jueves, 5 de julio de 2012

REMOTOS

Lejanías del 5 de Julio
Luis Barragán


Las solemnes sesiones parlamentarias con motivo del Día de la Independencia, tuvieron por invariable programa la obvia instalación, la designación y diligencias de las comisiones ceremoniales, las palabras de apertura del presidente del Congreso de la República, la lectura del Acta de 1811, la intervención del Orador de Orden, y la clausura. Valga el reconocimiento al servicio de taquigrafía, estable y eficaz, que adquirió un irrefutable papel notarial, perfeccionándose en la brevísima crónica, durante las etapas de ausencia y de incorporación a las tecnologías de grabación; por cierto, tratamos de un oficio que pudiera correr la suerte previsible de los calígrafos del Estado.

Obligada interrogación, ¿por qué y para qué de la celebración de una fecha que no cuenta con la emoción, el sentimiento y el empuje decidida y espontáneamente popular, como ocurre en otros países? Quizá ha competido con otra estelar, como la del 19 de Abril; tiene por exclusiva dimensión la del protocolo oficial, excesivamente marcial; o la saturación propagandística y publicitaria la hace sospechosa, apenas encubierta por la formalidad de los actos.

Podemos atisbar la intención de exaltar un momento estelar del pasado, definitivamente irrepetible; recobrar y actualizar nuestra identidad nacional, abonando al culto bolivariano; interpretar una específica circunstancia política, ganándola como ocasión para el llamado a la unidad y a una sensibilidad patriótica común. No obstante, contextualizados por una particular y crítica coyuntura, hemos seleccionado los discursos pronunciados el 5 de Julio por los senadores José Manuel Espino (1948), Alfonso Mejías (1953), y Mauro Páez Pumar (1959), para indagar respecto al modelo parlamentario, la definición de pueblo, el acento ideológico, la valoración de Bolívar y de la Independencia, como la del gobierno, las Fuerzas Armadas, la propia coyuntura y la trascendencia que reporta la pieza oratoria (*).

ESPINO

Prolongándose por 45 minutos, la sesión del 5 de Julio de 1948, contó con la presencia del teniente-coronel Carlos Delgado-Chalbaud, ministro de la Defensa y encargado de la presidencia de la República, por cierto, ocupado - antes y luego – en la inauguración y entrega de casas en la caraqueña urbanización de Pro-Patria, como en la graduación de los oficiales militares que presidió. A juzgar por el acta de la sesión, fueron elocuentes las palabras de apertura del presidente del Congreso Nacional, como la del Orador de Orden, quien fue “calurosamente aplaudido”.

Introduciendo el acto, el senador-presidente Valmore Rodríguez, apuntó al ambiente de normalidad democrática reinante; la independencia absoluta sobrepuesta a la permanente conflictividad de las clases; el sentido de la patria eterna para una “fecha de todos, en la patria absoluta”, con su llamado a los “venezolanos de toda condición y de toda ideología”. Indiscutible, introducción que es la de un vocero autorizado que fija las pautas políticas, como ocurrirá constantemente después, excepto que la presidencia derive de un indispensable compromiso de coalición de las muy distintas fuerzas representadas.

Recientemente, la sesión conjunta de las Cámaras escenificó un duro, apasionado y crudo debate relacionado con la autorización concedida al presidente de la República, Rómulo Gallegos, para viajar a Estados Unidos. Reflejada la angustia del país por la conspiración latente, igualmente asomaba la incertidumbre internacional sobre China, prologando también la llamada guerra fría.

Orador central, llama la atención la disculpa inicial de José Manuel Espino: “Los motivos que expuse en dos ocasiones no fueron suficientes a [SIC] liberarme en el ánimo del Honorable Presidente del Congreso, del encargo del discurso de orden en la sesión solemne de hoy: he debido acatar nuestro reglamento; y eso explica mi presencia en esta tribuna que, precisamente en ocasión igual y con el mismo objeto han ocupado con propiedad historiadores y letrados, artistas de la palabra. Ojalá que las mías, dichas sin modo y sin orden, porque quienes no acostumbramos escribir no tenemos un estilo, lleguen a ser siquiera una sencilla evocación en homenaje y memoria a los hombres de nuestro primer Congreso y a la fecha primera de nuestra emancipación nacional”.

Evocando la consabida sesión de 1811, contó “en prueba de madurez política, [con] la más brillante representación parlamentaria de nuestra historia” en “trance de convicción y entusiasmo”, citando “las frases más hermosas de su vida parlamentaria”. Sintetiza la jornada de los congresistas de antaño, con la probable intención consciente de ejemplificar la naturalidad de la polémica fundada en una responsabilidad común.

