martes, 17 de julio de 2012

UNA MISMA CAMPAMENTALIDAD

Franco y Chávez o la empresa constituyente de sí
Luis Barragán


Miércoles, 6 de abril de 2011

El ya desaparecido y eminente historiador español, Javier Tusell, entregó por 1992 un título extraordinario: “Franco en la guerra civil. Una biografía política” (Tusquets, Barcelona), ejemplificando al profesional no sólo capaz de alcanzar  fuentes inéditas, sino de meditar los eventos con sentido creador. Cazador reflexivo, puede decirse, pues – desde el momento inicial – nos atrajo el tratamiento riguroso de los hechos, al igual que dos nociones que las creemos vigentes en la Venezuela actual.
La emergencia del generalísimo Francisco Franco, tras una guerra que punzó con la radical frialdad de soldado experimentado en África, guardó correspondencia con una de las dos España resistida a la modernidad, nostálgica de sus viejos afanes imperiales. Sin embargo, casi  inadvertidamente, logró colarse entre los resquicios con una habilidad suprema en nombre de los más altos ideales de la nacionalidad.
Tusell trabajó muy bien la idea del Estado Campamental, instalado en Burgos por una junta que obligó a Franco a sentarse con otros competidores por el poder.  La provisionalidad e improvisación gubernamental, a la espera de la caída de Madrid, contrastó con la coherencia y perseverancia de la estrategia y tareas militares, pero – gobierno al fin – anunció y dibujó muy bien la transición que se esperaba con el definitivo triunfo de 1939: prolongada y por siempre adaptada a las circunstancias.
La otra idea reside en el golpe de Estado por etapas, pues el Caudillo por la Gracia (etcétera), concibió y concretó alevosa y premeditadamente las secuencias que la garantizaron el poder absoluto, antes y después de ganar la guerra. Impensable que ocurriese en la hora inicial, porque eran diversas, experimentadas, prestigiosas y también arraigadas las corrientes y personalidades de la derecha, incluyendo a oficiales de reconocidas credenciales, que – sencillamente – no repararon en el nombre del gallego hasta que se hizo muy tarde.
Nos hemos permitido, por estos años, tomar ambas nociones o ideas tusellianas para caracterizar también al chavezato, ya que el socialismo en curso es de una inaudita improvisación que deja atrás a los funcionarios de Burgos, salvo tratemos del estamento militar y de los planes correspondientes para sobrevivir.  El imaginario militar – además, “tropero” - explica el modelo de interminable transición, elevándose sobre un culto a la personalidad presidencial sin precedentes en Venezuela.
Doscientos años de vigencia de la Constitución, fue promesa esencial de Hugo Chávez que la proclamó de ejemplar, insuperable, magnífica, pero que – fracasando en su reforma – la ha violentado hasta celebrar un (auto) golpe de Estado por etapas. Tuvimos, tiempo atrás, ocasión de advertirlo en el seno del partido al que pertenecemos, además de manifestarlo públicamente en algunas oportunidades, pero – esta vez – perseveró la representación de la técnica y ejecución de acuerdo al esquema clásico: el golpe realizado en un solo y definitivo evento.
Finalizando el texto, el autor de marras observaba el caudillaje como “una fórmula de poder carismático cuya autoproclamación cumplía una función constituyente” (387), y, si bien son ciertos sus arreos marciales y decimónicos, con una gigantesca capacidad de comunicación, todavía el suscrito no logra encuadrar a Chávez Frías en el arquetipo.
Empero, no menos cierto es la intensa, indoblegable e inescrupulosa función constituyente que lo emparenta con el ibérico, ya que – por ejemplo, los estudios de Adriana Bolívar lo demuestran – hablar de sí es una especialidad cada vez más sofisticada y apasionada, por lo que – según aquella famosa canción de Les Luthiers, que les pertenece – cuando se ve en el espejo todas las mañanas … dos o tres horas…

Fuente:http://www.analitica.com/va/politica/opinion/9108427.asp

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