EL NACIONAL - Viernes 06 de Julio de 2012 Opinión/8
Plagio e ignorancia
HÉCTOR FAÚNDEZ LEDESMA
Esta semana ha comenzado una conferencia diplomática, en la sede de la ONU en Nueva York, para debatir los términos de un Tratado Internacional sobre el Comercio de Armas, que sin duda es el comercio menos transparente que existe. Como es de suponer, las naciones exportadoras de armas desean un tratado que no les impida continuar haciendo negocios; otros países, por el contrario, desean impedir que esas armas y municiones lleguen a quienes las puedan utilizar para cometer atrocidades en contra de la población civil, o que puedan ser suministradas a los delincuentes y bandas armadas que operan en nuestras ciudades. No hay que ilusionarse; éste no será un tratado dirigido a prohibir la producción o exportación de armas y municiones, y todavía no está claro si incluirá armas ligeras, o si sólo estará limitado a las armas de combate. Como mucho, con él se podrá evitar el comercio ilegal de armas. Pero lo interesante es saber qué se puede esperar de Venezuela en esta materia.
Paradójicamente, hace escasamente dos semanas que el Presidente de la República exhibió orgullosamente, en cadena de radio y televisión, las instalaciones militares donde, con la estrecha colaboración rusa, china e iraní, se fabrican fusiles AK-103, municiones, e incluso un avión no tripulado. De acuerdo con el Alto Mando Militar, en esa fábrica, que está ubicada en Maracay, se producirán anualmente 25.000 fusiles y 60 millones de municiones. Según Hugo Chávez, esas instalaciones, y esa producción de armas, cuyo destino no es únicamente el mercado nacional, nos conducirán por el camino de la independencia, y nos convertirán en una potencia mundial. Seremos parte del club de exportadores de violencia, y llevaremos la muerte a otras naciones.
Seguramente muchas de las armas producidas por la fábrica de Maracay terminarán en las manos ensangrentadas de Bashar al Assad, para continuar reprimiendo a la población siria, o servirán para sostener en el poder a alguno de los otros déspotas amigos de Chávez. Pero un riesgo no menor es que esas armas sean utilizadas por los cuerpos policiales venezolanos, o por la milicia bolivariana, para reprimir manifestaciones pacíficas y para silenciar la protesta social. En tal sentido, no puede pasar desapercibida la velada amenaza de Hugo Chávez a quienes no comparten su proyecto político, señalando que "el poderío que tenemos nosotros es 20 veces mayor que cuando los barrimos en el año 2002." Durante esa misma transmisión, Chávez informó de inversiones por 836 millones de bolívares en infraestructura militar, 172 millones de dólares para un centro de radiocomunicaciones, y una cantidad igualmente importante para la adquisición de material y equipo militar. Sería interesante saber cuántas escuelas, hospitales, laboratorios de investigación u obras de infraestructura vial se podrían construir con todo ese dinero. Sería interesante saber cuántas vidas se podrían salvar dándole otro destino a esos recursos, y garantizando la seguridad de los venezolanos.
En todo el mundo, anualmente se fabrican dos balas por cada habitante; muchas de ellas en Venezuela, por un organismo del Estado, que también es el responsable de su distribución y comercialización. Esas mismas municiones, junto con los fusiles y armas ligeras que las disparan, llegan a los pranes que controlan nuestras cárceles, y a las bandas armadas que, con absoluta impunidad, cada año asesinan a más de 15.000 venezolanos; gracias a esas armas, cada día, a punta de pistola, asaltan, violan, y secuestran a decenas de personas. Esas balas que, con tanto orgullo, el presidente Chávez anuncia que se producirán en Venezuela, son para ti (y para mí), amigo lector.
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