Expresó que “el pueblo, es decir, la totalidad de los venezolanos, hallará, unido, la solución a estos problemas (…) económicos, cultural y social”. Además, “¿quién, hoy, no mira algo más alto, quién no piensa algo mejor que apenas hace diez años’”, mostrando – a nuestro juicio – la candidez de un análisis que ofrece, apenas, un acento ideológico aludiendo a la Independencia “en una región de Indo-américa” [SIC], denominación propia de Víctor Raúl Haya de La Torre que tampoco empaña las profesión de fe anti-sectaria del orador.

Haciendo énfasis en la institucionalidad republicana decidida e implementada por el Congreso que iba camino a la redacción de la Constitución de 1811, menciona a la Sociedad Patriótica y a Bolívar como “modelo de elocuencia parlamentaria”. Por consiguiente, la gesta independentista será fruto de tales esfuerzos de institucionalización.

A 137 años de la declaración independentista, “Venezuela está afanada en lograr afianzar las conquistas económico-sociales que demanda la hora actual”, superando las etapas de “nuestra lenta evolución política” y confiado en que “nadie escapa a la fuerza de las ideas”. Espino hace suyo el llamado a la concordia del “ciudadano Presidente Constitucional de la República”, un importante acento, que significa unidad del “corazón y esfuerzo” como “hicieron los congresistas del año 11”, garantía de la “conjunción de nuestros pensamientos, la unión armónica de nuestras voluntades, y así haremos obra grande”. Empero, no hizo referencia alguna a las Fuerzas Armadas, clamando – galleguianamente convencido - “por hallar el término medio, el punto preciso y la razón misma de las decisiones en que todos nos acordemos”.

Del senador Espino no contamos con noticia alguna, incluyendo el diccionario histórico de la Fundación Polar y la consulta hecha a personas amigas. El órgano de divulgación acciondemocratista tampoco lo favoreció en su reseña del 6 de Julio, por lo que, excediéndonos, sin pretender descalificarlo, hecha la confesión a la plenaria, quizá al seleccionarlo el presidente Rodríguez aspiró a la mayor prudencia posible para la estelar tribuna, o dirimió de esta manera las aspiraciones de otros parlamentarios de la mayoría, caracterizados por su pasión, audacia e independencia de criterio. Valga la coletilla, al principio, creímos la selección como una deferencia hacia el buró sindical de Acción Democrática, pero al parecer se trató de un célebre oftalmólogo fallecido por 1960, gracias al dato que tuvo a bien suministrarnos Román José Sandía.

MEJIA

Prolongándose por una hora y media, la sesión del 5 de Julio de 1953 contó con la presencia del ministro de Relaciones Interiores, Laureano Vallenilla Lanz, en representación del gobierno nacional, “recibido con el ceremonial de estilo entre estruendosos aplausos”, según el Diario de Debates, y la de una “brillante representación de las Fuerzas Armadas Nacionales”, de acuerdo con el acento colocado en el acto. Conforme a la novísima Constitución, apuntemos el inicio de una larga transitoriedad de la que es fruto el Congreso Nacional, el cual ha de coadyuvar a la legitimidad que intentó la Asamblea Nacional Constituyente.

Introduciendo el acto, el senador-presidente Carlos R. Travieso estimó que la Declaración de Independencia “debía afirmar en la conciencia de los venezolanos el avance de libertad y democracia predicado por los patricios del 19 de abril”. Celebrando el primer gobierno democrático de la ”América Española”, la “fecha de hoy constituye punto culminante en las ceremonias de la ‘Semana de la Patria’, como una realización venezolanista destinada a mantener y fomentar, cual llama inmarcesible del recuerdo, el fervor patria [SIC] hacia los gestores de la nacionalidad, a quienes debemos patria y libertad”.

Concluyendo su provisionalidad, el coronel Marcos Pérez Jiménez es ratificado ya como presidente constitucional de la República, y, a la vez que comienzan a materializarse los grandes planes de interés público, ha tenido éxito en la represión de los sectores opositores. La Semana de la Patria congrega a más de cien mil empleados públicos, a propósito de las festividades oficiales, y, al otro lado del mundo, la muerte de Stalin aproximadamente coincide con el armisticio coreano, acuñando otra etapa de la guerra fría.

Orador central, el senador Alfonso Mejía (por cierto, sólo se dirige a sus colegas parlamentarios), realza la Declaración como el “acto más audazmente valiente de Congreso alguno en nuestro país”. Y recalca el sacrificio que refrendaron los rebeldes, respondiendo el pueblo con nobleza hasta sembrar los huesos desde el Caribe hasta La Plata.

