Cuarenta años fuera de juego
Harry Almela
Poeta y periodista, Heberto Padilla (1932) es
una obligada referencia en la historia de la literatura cubana y
latinoamericana contemporánea.
Cuarenta años se cumplen del malévolo episodio
que se desató con la publicación de su libro Fuera de juego, que constituyó una
reveladora reacción del afán censor y perseguidor del régimen encabezado por
Fidel Castro Harry Almela.
La s matemáticas se han convertido en la
ciencia más recurrida por el discurso oficial en los últimos años.
Va le estar a tono con tal circunstancia y
declarar que, si hoy estamos en 2008, suponemos que hace cuarenta estuvimos
en 1968, es decir, en el año de los grandes giros históricos del siglo pasado en
Occidente. Son los tiempos del Mayo Francés y de Daniel Cohn-Bendit, de las
consig nas Soy un marxista de la tendencia de Groucho y Prohibido prohibir. Es
el a ño de la Primavera
de Praga y del Socialismo con rostro humano de Alexander Dubek c ua ndo, en
nombre del internacionalismo proletario y del materia lismo histór ico, los sov
iét icos lo depor ta ron m ient ra s per ma necía n vei nt it rés años en
Checoslovaquia como lo que siempre fueron: un vulgar ejército de ocupación. El
socialismo log ra sobrev iv ir dos déc ada s má s, g racia s a la solidaria
intervención de los ejércitos del Tratado de Varsovia. De allí proviene el
libro Checoslovaquia: el socialismo como problema, de Teodoro Petkoff y el
nacimiento del Movimiento al Socialismo, el MAS de m i s tor mento s del que
habla Cabrujas. Es el año de la matanza de Tlatelolco, de las Olimpíadas de la Paz en México. La juvent ud
del mu ndo protesta obstinadamente contra la guerra de Vietnam, Robert Kennedy
es asesinado en Los Ángeles y Martin Luther King en Memphis. Cada una de estas
efemérides daría suficiente material pa ra una crónica. Cua lquiera puede
ubicarse en el inicio de la s g ra ndes ca ídas de los cristos del alma de
nuestra generación. Pero 1968 es también el año de las rupturas intelectuales y
afectivas en nuestro continente, marcadas por la aparición del poemario Fuera
de juego de Heberto Padilla.
Nacido en Puerta del Golpe (Pinar del Río) en
1932, Padilla estudió periodismo en La Habana. Dominaba
varios idiomas y trabajó como profesor de inglés y comentarista radia l en
Miami entre 1956 y 1959.
Ese año regresa a Cuba. Se desempeña como
corresponsa l de Prensa Latina en Londres y del Pravda, colaborando además en
el órgano oficial de la
Unión Naciona l de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).
También ocupó un cargo en el Departamento de
Extensión de la
Universidad de La Habana. Luego de los incidentes derivados de la
aparición de Fuera de jue go, mantuvo su puesto en la universidad hasta 1971,
cua ndo es deten ido por «actividades subversivas», luego de la lectura en la UNEAC de su más reciente l
ibro, Provocaciones .
Un grupo de intelectuales (Sartre, la Beauvoir, Moravia,
Sontag, Vargas Llosa, Fuentes, Pa z, Goy t isolo y Margarite Duras, entre ot
ros) reacciona cont ra la detención y es liberado junto a Belkis Cuza Malé, su
esposa. En esos m ismos días, el prev isible y perruno Mario Benedetti, quien
luego dirigiría la Casa
de las Américas, criticó a quienes defendían a Padilla, argumentando que a
ellos nunca les interesó la suerte de los escritores e intelectuales
latinoamericanos presos y torturados meses enteros. Padilla es separado de sus
cargos y enviado como traductor a la Editorial Arte y Literatura. Luego de una serie
de incidentes, el gobierno de Cuba le permite sa lir del país con rumbo a los
Estados Unidos, el 16 de ma rzo de 1980. Murió el 26 de septiembre de 2000, en
su habitación de la
Universidad de Auburn State (Alabama), donde dictaba clases
de literatura.
Dentro de la Revolución todo, fuera
de la Revolución
nada La célebre frase, dictada por el Comandante en 1962, resume la actitud de
quienes se sienten con derecho de vigilar, castigar y dirigir el pensamiento de
toda una sociedad. La construcción del enunciado ni siquiera es origina l. Lo
había expresado, en otros términos y varias décadas antes, el maestro Benito
Mussolini: Todo dentro del Estado, nada contra el Estado, nada fuera del
Estado.
