NOTITARDE, Valencia, 15 de Julio d 2012
La misión de los doce apóstoles (Mc. 6, 7-13)
Pbro. Lic. Joel de Jesús Núñez Flautes
El evangelio de este domingo nos presenta a Jesús enviando a predicar a sus apóstoles la Buena Nueva del Reino de Dios. Vale la pena ir viendo cada detalle del texto. "Jesús llamó a los doce discípulos y los envió de dos en dos": Dios es quien llama al hombre a su encuentro, lo elige, lo escoge, le propone el camino de la felicidad plena; Él llama a formar Iglesia, comunidad, familia de los creyentes; así como en el pasado por medio de Abraham llamó a su pueblo, ahora llama a los doce, a cada uno por su nombre y así comenzó la Iglesia, la asamblea de los elegidos por Dios; de los convocados a la salvación; donde todos quedan invitados y donde todos caben. Los llamó para que estuvieran con Él, para enseñarles como buen Maestro, para transformar sus vidas con la fe, la esperanza y el amor y desde esa experiencia íntima, de conocimiento profundo de Dios, los envió a anunciar el evangelio, de dos en dos, para que no se predicaran a ellos mismos, sino la Palabra de Dios, para que no se sintieran islas, sino que dieran testimonio de fraternidad y unión, como uno de los signos del Reino de los cielos.
Jesús les da a sus apóstoles autoridad sobre los espíritus impuros. Dios dona su Espíritu Santo a quienes creen en Él, a sus discípulos y con el poder de Dios pueden someter hasta el mismo demonio, pueden vencer el mal. Quien sigue a Jesús se llena de sus dones, de su poder y en su nombre puede derrotar las fuerzas del infierno. El demonio nunca podrá vencer ni derrotar a un hijo de Dios que vive fielmente su discipulado.
Jesús pide a sus discípulos que no lleven nada para el camino. Esto significa que la confianza del discípulo no debe estar en lo que lleva consigo, sino en su Señor a quien lleva y transmite en su mensaje. El discípulo se siente seguro y confiado porque lleva a Dios, porque Él lo acompaña, cuida y defiende y no por las cosas que le pueden dar seguridad. Es a Dios a quien lleva el creyente y en Él debe y necesita depositar toda su confianza, toda su fe. Si así lo hace los frutos apostólicos serán abundantes, porque la confianza está puesta en aquel que todo lo puede y todo lo transforma. Si le preguntan al discípulo ¿Qué llevas? ¿Qué traes? La respuesta contundente debe ser a Dios que da vida plena.
Los discípulos fueron confiados en las palabras del Señor, expulsaban los demonios, invitaban a las personas a volver sus vidas a Dios y sanaban a los enfermos ungiéndolos con aceite y todo esto por obra y gracia del Espíritu Santo que obraba en ellos.
La Iglesia es heredera del poder apostólico; Jesucristo la guía y sostiene, ella a pesar de sus debilidades (compuesta por hombres pecadores) está llamada a ser signo de Dios en el mundo. La tarea primera y última de la Iglesia es la evangelización; es decir, llevar el mensaje de Cristo a todos los pueblos de la tierra, llevar fe, esperanza y amor; dar testimonio de servicio, de entrega, de unidad, comunión, diálogo, fraternidad, disponibilidad en medio de la sociedad. Hoy más que nunca es necesario inculturar el evangelio de Cristo, hacer que los hombres se vuelvan a Dios. Cuando vemos tantos antivalores, cuando se predica la cultura de la muerte como paradigma de vida, cuando se ven vicios enconados en la vida de muchas personas, cuando se pierde el rumbo ético, cuando los valores sobrenaturales se apartan por el pragmatismo o relativismo imperante, cuando se predica el materialismo como meta de la vida, pero al mismo tiempo y a pesar de tantos avances de la humanidad se cae en el sinsentido de la existencia, es cuando es imperante, urgente el llamado que Dios hace a sus discípulos: ir a predicar la Buena Noticia: Dios ofrece amor, salvación, vida plena y eterna para todos los hombres.
Para evangelizar hace falta recordar lo que el beato Juan Pablo II tanto insistió: Buscar nuevos métodos, nuevas formas, nuevo ardor y nuevas expresiones. Los cristianos católicos tenemos el reto de la misión continental que debe partir del testimonio de vida y de formas explícitas de predicación de la Palabra de Dios, logrando que los hombres de hoy en día eleven su mirada y sus corazones al Dios de la vida y del amor, revelado en Cristo Jesús.
IDA Y RETORNO: Me preguntan: ¿Qué podemos hacer los cristianos católicos en época electoral? Creo que valdría la pena preguntarse ¿Qué haría Jesús en nuestro lugar? Estoy seguro que oraría al Padre, pediría por una Venezuela más segura, justa, unida, en paz, fraternidad y progreso. Contribuiría con su trabajo y testimonio a transformar las estructuras de pecado y hacer que el bien siempre triunfe y como una vez dijo: Den al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios, nos llevaría a que con nuestro voto consciente contribuyamos a transformar la Venezuela que queremos para todos. Por eso, oremos, trabajemos y con plena conciencia, cada uno según sus criterios, ir a votar por la opción que le parezca más convincente y de mayor provecho para el país. Un cristiano no puede ser indiferente con lo que le rodea, con su sociedad; al contrario, como Jesús, debe estar comprometido y encarnado en la realidad.
Ilustración: Wassily Kandinsky, "Murnau with View of Church" (1910)
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