El aviso espacial
Luis Barragán
Lunes, 6 de noviembre de 2000
La colocación de hombres y artefactos en el espacio ultraterrestre tiene relación con los altos excedentes económicos de un país, aunque existan los más empobrecidos que lo intentan exitosamente, acentuando las paradojas.
Obliga a toda una infraestructura técnico-científica, propia y/o ajena, además del manejo del consenso y disenso que provocan proyectos antiguamente tenidos por descabellados. La explotación comercial del espacio, provechosa en la medida que los costos son independientes de la distancia de colocación de los satélites, avisa de una actividad decisiva para el futuro en muchos y variados aspectos. Es de suponer que las estaciones orbitales a muy largo plazo, por ejemplo, reforzarán el optimismo de quienes advierten las cada vez más precarias condiciones de vida en el planeta, aliviando incluso los temores que ya despierta el que cometa que - se dice - amenazará seriamente nuestra existencia en el 2016 o 2026. Apartados de la especulación, en la muy terrícola zona del subdesarrollo, prosigue el nacionalismo de cartón piedra sin descifrar las circunstancias crecientemente impuestas por la tendencia globalizadora. No se trata del ser humano de cortas extremidades que se adaptará más "naturalmente" al espacio, fruto de la ingeniería genética que mereció una rápida reflexión de Leonardo Boff en un libro sobre la muerte, o de versar sobre la vida en el espacio, como lo hizo José Alcalá, Presidente de la Sociedad Venezolana de Medicina Aeronáutica (Elite, 27/ 04 / 68), sino del hecho (excesivamente) concreto de necesitar un satélite para la investigación de los propios recursos naturales, la Faja Petrolífera del Orinoco por citar un caso, capaz de retener y administrar información de índole estratégica. Consabidas las ventajas que ofrece el espacio inmediato al planeta, la denominada franja "geoestacionaria" se encuentra congestionada por satélites que persiguen fines comerciales y más decididamente militares, siendo probablemente minoritarios los destinados a la estricta investigación científica. Además, las "ventanas" para su colocación - una lascivia atmosférica - son escasas, lo que permite inferir posibles conflictos políticos entre quienes celosamente se atrincheran en un inusual monopolio y los que desean romperlo, tal como lo sugirieron Luis Loreto ("Resumen", 13 / 04 / 80, Nr. 336) o Vladimir Shatalov ("Tiempos Nuevos", APN, 05/86, Nr. 20), amén de la ambigua utilidad intuida por Alvin Toffler (uso civil y militar) en "Las guerras del futuro" (Plaza & Janés, 1994, p. 246). En América Latina debemos afrontar el desafío espacial sin mayor tardanza que la obligada en razón de sus difíciles condiciones sociales y económicas. Sin embargo, éstas también pueden superarse gracias a los esfuerzos que se hagan en una materia ordinariamente tenida como inútil y vanidosa. No afirmo que, a los sacrificios acostumbrados, se apliquen otros de magnitud descomunal a las mayorías empobrecidas, distrayendo cuantiosos recursos en forma inmediata.
Incluso, podemos observar que China e India acceden a la bomba nuclear por encima de las teóricas prioridades que la harán la primera potencia económica mundial, en un caso, o de las hambrunas y epidemias, en el otro; no obstante, el aprovechamiento productivo de la energía puede ayudar a la acelerada solución de los problemas. México ha padecido los consabidos problemas económicos, pero, metido en un modesto programa espacial, evitando la desmesurada elevación de costos, colocó uno de sus satélites a la espera de su completo funcionamiento. Y es que propiamente debemos buscar una "ventana" en el firmamento de nuestras paradojas para obtener provecho en el campo espacial, habida cuenta de lo que puede hacerse a través del Pacto Andino o Mercosur, sobre todo si aparece en la agenda de negociación con los grandes bloques comerciales y aduaneros, y también de la experiencia que podrían aportar países como Rusia, dispuestos a exportar productos y servicios, anteriormente etiquetados de "máxima seguridad", en aras de solventar sus angustiosos problemas.
Individualmente considerados, nuestros países no soportarían un programa que absorba tantos recursos y por ello, un Centro Espacial Latinoamericano (y del Caribe) convendría y articularía mejor los intereses en la materia, aprovechada la base que se encuentra en la Guayana Francesa, pivote de las aspiraciones europeas. Constituiría una responsabilidad también básica de los Estados en el marco de una integración que ha de descansar cada vez más en la iniciativa privada.. Hemos sabido de esfuerzos como el "Proyecto Cóndor" a nivel andino, seguramente superado, y el tiempo no desmiente los beneficios socioeconómicos para la subregión, apuntados por Pedro Barrios en una ponencia discutida en el ya lejano Primer Congreso de Telecomunicaciones Vía Satélite, (USB / CANTV, 04 / 88): integración de las zonas apartadas y de baja densidad poblacional, armonización cultural y económica de la subregión, disminución de la dependencia socioeconómica, fortalecimiento de las redes troncales de comunicación, oferta de modernos servicios a las empresas, impulso del sistema de telecomunicación. La factibilidad política del programa integrativo espacial debe fundarse en las realidades que nos atenazan y sus salidas realistas, en una tautología más de las veces necesaria, y no en esos abalorios de uso que nos debilitan cívicamente. Su aceptación o rechazo ha de fraguarse en una discusión seria y coherente. Constituiría una aleccionadora e interesante experiencia, lejos, incluso, a la vista en Estados Unidos o la Unión Soviética cuando emprendieron sus viajes espaciales, lo que no impidió una posterior manipulación populista con el anuncio del primer astronauta de color (negro luthieriano), Robert Lawrence ("El Nacional", 20/08/67) y el acompañamiento del primer cosmonauta latinoamericano en el Soyuz-38 (Ibídem, 19/09/80). Nada impide reflexionar y profundizar el Tratado de Principios que rige las actividades de los Estados en la exploración y uso del espacio exterior y los cuerpos celestes. Según el artículo 11, ya alcanzada la Luna, ésta no puede ser ocupada y soberanamente reivindicada por una nación. Claro, ¿ cómo evitarlo si apenas dos potencias han posado sus hombres y/o máquinas en ella?. Con mucha razón, un autor necesario de recordar, Víctor José Delascio, afirmó que "nadie duda que conviene que el jurista se anticipe, por decirlo así, a los acontecimientos y regule - con carácter preparatorio, naturalmente- actividades y situaciones absolutamente previsibles, aún cuando para su realización haya de transcurrir un plazo relativamente largo", alertando sobre el alunizaje ("Conceptos sobre temas aeronáuticos y espaciales", SOVADAE, 1969, p. 445). El derecho espacial, luego de pasada la fiebre espectacular de finales de los sesenta, sigue siendo un ancho terreno que abonar con ingenio y decisión. El espacio ultraterrestre puede ser una maldición para los países subdesarrollados que lo intentan o una bendición para los que lo logran. Un riesgo y una oportunidad.
Fuente:http://www.analitica.com/va/sociedad/articulos/3470105.asp
No hay comentarios:
Publicar un comentario