lunes, 23 de julio de 2012

ADVERTENCIA

La degradación del voto
Luis Barragán


La primera y fundamental constatación que ha de hacerse al aproximarnos a lo que se ha dado en llamar el Poder Popular o Estado Comunal, reside en la dudosa legitimidad de sus bases. Y tal circunstancia se puso en evidencia cuando fueron eliminadas las juntas parroquiales a favor de las juntas comunales, aparentemente “resuelto” el dilema por una decisión del máximo tribunal de la República, pues, aquellas las integran personas elegidas mediante votación directa, universal y secreta, bajo la dirección del CNE; mientras que, éstas, derivan de la selección directa y presuntamente espontánea del vecindario, sin el rigor aconsejable para las delicadas y decisivas competencias y funciones públicas que una ley inconstitucional les asigna.

Las condiciones y requisitos para la conformación de las llamadas sociedades intermedias, no suelen ser tan estrictas y rigurosas cuando se trata de cargos públicos de elección, respondiendo a la particular, cotidiana, viva y cambiante dinámica de los gremios profesionales, sindicales, estudiantiles, empresariales, vecinales, profesorales, etc.  El sufragio resulta cualitativamente superior en un caso respecto al otro, atendiendo a la amplitud, pertinencia y permanencia de la noción más elemental y conveniente de Estado frente a la denominada sociedad civil que lo actualiza,  siendo contraproducente toda fusión como suele ocurrir en las experiencias totalitarias harto conocidas.

De acuerdo al programa que ha planteado Chávez Frías, siendo “el más anterior de todos los gobiernos”, como una vez se le ocurrió a Pedro León Zapata sentenciar,  está orientado al desconocimiento de las gobernaciones, alcaldías y el propio municipio, pues, reivindicada la reforma constitucional de 2007, rechazada por un específico referéndum realizado,  pretende la creación de centenares de miles de juntas comunales, comunas y hasta ciudades comunales, añadidas otras cifras cercanas de brigadas dizque productivas, consejos económicos y bancos comunales, transversalizados – valga la palabreja – por la comuna mayor: el PSUV.  Y, siendo tan poderoso instrumento, arbitraria y masivamente financiado por el poder central que incluye tareas propias de la llamada guerra de resistencia popular, donde el más humilde tendrá que ponerle sólo el pellejo al más sofisticado misil enemigo, luce perfecta y absolutamente predecible las modalidades y la misma selección de sus dirigentes.

Asistimos a lo que, recientemente, Enrique Sánchez Falcón, en la jornada de reflexión sobre (el) tal programa que hiciera la MUD, bautizó como la degradación del voto. Perderemos también la posibilidad de elegir (y de hacerlo bien), hasta que, en el supuesto negado de su triunfo el venidero 7-O,  ya no haga falta siquiera el CNE, porque será ese poder popular hecho a su medida, el que eternizará a Chávez Frías, a sus hermanos, hijos y nietos, como ha ocurrido en Cuba, en Corea del Norte y otros lugares, cuyos parajes políticos e históricos desconocen los Diosdado, Nicolás, Elías, Ramírez, Aristóbulo, Ameliach, Rangel Silva u otros ilusos aspirantes a la sucesión imperial, excepto el experimentado, realista, frío y calculador José Vicente.

Perderemos un bien político como el sufragio, finalmente caricaturizado, al igual que el derecho a la propiedad personal o privada que, por cierto, dista de los grandes monopolios económicos, con la que la retratan, el ya ingrávido latifundismo con el que la pintan al vuelo, siendo el propio Estado latifundista y aspirante a reemplazar la iniciativa privada donde se encuentre. Socialismo adedador, chantajista y bélico, pues, al que lo niegue, menos le llegará la gota de petróleo que el Emir de Miraflores solamente prodigará.

Fuente: http://www.analitica.com/va/politica/opinion/6456313.asp

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