Nota de interés por la definida inspiración positivista del régimen, reconoció a la “América India” enfrentada al “prejuicio racial de un pueblo de presa”. Y “en este encuentro irreconciliable de principios, llevados al teatro de la contienda bélica, hallaron una muerte gloriosa, no sólo muchos de los gestores del acto emancipador, sino también una gran mayoría del pueblo venezolano (…) grandeza de un pueblo, cuya gloria nadie podrá arrebatarnos, porque está escrita en páginas imperecederas, como la mejor ofrenda del desinterés del músculo viril y del alto pensamiento venezolano”.

Yendo más allá de su “pensamiento mesiánico”, manifestará: “En el caso de Venezuela, un acto como éste quedaría incompleto, sin verlo prestigiado, con el recuerdo filial a la memoria de nuestro Libertador, pues resultaría inconcebible la contemplación de nuestro sistema planetario, ignorando la existencia del Sol. Toda la historia procera de Venezuela recibe su esplendor de las irradiaciones geniales de nuestro Héroe Máximo, de ese gran cruzado de la Libertad, surgido de las entrañas de este suelo venezolano, cuya grandeza al dilatarse con el tiempo ha dejado de ser nuestro para convertirse en una figura universal. Que nos sirva de brújula en defensa de los fueros de nuestra nacionalidad, la doctrina política y social y la sinceridad republicana de ese gran apóstol y mártir, que víctima de la anarquía y de la ingratitud de los suyos bajó al sepulcro en Santa Marta, legándonos con su gloria, el deber ineludible de hacernos dignos de grandeza eterna”.

Dos factores relevantes explican también el discurso de Mejía, pues, por una parte, señala las “sobresalientes condiciones de hombre de Gobierno (…) digno del elevado cargo que desempeña”: Pérez Jiménez, de quién – además – subraya su condición de “militar de escuela, formado en las recias disciplinas castrenses”. Y, por otra, reconoce abiertamente que “ha sido al amparo del calor tutelar de su Institución Armada como nuestra Patria ha podido esquivar asechanzas y marchar al futuro en busca de su noble destino”.

A 142 años de la declaración independentista, “el momento es propicio para unir esfuerzos y formar un frente común que permita al Congreso, dentro de normas legales, colaborar con el Gobierno Nacional en su patriótico empeño de transformar a Venezuela en una nación que tenga vida propia, y pueda enorgullecerse de ser dueña de sus propios destinos”, añadiendo que la humanidad afronta el dilema entre la corriente materialista, comunista y totalitaria de oriente, y la espiritualista, anticomunista y democrática de occidente, reconocedora de la dignidad humana y procuradora del mayor bienestar moral, material e intelectual. Ha invocado el equilibrio, frente al extremismo político que debe ser sofrenado, a favor de la justicia social y el orden.

Apenas comienza el período constitucional para quien tardará cuatro años y medio en abandonar el poder, convirtiendo en realidad muchas de las obras públicas que supo convertir en un sello propio, así fuesen planificadas en los lustros o décadas anteriores. Comienzo que impone la cautela de sus colaboradores más y menos cercanos, en un esfuerzo de reacomodo sistemático.

(BREVÍSIMO) TRAVIESO

Fecha insospechadamente clave, orientado el régimen a la plebiscitación segura del ahora general de división Pérez Jiménez, el 5 de Julio de 1957 tuvo por orador central al senador Carlos R. Travieso, aunque desafortunadamente no logramos acceder al texto. A juzgar por la reseña del diario El Nacional, Caracas, cuya edición del siguiente día únicamente reprodujo una fotografía firmada por García.

Definitivamente absorbido por la Semana de la Patria, pródiga en diferentes actos escenografías, expuestos profusamente en los magazines de entonces, colegimos que el Congreso cumple con un trámite formal y adicional. Valga la digresión, salvando las distancias, solamente será precursor del llamado “Congresillo” que resultó de la Asamblea Nacional Constituyente de 1999.

PÁEZ PUMAR

Prolongándose por una hora, la sesión del 5 de Julio de 1959, contó con la presencia del presidente de la República, Rómulo Betancourt, electo en libres comicios. Suscrito a finales del anterior año por las organizaciones políticas de mayor votación, el Pacto de Punto Fijo literalmente ensayaba un camino sin precedentes en el país.

