lunes, 30 de julio de 2012

DE LA MILITANCIA REFLEXIVA

Betancourt y compañía
Luis Barragán


Asiduos a los artículos de Román José Sandía en Noticiero Digital, aunque no lo conocemos personalmente, la familiaridad de bytes nos ha permitido – incluso – consultarle algunos datos que juzgamos de interés en nuestras propias cavilaciones. La respuesta siempre ha sido diligente y cordial, caracterizado por la modestia ya que, por otros medios, nos enteramos de un título que, en la Venezuela actual, importa: “Betancourt y compañía” (Ediciones RJS, Mérida, 2011).

Otrora aspirante a la gobernación, la obra es la de un militante partidista que, sin complejos, tiene también por vocación las ideas. El dato es fundamental, pues la reflexión (y la reflexión sobre todo escrita), constituye una faceta a la que inexplicablemente renunció el liderazgo políticamente comprometido,  que es – por cierto - demasiado decir en un país de posturas en permanente mudanza.

Rómulo Betancourt es un referente indispensable de la historia venezolana, en cuyo tribunal se desenvuelve cómodamente – además - por el testimonio documental que él mismo se empeño y esmeró en dejar, consciente de un protagonismo susceptible de la más afilada y fundada crítica, favorable o no. Algo radicalmente distinto a los burdos señalamientos de esa suerte de cortes marciales que, a destiempo, pretenden políticamente beneficiarse del sistemático denuesto de quien, valga acotar, no logran superar por su trayectoria, inquietudes y determinaciones.

Tempranamente trazó una línea de conducta caracterizada por la honestidad, la vocación por el estudio y el coraje que se hicieron imagen (15), muy diferente a la inaudita prefabricación en la que se empeña hoy la antipolítica. Por ello, concitó el apoyo de otras importantes figuras que Sandía ventila, como Raúl Leoni, Leonardo Ruíz Pineda, Andrés Eloy Blanco, Rómulo Gallegos, Alberto Carnevali o Gonzalo Barrios, ejemplificando un fenómeno que es el del compromiso vital, incomprensible en esta hora de alianzas meramente personales,  pasajeras, oportunistas y, a veces, infundadas que tienen por árbitro  y pedagogía  principal  el presupuesto público cuando se le alcanza.

El autor se muestra entusiasta y devoto por el partido que eligió como el suyo, pues, en casa hubo quienes militaban en otro. Entusiasmo y devoción que no impide la mirada y el ejercicio crítico, como es el caso de las amantes presidenciales (64 ss.), situación astronómicamente diferente al del militante del PSUV al que le es vedado insinuar una modesta disidencia.

Sandía es un ingeniero civil que se mueve con facilidad entre las páginas de Manuel Caballero, Simón Alberto Consalvi o Mirtha Rivero, porque – además – es un investigador. Disfrutamos de sus indagaciones sobre los orígenes de Acción Democrática en el estado Mérida, incluyendo la anécdota de la casa de las putas y Carnevali, aunque – creemos – ha de prometernos otros trabajos en la misma línea.

Luce de interés la transcripción de sus primeras contribuciones escritas, en el ámbito estudiantil de una vocación que, por fortuna, ha permanecido, al igual que la entrevista imaginaria en la casa de Betancourt (24 ss.) o el testimonio de su encuentro con Carlos Andrés Pérez (58 ss.).  Tratamos de una promoción generacional que, como la nuestra, además, por lógica razón, no se relacionó con los  líderes consagrados, o – apenas – lo hizo en las postrimerías de sus vidas, señalando un quizá inexplorado terreno como es el de la dinámica de los relevos partidistas.

La publicación de marras ofrece un indicio cierto de  ese compromiso político que no se transa ante las coyunturas, por difíciles que sean. Y con todas sus deficiencias, yerros, equívocos o confusiones, ocurre en los partidos como posiblemente lo nieguen o dificulten  otras entidades.

Fuente:
http://www.noticierodigital.com/2012/07/betancourt-y-compania/
http://www.noticierodigital.com/forum/viewtopic.php?t=888645

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