El florete digital
Luis Barragán
Viernes, 24 de noviembre de 2000
De la guerra a la escaramuza no luce largo el trecho. Al sentarnos con el teclado entre los dedos, casi nos imaginamos con una pesada mochila y un fusil de bayoneta calada, abriéndonos paso entre los terabytes.
Saludando sus orígenes, la infopista tiende a militarizarse cada vez más, aunque haya una evidente limitación del lenguaje para llevar el fenómeno a las masas. A lo sumo, se habla de "carga de profundidad" o "refugio antiaéreo" en la rutinaria manipulación de las computadoras convertidas en insospechados dispositivos de destrucción de objetivos precisos y significativos.
Puede extenderse el catálogo del novedoso armamento: cookies o programas espías, en la coladura de los correos electrónicos, o bombas lógicas, durmientes devoradoras de la data, para combinarse con los hologramas, aviones furtivos, la termografía, los dispositivos nanológicos, drones o robots, entre otros, en el paisaje ampliado de las "guerras de proximidad inmediata", como las denominara Paul Virilio en su "El cibermundo, la política de lo peor" (Cátedra, Madrid: 96). Y que, al lado de las nociones consabidas y harto perimetradas, tienen por fundamento las no-batallas, agravadas por una circunstancia: el mercado negro puede perfectamente proveer los insumos, según refiriera Jorge Munnshe ( http: // www. ground . org / cibergu. htm ).
No hay una doctrina disuasiva lo suficientemente elaborada para enfrentar la situación. Lo que es peor, los especialistas indican una obsolescencia de los principios gracias al armamento nuclear, la guerra irregular y el papel de los medios de comunicación, acentúando un drama para el pensamiento estratégico, como inferimos del trabajo de Russell W. Glenn (http: // www-cgsc. army. mil/ milrev / spanish / Mayjun98/ glnhtm. htm). Así, las ideas rectoras de control (dirección, determinación y movilidad), presión (concentración, sorpresa y ofensiva) y resistencia (distribución, resistencia y seguridad), sufren una revisión en el mundo informático que dice privilegiar unos aspectos, en detrimento de otros, cuando del puntilloso florete virtual se trata.
La noción de una línea de operaciones que ofrezca constantemente diferentes opciones o la dispersión que lleva a la concentración de los efectos, son algunos de los planteamientos que surgen en la red de redes. Lo cierto es que, en el túnel de la más absoluta oscuridad, puede no saberse ni jamás se sepa de un enemigo plena o medianamente identificado y el carácter político que deba exhibir la agresión, tan elemental en un concepto respetable de la guerra.
El nuevo belicismo adquiere connotación pública cuando se produce una inusitada sobrecarga del servidor y la OTAN pasa de unos 5 mil a más de 70 mil e-mails diarios, recayendo apenas las sospechas sobre el reducido grupo serbio de cinco miembros llamado "Cna Ruka" ( "Mano Negra). En un interesante reportaje para la edición mexicana de "Popular Science" (Nr. 4 de 1999), Frank Vizard indica, además, las estimaciones de la Interpol: alrededor de 17 millones de personas cuentan con los suficientes conocimientos informáticos para dañar el sistema de las agencias policiales europeas.
Mucho se ha hablado del "Pearl Harbor Digital", en el que no sólo puede haber una pérdida total o parcial de la data sino, absolutamente dislocada, disparar un misil nuclear. Sin embargo, mantenidos en secreto los percances sufridos por entidades públicas o privadas, la infoesfera conoce y populariza una munición casi infalible para torpedear el intercambio: la pornografía puede engalanar la página más severa y sobria de una institución religiosa hasta abultar el correo del más modesto, previsivo y prudente internauta. Lo cierto es que, sin alcanzar la dimensión de un conflicto extraordinario, propio para los expertos en la materia, humildemente privilegiamos los servicios del correo gratuito.
En nuestro rutinaria esgrima digital, no nos atrevemos a exponer públicamente, siendo o no impresos los medios, la dirección privada porque ya ha habido ingratas experiencias con aquellos servicios que – siendo gratuitos- tienen la ventaja de reponerse, aunque con otra nomenclatura. He recibido mensajes nada más y nada menos que suscritos por L.B. y, al dudar en incluirme en una publicitada alternativa a la inexistente "tarifa plana" en nuestro país, pienso en los programas que debo tener para que algún entrometido no se atreva a interceptarme y, además, adentrarse e implosionar el disco duro. Ergo: el virus "I love you", tan publicitado, es apenas un detalle.
Además de las pugnas que puedan a uno o más Estados, amenazados sus sistemas de seguridad, encontramos que el particular deberá adiestrarse como un infosoldado para evitar sabotajes y otros desmanes. Probablemente habrá que esperar el desarrollo y ampliación de sendas empresas de seguridad que presten una asistencia cada vez menos costosa y eficaz, en lugar de los consabidos "soportes técnicos" que nunca llegan.
