Inmediatamente, colocamos una nota al pie de la fotografía: al contrario, es un mal chiste. Y la persona de marras únicamente respondió "uffff", por lo menos, antes de excluirla de nuestro listado.
No aspiramos al absoluto equilibrio e imparcialidad, casi imposible en la mar profunda de la polarización política artificial que pugna por hacerse social desde hace años. Empero, deseamos una consecuencia de posturas que se hagan cada vez más conscientes de las perspectivas y realidades históricas que afrontamos. Sin duda, los partidos de la oposición democrática han fallado al respecto, por cierto, judicializados sus conflictos internos, o proclives a esa judicialización, según el canon, pero - precisamente - ese discurso antipartidista, esa atronadora e intimidante marea de la antipolítica, fue la que facilitó, consagrándose, la actual y amarga experiencia venezolana.
Hijos de puta los hay en todos los lados y, ello, no significa demoler, deslegitimar, desconocer y liquidar por igual a partidos políticos, sindicatos, gremios profesionales, clubes de recreación, medios de comunicación, fuerzas armadas, vecindarios, etc. Y, mucho menos, en lugar de crear otras opciones si las existentes no satisfacen, reemplazandos a los de ahora, disparar salvaje, alegre, miserable y orquestadamente contra la institución partidista, aunque dos cosas suelen agravar tamaño esfuerzo.
Por un lado, que el gesto de humor - aún siendo tal - se convierta en un fenómeno recurrente, involuntario, distraído y hasta inocente. Es decir, inconsciente, en reclamo de un instante de diversión. Y, del otro, que haya sido tan fuerte la precursora indignación contra los partidos en Venezuela, capaz de apostar por su literal desaparición a favor de la unidad de toda la patria, resultando - paradójica e inevitablemente - en la trágica vivencia del ultrapartidismo actual: insincero, porque Chávez Frías es un partido en sí mismo, más allá del PSUV o la FANB. Obviamente, muy a lo siglo XIX, esa unidad es concebida como una piedra monolítica, inerme, fracturadora contra todo ademán de disidencia.
Además, siendo una banda que nos ha gustado, incluyendo la canción, recordamos aquella pieza de Desorden Público que ayudó a rasgar la vestimenta de una generación supuestamente abobada de acuerdo al dictamen de la periodista o del psiquiátra que entrevistó, luego, eximio ilustrador de las miserias que nos agobian como colectivo. La polis paralítica está a tiempo de recuperarse, rehabilitándose - ante todo - moralmente para que pueda caminar, pensar y hacer.
Quizá fue exagerada la decisión inmediata de borrar de la lista de amigos en Facebook a la persona de marras, arriesgándonos a la soledad en la red, como igualmente habrá calificado el argumento de defensa que, en pocas palabras, hicimos. Por lo pronto, importa que haya una respuesta a contracorriente, frente a la impunidad moral de aquellos que creen en la política como un espectáculo, abonando a favor de las corrientes universales y locales de naturaleza autoritaria y totalitaria.
LB
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