miércoles, 11 de julio de 2012

TODAVÍA INÉDITO

EL NACIONAL - Lunes 09 de Julio de 2012     Escenas/2
Poemas a Julio César Salas
PALABRAS SOBRE PALABRAS
LETRAS
FRANCISCO JAVIER PÉREZ

Hay más de literatura de lo que se cree comúnmente en la consideración de la obra del etnógrafo, historiador y lingüista merideño Julio César Salas. Sus orígenes como escritor están signados por el artículo de costumbres y el relato de tradiciones. Su estilo lírico y poderoso. La insistencia en el diccionario es mucho más que un pormenor metodológico y se entiende filosofía científica; una forma de narrar el universo entre los horizontes y los límites del repertorio.
En el archivo del sabio, en Mérida, se anota, bajo el número 235, un texto poético escrito en su memoria, titulado "La mañana", por el presbítero Luis María Gil Chipía, en respuesta a otro similar compuesto por Salas en 1893 y de título "La noche".
También, destacan dos poemas que se le dedican. El primero, por el mismo Gil Chipía, una imitación del chino titulada "¡Entonces!", recogido en las páginas de Paz y trabajo, número 40, de 1908 (habla de una nación utópica y feliz, sin violencia y con progreso, sin cárceles y con graneros repletos, con abundancia de panaderos y sin médicos y abogados, con fe y sin curia). El segundo, figura al frente de su tratado de teoría americana Los indios caribes (1920), escrito por el también etnógrafo Abelardo Gorrochotegui, autor del poema indianista Aramare. Lo ha titulado "El caribe" y sus últimos versos lo prestigian: "pues tú revives la falange muerta,/ aunque abreves tu pena intraducible/ en el dejo cerril del Mare-mare".
A esta estirpe pertenece otro poema que hacemos motivo de reflexión. Se trata de una fina pieza verbal escrita por Horacio Biord Castillo y aposentada en su Quaderno de Mérida (Academia Venezolana de la Lengua, 2011).
Como manifiesto profundo de la gestión del sabio, el poeta la ha recortado en versos que son a la vez homenaje afectivo y loa científica, exégesis y juicio a partir de impresiones facilitadas por la pasta referencial de sus palabras.
La redención americana: "Pensaba que los indios no comían carne humana". Trabajos y tareas: "Leía libros antiguos/ y escribía sin cesar cartas y ensayos/ monografías, apuntes/ índices, fichas, cédulas/ enciclopedias/ diccionarios/ disquisiciones/ proyectos/ esbozos". Laceración y ciencia: "Cubría sin vergüenza de luto su dolor/ y veía la historia/ como un desordenado almacén/ gobernado por vigilantes/ que sin quererlo/ tal vez/ perdían el sentido/ y confundían anaqueles y estantes/ osamentas y collares/ vasijas y cuentas/ lugares ya explorados y/ parajes míticos/ como garzas de oro/ tocadas".
Dédalo e Ícaro: "Construía laberintos y a veces no lograba escapar". Lenguaje y filosofía: "Entendía en su intuición/ el poder de las palabras/ que crean el mundo y sin cesar lo recrean". La salvación: "Comprendía el sortilegio de hacer y deshacer/ con sólo decir". La fuerza: "Buscaba la palabra esencial/ y compuso listas sin fin/ que atemorizaban a las montañas/ y hacían retroceder la niebla/ o desencadenaban la nieve o el rayo/ sólo en el momento preciso". La colección sin fin: "Cerró con llaves blandas/ el inconcluso diccionario/ que describe la creación sublime del tiempo/ y la semejanza absoluta de las voces". La poesía usurpa el hogar del ensayo y se fertiliza con él. Noble proceder del poeta para entender el noble motivo del sabio.

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