Introduciendo el acto, el senador-presidente Raúl Leoni subrayó la importancia de “salvaguardar la obra reparadora y constructiva del gobierno de coalición, ejemplar fruto de la unidad nacional”, y a sabiendas de las “vastas multitudes que engrosan las filas de los partidos que participan en nuestras luchas políticas, particularmente (…) aquellos que integran la coalición gubernamental”. Por lo demás, un dato que sorprenderá a las nuevas generaciones del presente, asegurará que “los partidos siguen siendo intérpretes de este estado de conciencia nacional y por lo mismo listo siempre para la acción unitaria en defensa de la constitucionalidad democrática”, pues, los hay inadaptados, propugnadores del regreso de la dictadura y la corrupción; en definitiva, “industriales de la conspiración”.

El orador central, dirigente socialcristiano de comprobada vocación intelectual, fue el senador Mauro Páez Pumar, quien – respecto a 1811 - señaló que “tras dos días de deliberaciones, que serán siempre ejemplo permanente de cordura y sereno análisis” surge “ese catedrático Congreso”, cuyos miembros fueron “elegidos por sufragio”. La “Venezuela republicana, autónoma y brujuleante”, está fundada en el mestizaje iniciador: “De ese crisol forjador de la nacionalidad étnica, donde la sangre del conquistador, integrada por arterias ibéricas, fenicias, romanas y pigmentaciones moriscas, se entrecruzan con los cabellos lacios y la piel oliva del aborigen; y en arcilla negra de la Costa de Oro modela un grupo racial nuevo, libre de complejos somáticos, apto para colmar plenamente el concepto filosófico, igualitario, del ciudadano”.

Aboga por la “tolerancia, comprensión, dinamismo y buena fe” para construir el “edificio del progreso y la justicia social”, ya que “nadie puede poseer la exclusividad de la razón y la inteligencia”. Acotemos, pluralismo ideológico que fue pertinente invocarlo en la naciente democracia representativa de masas.
Asume a Bolívar como el “ideal y verdadera fusión del poder civil y del poder militar”, en el fragor de una gesta independentista que fue consecuencia de una experiencia y de un ideario, acumulados. “Imperativo del pasado, necesidad del presente y exigencia del futuro”, exaltó la unidad d los venezolanos elevando su plegaria por el desarrollo del programa de Punto Fijo.

Entenderá a las Fuerzas Armadas en el marco de la unidad nacional, precisando como año de origen a 1743, cuando las milicias criollas derrotaron en La Guaira y Puerto Cabello al británico invasor, en lugar de 1808, “como tantos autores afirman”. Sin duda alguna, la pieza oratoria revela al estudioso de la historia.
Páez Pumar manifestará, versionándolo con motivo de la fecha, el compromiso coherente de la co-gobernabilidad, si nos permitimos el término. Y, siempre es necesario anotar, capaz de soportar no sólo la sistemática conspiración y sublevación de las extremas derecha e izquierda de entonces (por cierto, nada literaria), cumplimentada la guerra fría en este lado del mundo con el difícil proceso iniciado en Cuba.

(*) Referencias: Gaceta del Congreso de los Estados Unidos de Venezuela, Caracas, mes IV, nr. 7 del 22/07/48 (taquígrafos: Rafael Maldonado y Luis Cherubíni); Gaceta del Congreso Nacional de la República de Venezuela, III, 21 del 20/07/53 (Hipólito Acosta Merlo); Gaceta del Congreso de la República de Venezuela, VII, 31 del 05/07/59 (Hipólito Acosta Merlo y Marielena de Romero). Cfr. El País, Caracas, 05 al 07/07/48; El Nacional, 06/07/57; Elite, nr. 1659 del 13/07/57; y Sociedad Venezolana de Oftalmología: http://www.svo.org.ve/acerca.php

Fuente:
http://www.noticierodigital.com/2012/07/lejanias-del-5-de-julio/
http://www.noticierodigital.com/forum/viewtopic.php?t=880903

Ilustración: La tomamos en una ocasión de Facebook, orbitada por Jorge Peña, quien ha tenido la gentileza de referirnos: "Fué diseñado por el primer diplomático Británico en Venezuela Sir Robert Ker  Porter, encomendado por un miembro del congreso ( Manuel Felípe Tovar) en Marzo de 1836. Hizo entrega formal del boceto a principios de Abril de ese mismo año y el artista Carmelo Fernández, fué encargado de hacerle algunos cambios que tuvieron a bien hacerle a pedido de algunos miembros de la cámara. Supuestamente dicho boceto, se encuentra ( o encontraba) en el archivo histórico del fenecido congreso de la república".

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