", corre una descripción gozosa de la bohemia y los gustos de nuestros twenties. Y en este punto desearía detenerme para remate de una nota de presentación que recoge menos de milésima parte de lo que debería decir.
A propósito de su fecha de nacimiento (17 de mayo de 1920) me atreví a sostener que "no en vano se nace tal día, tal año, tal década", pues "la existencia se da en el tiempo, con estos o aquellos materiales. Los de Nazoa fueron tan decisivos que incluso sirvieron a los mayores ensayistas, Picón Salas y Uslar Pietri, para definir el decenio de los veinte como los años de la gran mutación en el país y, muy señaladamente, en Caracas: el petróleo, el whisky, el fox y el one-step, la radio y el tennis, la flapper y el cine, Lindbergh y los ídolos, las primeras noticias acerca de la TV y las posibilidades de los viajes extraterrestres, el urbanismo de imitación, chato y de mal gusto"...
Lo demás y con mayores habilidades y conocimientos discurre en esta misma página, gracias a la prosa de Britto García.
Fotografía: Esquina de Jesús, Caracas, tomada de Caracas en Retrospectiva II. Al respecto, María F. Sigillo citaba a Rafael Valery: "El nombre completo de esta esquina era de Jesús, María y José y se debe a que el 30 de julio de 1768 Don Simón Marciano de Malpica, Tesorero de la Catedral de Caracas, presentó el proyecto de fundar allí el “Colegio de Jesús, María y José” para niñas huérfanas desamparadas, tanto blancas como de color, desde 6 hasta 15 años. El 16 de mayo de 1769, desde Aranjuez, el Rey mandó tasar las casas que el prebendado ofrecía para la fundación. Este establecimiento estuvo prestando servicios hasta 1776.
Don Arístides Rojas dice que la esquina se llamó de las Cabezas, por Rafael Irazábal, dueño de una carnecería y tasajera en Caraota, “Tras de las Cabezas” Enrique Bernardo Núñez piensa que muy probablemente se arrojaban allí las cabezas de las reses beneficiadas: Hacía 1850, a la vecina Plaza de Capuchinos era un lugar pelado donde los carniceros botaban huesos de ganado. El Plano de la Ciudad Mariana de Caracas, el Obispo Madroñero, da a esta cañada el nombre de la Ovejas" ("La Nomenclatura Caraqueña",pág.196).
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