Que sepa, internet no es –únicamente- el enlace de unas cuantas computadoras para el grato acortamiento de las distancias. El diccionario más elemental habla de los "chats", " í – méil ", "cuquís", "repli", "urre-éle", "accesar", "charogüerd", "yipéij", "forguard", "atachmen", "jáquer", "cliquear", "espamer" y todo aquello que la publicidad, antes que el efectivo empleo de la máquina, ha hecho tan familiar en el hogar: Los Mentas cantan al "doble V- doble V- doble V / porno / porno/ punto/ con", exaltados ante el torrente de información. Y si a las viejas generaciones les irrita escuchar "jelen curtis", a contrapelo de las cuñas de la tele blanquinegra, o "colguéit", según el natural comentario del filmoprotagonista de "Memorias del subdesarrollo", a las nuevas las estremece el ideario lingüistico que, un buen día, en este país, fundaron las minitecas (aunque las de hoy concluyan la jornada festiva con un merengue o –casi encapuchadamente- bajo el cedé de Billo´s, dándole un toque exótico a la venerada rumba).
Los expertos versan sobre la infoesfera, concediéndole una mayor significación a la ocurrencia baustimal del "punqueto" que la llamó ciberespacio. Y, al lado de la navegación pacífica, no pocos especulan sobre un tránsito sórdido, catastrófico y espeluznante.
No es el malvado "jotméil" exclusivo culpable, como sentenció recientemente un escribidor. Sean o no gratuitos, los servicios de la red se prestan para toda suerte de agresiones y "craqueados", garantizan ingresos nada deleznables. El virus "aí – loviú" dio la campanada, hace poco, a aquellos que están conformes con lo que miran, oyen, degustan, tocan y dicen presentir en la era del "niú eij" y jamás adivinan el mundo virtual: el bullicio que teme al silencio.
El sabotaje (o mejor: "saboteo", para complacer a los ennoblecidos jerguistas urbanos), no siempre es inocente, como un dibujo presto al relleno de los consabidos creyones, sino –refieren las malas lenguas- puede obedecer a una agresión bien definida, altamente intencional, estéticamente calculada. Esto es, en el reinado del combate electrónico, las epidemias, la inscripción del nombre ajeno en copiosas listas de discusión o la coladura de un clítoris activo, pueden dar paso a un esfuerzo articulado de programas espías, bombas de pulso electromagnético, hologramas y las demás cosas representadas en el reinado de la miniaturización, la robótica y el mortal juego de luces.
Nos preguntamos si hay guerra de información, olvidada toda la formalidad declarativa, al saber que el sistema de la OTAN recibe su diaria ración de impactos, o se trata de una cada vez más generalizada diversión que apuesta a la disociación entre batalla y teatro de operaciones, gracias al chip-alcaloide que los lombrosianos descubren en todo rostro juvenil (inválido, sierraleonés o coreano, etarro contratado por el "jesbolá", seropositivo o, por lo menos, carcomido por el acné). Será cuestión de indagar en torno a probables contendientes, la idea de victoria que abriguen y la correspondencia de los actos con los principios estratégicos esgrimidos por un Foch, un Liddell Hart o un Castex en el agua salada.
Si cuadra un poco el asunto, profundizaríamos en la innovación del armamento electrónico, los hipotéticos métodos de conducción de operaciones y la conformación de un estado mayor de comunicaciones y control. Y hasta podría generar consecuencias estructurales y organizacionales en la institución armada. A lo mejor una nueva fuerza, rama o departamento superespecializado, con todo el elenco de "uéb masters" y "ciberagentes" necesario. ¿Una armada electrónica?.
Por lo pronto, constatamos que la publicidad ha avisado de la existencia de internet, antes que la escuela, no sin generar los estallidos idiomáticos de rigor. No damos con los victimarios del juego que puede perfilarse como un modo alternativo, aséptico y audaz de hacer la guerra. Y, mencionemos finalmente, la inutilidad de unos cuantos websites.
Luego de apreciar la posición del gobierno español, originando el artículo publicado en "Economía Hoy" (10/02/00), intenté profundizar un poco más en las ideas lanzadas por el gobierno venezolano: un texto futuro podía dar cuenta de nuestra inicial coincidencia, en forma más precisa y objetiva. Y no fue posible porque, yendo a la página de CONATEL, hasta la presente fecha no he recibido respuesta alguna a cuatro peticiones enviadas, dos de ellas desde mi dirección electrónica privada, plenamente identificado ( 29/02 y 14/03/00). ¿Y para qué la tiene un organismo público?, es la pregunta elemental que nos hacemos.
Fuente: http://www.analitica.com/va/sociedad/articulos/6155988.asp
Ilustración: Frank Stella
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