domingo, 15 de julio de 2012

ELECTRO

EL UNIVERSAL, Caracas, 24 de Junio de 2012
Los propósitos del corazón
Pasó por mi vista el más escandaloso despropósito que haya leído desde la lejana infancia
ELÍAS PINO ITURRIETA 

Uno vota, después de leer los programas de gobierno de los candidatos? Habitualmente no es así en el caso de quien escribe, que se presenta ante la máquina captahuellas con una idea superficial de lo que ofrecen por la felicidad de la patria. Mala cosa, porque uno debe atenerse a las propuestas para efectuar un sufragio consciente, o para molestarse después con fundamento frente al incumplimiento de las promesas. Para corregir el defecto acudí al programa lanzado por el Corazón de la Patria y aprendí mucho: pasó por mi vista el más escandaloso despropósito que haya leído desde la lejana infancia. De allí confirmé, no sólo la intención de viajar en el autobús del progreso sino también la obligación de sugerir la cuidadosa revisión de ese programa mediante el cual pretende enseñorearse el continuismo. Varias preguntas ineludibles brotan al concluir la consulta, aparte de las numerosas que se plantearán los desocupados lectores si se aventuran en las deplorables páginas; pero, de momento, tal vez lo más instructivo sea la copia de aquello que me pareció más digno de atención.
El objetivo V del programa del Corazón de la Patria, por ejemplo. Anuncia en sus inicios: "Preservar la vida en el planeta y salvar a la especie humana". Sucede que después de enterarme de la ambiciosa y respetable meta pasé casualmente frente a la morgue de Bello Monte, motivo por el cual, y pese a que ya venía dudando de lo que acababa de desfilar frente a mis ojos, creció la duda y en breve la duda se transformó en indignación. El palpitante corazón que no ha podido, en una década larga de gestión, ocuparse de la preservación de la vida de sus gobernados, sino que, por el contrario, ha presenciado el incremento de la criminalidad y la multiplicación de la impunidad de los criminales sin siquiera parpadear, ahora, cuando pretende permanecer en el Gobierno, se afanará en conservar el ciclo vital del género humano. Si hubiera tenido yo la necesidad de acudir después a los servicios médicos que dependen del sector público, seguramente la cavilación y la molestia hubieran cundido en mi contorno.
Luego, sin salir del asombro, repasé el objetivo III del programa del Corazón de la Patria. Ya lo había conocido, pero la sensación producida por la lectura de lo anterior me hizo volver a su contenido: "Convertir a Venezuela en un país potencia en lo social, lo económico y lo político... ", anuncia. De inmediato, mientras trataba de esquivar los cráteres que adornaban la calle, pobló mi memoria un repertorio de carestías en el ramo de la producción agrícola y en la provisión de alimentos, una caravana de solicitudes sin destino en el área de la producción farmacéutica, un inventario orientado a la nada en el área de los servicios que el país había alcanzado en la segunda mitad del siglo XX y que ahora se han visto condenados a la desaparición; la reminiscencia de los tratos de los partidos políticos y de la convivencia cívica que a duras penas habíamos alcanzado y de los cuales apenas quedan contados testimonios. Seguramente volvieron otras evocaciones, pero el atropello que produjeron hace difícil que las
epita ahora, cuando siento cómo la realidad desmiente la desbocada imaginación de los redactores del programa del Corazón de la Patria, en el caso de que se trate del ejercicio de imaginación un comando de campaña y no del intento deliberado de engañar al prójimo.
Los objetivos comentados guardan relación con el más importante de ellos, señalado con el número I en el programa: "Defender, expandir y consolidar el bien más preciado que hemos reconquistado después de 200 años: la Independencia Nacional". Ahora la lectura no me conmovió. Simplemente me llevó a recordar que ya los adecos de 1945 habían proclamado la Segunda Independencia y que, poco antes, un intelectual prestigioso y entusiasta había comparado el Plan de Barranquilla con el Acta fundacional del 5 de julio de 1811. Nada de particular frente a demasías anteriores, más de lo mismo si se hacen analogías con otros alardes del pasado, concluí, aunque no dejaba ese Objetivo I de enmendarle la plana a Bolívar debido a que consideraba a su hazaña como una obra defectuosa que ahora iba a completar el Corazón de la Patria porque no lo completó el Plan de Barranquilla ni tampoco los revolucionarios del octubrismo. En todo caso, este pleito debería librarlo el Libertador y no un escribidor dominical.
La lectura del Programa del Corazón de la Patria deja muchas lecciones. Por eso recomiendo que no dejen de echarle un vistazo, pero no sólo porque pone al descubierto un propósito de engaño sin parangón en la historia de Venezuela. No es un asunto que deba preocupar, debido a que se estrellará necesariamente con el desmentido de lo concreto ante una burda falsificación o ante un plan sin asidero creíble. De allí que seguramente sean pocos los incautos que caigan en una red tejida de manera tan burda, a menos que la credulidad y la ingenuidad de los electores sean otro aporte del designio continuista. ¿Qué debe preocuparnos, entonces? Debemos preocuparnos por los redactores del programa. Me huele que creen en todo lo que escribieron, que juran por la verosimilitud de la oferta y por las virtudes de quien las llevará a cabo. De otra manera no se entendería la capacidad de trastocamiento de la realidad y de proposición de engañifas que han desarrollado sin rubor.


Fotografía: Correo del Orinoco, Caracas (15/07/12)

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