Considerar que el socialismo es una derivación
científica de la Historia,
constituye una de las más terribles aberraciones de la Razón y recuerda a ratos los
planteamientos de su primo carnal (valga la ironía), el pensamiento nazi. Ambos
totalitarismos se justifican hasta la malcriadez como utopías de la Razón Moderna en
ascenso hacia el Mundo Feliz. Mientras el nazismo plantea la supervivencia del
más apto en términos raciales y el exterminio de los desadaptados y de quienes,
en los bordes, no cumplían con el baremo del Dictamen, el socialismo convierte
ese planteamiento en un rizar el rizo, pues implanta sus decretos sobre un
territorio superior, como lo es la ideología. Lo que en el nazismo es
demostrable por vía genética, en el socialismo lo es por vía de una
abstracción. El mismo argumento sirve de substrato a otra frase, igual de
espeluznante, atribuida a Ernesto Guevara y a su muy argentina modestia: El
revolucionario es el más alto escalón de la especie humana. Mientras en el
nazismo el más alto escalón de la especie humana lo define la raza, en el
socialismo la superioridad la define una abstracción. En el nazismo se es
superior por el hecho de ser ario. Los revolucionarios son superiores por el
hecho de serlo. En ambos casos, todo lo que está en los bordes, sencillamente
no existe o tiene el ineludible deber de dejar de existir. En uno, por razones
de genética. En el otro por razones históricas.
Las consecuencias en el territorio de lo
artístico de estas expresiones reaniman la disputa entre ética y estética.
Celan, Dalton, Maiakovski, Milosz, Pound y Fucik, entre muchos otros,
padecieron tal desamparo.
Definen hasta dónde puede llegar la expresión
estética en una sociedad autoritaria.
Supeditar la creación estética a los supremos
intereses del Estado (la expresión del pueblo mismo), es masificar la estética
en función de una ética. En una suerte de Saturno devorando a sus hijos, el
Estado no repara en engullir a sus ciudadanos en nombre de su propia defensa. Y
sabemos lo que esto significa, si consideramos la historia de la URSS y los países socialistas
del Este, de la China
de Mao, de la Alemania
nazi, de la España
franquista y, por supuesto, de la
Cuba de Fidel.
Pastoral y contrapastoral de la Razón Histórica
Pero las democracias llamadas liberales no están exentas de tales prodigios.
Toda vigilancia sobre el arte supone una sospecha acerca del carácter
libertario que pregonan dichas democracias.
Como dice Joaquín Sabina, siempre que luchan la KGB contra la CIA/ gana al final la policía.
De ello habla Octavio Paz en El ogro filantró pico. Pero, en un país donde el
único patrono ideológico es el Estado (la frase remeda al viejo Trotsky, que de
esas cosas era un hombre que sabía demasiado), cualquier oposición significa la
muerte por consunción lenta. Es lo que ha sucedido con varios autores cubanos,
entre ellos la inopia editorial que han sufrido los libros de Heberto Padilla.
Escribir una contrapastoral a la Razón Histórica fue su pecado original, en
tiempos marcados por la radicalización política e ideológica del proceso en
Cuba (nunca más kafkiana la expresión el proceso), resumida en la frase de
Fidel que toma particular fuerza en el Año del Guerrillero Heroico (así fue
distinguido el año 1968 por la nomenclatura cubana, en homenaje a Guevara,
ejecutado en Bolivia el 8 de octubre de 1967). Esos tiempos de indigencia
también estuvieron sellados por las necesarias muestras de fidelidad que Cuba
debía hacer a la URSS,
justo en los días de la invasión a Checoslovaquia, iniciada el 21 de agosto de
ese año. Es lamentable la coincidencia: la reunión del jurado que premia a
Fuera de juego, en la cuarta edición del Concurso «Juan del Casals», ocurre dos
meses después de la toma de Praga, a saber, el 28 de octubre, apenas a
diecinueve días de la conmemoración de la muerte de Guevara, quien en una
célebre carta publicada en la revista Marcha (Montevideo, 12 de marzo de 1965),
declara en cuanto a la relación entre los intelectuales y la revolución en
Cuba. Nótese la fragancia religiosa: "Resumiendo, la culpabilidad de
muchos de nuestros intelectuales y artistas reside en su pecado original; no
son autént ic a mente revolucionarios. Podemos injertar el olmo para que dé
pera s, pero si mu ltáneamente hay que sembrar perales. Las nuevas generaciones
vendrán libres del pecado original... Nuestra tarea consiste en impedir que la
generación actual, dislocada por sus conf lictos, se pervierta y pervierta a
las nuevas".
L os i ncidentes que rodearon tanto a las
presiones prev ias a la decisión del jurado como a la posterior edición del
libro y la «autocrítica» de Padilla no pueden ser más grotescos en medio de
semejante atmósfera. El poemario Fuera de juego, en realidad, constituía una
concentrada y feroz crítica al proceso cubano y a sus focas internas y
externas. En esos días era una temeridad hablar tangencialmente acerca de Fidel
y del Guerrillero Heroico de esta manera: "A los héroes/ siempre se les está
esperando,/ porque son cla ndest inos/ y trastornan el orden de las cosas./
Aparecen un día/ fatigados y roncos/ en los ta nques de g uer ra,/ cubiertos
por el polvo del camino,/ haciendo ruido con las botas./ Los héroes no dia
logan,/ pero planean con emoción/ la vida fascinante del mañana./ Los héroes
nos dirigen/ y nos ponen delante del asombro del mundo./ Nos otorgan incluso/
su parte de Inmortales./ Batallan/ con nuestra soledad/ y nuestros vituperios./
Modifican a su modo el terror./ Y al final nos imponen/ la f uriosa
esperanza".
O poner en tela de juicio a la Historia, ironizando un
poema de Vallejo: "A aquel hombre le pidieron su tiempo/ para que lo
juntara al tiempo de la
Historia./ Le pidieron las manos,/ porque para una época d i
f íci l/ nada hay mejor que un par de buenas manos./ Le pidieron los ojos/ que
a lg una vez tuv ieron lágrimas/ para que contemplara el lado claro/ (especia
lmente el lado claro de la vida)/ porque para el horror basta un ojo de
asombro./ Le pidieron sus labios/ resecos y cuarteados para afirmar,/ para
erigir, con cada afirmación, un sueño/ (el-alto-sueño);/ le pidieron las
piernas,/ duras y nudosas,/ (sus viejas piernas andariegas)/ porque en tiempos
difíciles/ ¿algo hay mejor que un par de piernas/ para la construcción o la
trinchera?/ Le pidieron el bosque que lo nutrió de niño,/ con su árbol
obediente./ Le pidieron el pecho, el corazón, los hombros./ Le dijeron/ que eso
era estrictamente necesario./ Le explicaron después/ que toda esta donación
resultaría inútil/ sin entregar la lengua,/ porque en tiempos difíciles/ nada
es tan útil para atajar el odio o la mentira./ Y finalmente le rogaron/ que,
por favor, echase a andar,/ porque en tiempos difíciles ésta es, sin duda, la
prueba decisiva".
O burlarse de Lenin: "Lo primero:
optimista./ Lo segundo: atildado, comedido, obediente./ (Haber pasado todas las
pruebas deportivas)./ Y finalmente andar/ como lo hace cada miembro:/ un paso
al frente, y/ dos o tres atrás/ pero siempre aplaudiendo".
La reacción de los burócratas de la higiene
social no pudo ser más agresiva.
Pendientes de continuar en la dirección del
líder, de dar muestras de su fe revolucionaria, antes de que alguien notara la
ausencia de los aplausos al héroe, la
UNEAC no podía evitar la publicación del libro, pero la hizo
acompañar de una aclaratoria que, en verdad, aclara mucho sobre las líneas por
donde debía moverse la ética y la estética en esos años. En una redacción que
recuerda los mejores días de Alexander Zdanov, la crítica se concentra
precisamente en los aspectos novedosos y modernos del libro, en el uso de la
máscara y el monólogo dramático, de la distancia estética y del correlato
objetivo para acusar a Padilla, no tanto de cosmopolitismo que ya es pecado,
sino más bien de intelectualista, pequeño burgués, individualista y de
excesivas muestras de desviación ideológica. El texto, firmado por el Comité
Director de la UNEAC,
no tiene desperdicio, pero sólo nos detendremos en los fragmentos más
siniestros, como ejemplo de lo que puede llegar a ser una pastoral a la Razón Histórica:
"La dirección de la UNEAC
no renu ncia a l derecho n i a l deber de vela r por el mantenimiento de los
principios que informan nuestra Revolución, uno de los cuales es sin duda la
defensa de ésta, así de los enemigos declarados y abiertos como –y son los más
peligrosos– de aquellos otros que utilizan medios más arteros y sutiles para
actuar.
Dentro de la concepción general de este libro,
el que acepta la sociedad revolucionaria es el conformista, el obediente. El
desobediente, el que se abstiene, es el visionario que asume una actitud digna.
En la conciencia de Padilla, el revolucionario baila como le piden que sea el
baile y asiente incesantemente a todo lo que le ordenan, es el acomodado, el
conformista que habla de los milagros que ocurren.
En resumen: la dirección de la Unión de Escritores y
Artistas de Cuba rechaza los contenidos ideológicos del libro de poemas...
Es posible que tal medida pueda señalarse por
nuestros enemigos declarados o encubiertos y por nuestros amigos confundidos,
como un signo de endurecimiento. Por el contrario, entendemos que ella será
altamente saludable para la
Revolución, porque significa su profundización y su
fortalecimiento al plantear abiertamente la lucha ideológica".
Como bien ha demostrado la Historia, que debió
haberle dado la razón a la
Proletkult hace muchos años, ni la confrontación ideológica
ha servido para algo ni el círculo vicioso de lucha y de terror ha concluido.
Es como si, en medio de sus ruinas y el olor a chamusque, aún esperan la
confirmación de la noticia acerca de la caída del muro de Berlín.
Coda La escritura de pastorales y
contrapastorales a la
Razón Histórica continúa la disputa entre ética y estética,
cuestión aún no resuelta en términos convincentes.
Luego de Auschwitsz, la intelectualidad de
izquierda se amparó en el color de sus nubes y en el silencio de sus chimeneas
para justificar los Gulags. Ser antifascista es una manera cómoda de resolver
el asunto. Por suerte, desde hace algunos años, se ha fijado la vista hacia los
escenarios del totalitarismo que hizo de la Historia un mecanismo sutil para justificar sus
atrocidades.
Vale citar el libro Koba, el terrible de
Martin Amis y la obra de Milan Kundera.
Retomo acá también una historia conocida: la
reciente confesión de Günter Grass de haber pertenecido a las juventudes
hitlerianas, y el reclamo público de Joachim Fest (autor de la biografía de
Hitler que sirve de base a la película La caí da, colaborador de Albert Speer
en la redacción de sus memorias) a tan largo y prolongado silencio. Muchos
intelectuales europeos aún cierran sus ojos ante la crudeza del socialismo real
y la banalidad del mal que fue el nacionalsocialismo. Como Heidegger, que
mientras conversaba distraídamente con el Ser, estuvo sordo ante el sonido de
las palas cavando una fosa en los aires de Auschwitsz, donde nunca hubo
estrechez.
La fascinación de los intelectu les por los
totalitarismos es tema escabroso, y más en este inicio del siglo X X I, cuando
los nacionalismos europeos, y particularmente los latinoamericanos, entran en
abierta contradicción con la corriente globalizadora del capitalismo tardío. En
plena época de los coletazos de la posmodernidad en nuestro continente, los
nacionalismos populistas se ofrecen impúdicamente como solución, con sus
angelicales propuestas premodernas, llenas de héroes m i l ita res y a rg u
mentos provenientes de la
Razón Histórica, afectando no solo el tejido político, social
y cultura l, sino también per v irtiendo el lenguaje y la expresión poética. He
allí el mayor reto de nuestros tiempos. En este sentido, el «Caso Padilla» es
un antecedente que requiere nuestra consideración.
Al final, en su «autocrítica», el poeta cuba
no asumió sus crímenes ideológicos.
Tal derivación se sintetiza en estas la
mentables líneas, escritas meses después como respuesta a sus defensores:
"Ustedes dirán que no he escrito esta carta, que éste no es mi estilo,
ustedes que jamás se preocuparon por mi estilo, liberales burgueses, ya que
siempre me han visto como a un escritor subdesarrollado, y si ahora me dan
importancia, es para atacar a la
Revolución". Con sobrada e irónica razón, Witold
Gombrowicz, en una carta a Humberto Rodríguez Tomeu y Virgilio Piñera en los
inicios de la Revolución,
decía lo siguiente: "¿Qué tal el embriagador aire de libertad y el fervor
patrio? Aprovechen para condenar a los infames y alabar al gran jefe".
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