EL NACIONAL - Sábado 12 de Mayo de 2012 Papel Literario/2
Remanentes
IGOR BARRETO
Hace ya varios años, crucé un día la avenida Sucre, serían como la 4 de la tarde, y en la acera de enfrente justo en la entrada del Parque del Oeste se hacían unas reparaciones. Unos obreros con sus taladros seccionaban la acera en pedazos, de tal forma, que los trozos de concreto parecían pequeños cubos de azúcar, abandonados a la incandescencia vespertina.
Un poema largo, leí en el célebre ensayo de Poe, es una suma de textos breves, como lo confirmaba también el testimonio urbano de la acera de enfrente.
El poeta y pintor Alfredo Herrera hizo lo propio con su último libro titulado Remanentes: un largo "poema de viajes" a la distante Suecia y Polonia, un álbum de fotografías verbales y escuetas anotaciones memoriosas.
En el libro hay un tratamiento reverencial hacia personas y cosas, la carretera y sus motivos, la enfermedad y los ancianos, el paisaje y la presencia erótica de las nórdicas. Se trata de un relato hecho a trancos, mediante saltos elípticos, y un uso contínuo de la descripción en tiempo presente que acercan esta escritura a las maneras propias de un guión cinematográfico. Personalmente me recordó la definición de este género que hace Pasolini, como "una estructura que tiende hacia otra estructura", el guión sería entonces, un relato verbal que necesita ser completado con la realización cinematográfica. Pues aquí, ocurre algo parecido, por el apego desidido a la imagen y la sensación permanente de estar frente a un "proyecto" que requiere de nuestra imaginación, de nuestra capacidad evocativa, para lograr completar el sentido final de la escritura de los poemas de Remanentes. Cada estrofa, cada fragmento, pareciera simular una "toma" o una "secuencia" cinematográfica, pequeñas unidades que impulsan la narración de este viaje literario.
El ojo del poeta panea o se desplaza en un traveling o realiza un repentino zoom sobre detalles y situaciones. La lectura del libro impulsa desde varios angulos esta posible paralela con el lenguaje del cine, que es un lenguaje globalizado, que acerca realidades muy disimiles, a veces marginales o recónditas. La lectura de estos poemas ofrecen la ocasión de un contacto cotidiano con un mundo extraño.
Y dicha aproximación se realiza (tal y como lo dicen algunos de sus versos) mediate un procedimiento: "Las imágenes extraordinariamente rápidas / las detengo con la voz" (p. 34).
Imágenes veloces detenidas con la fuerza indibidual de una voz neutra.
Un viaje de características distintas al emprendido por Remanentes, es el viaje romántico de Nueva York a Caracas que en 1876 realiza el poeta Juan Antonio Pérez Bonalde. El viajero venezolano del siglo XIX va desde el mundo anglosajon hasta el mundo castellano y arborescente de Venezuela.
Hay en la travesía de Bonalde una lírica recuperación de la identidad perdida, de un universo armonioso y elemental, marcado por la alabanza y la idealización. Mientras que, esta travesía de Alfredo Herera, se dirige al extrañamiento que provoca otro territorio y otra lengua (la lengua sueca). Sin duda, el viaje contemporáneo de Alfredo Herrera es un viaje realizado a la luz de la conciencia y no tanto de las emociones que embargan el periplo del viajero romántico. No hay asomo de idealizaciones, sino un tono ajustado a la significación cotidiana de las cosas que va describiendo o relatando. Al respecto pareciera optar por: "La exaltación de lo natural cotidiano / como una historia más poderosa / que la oficial" (p. 18). Una historia relatada sin pretenciones líricas. En definitiva, los dos viajes representan direcciones distintas y actitudes distintas. Aunque, ambos recorridos hablen del desarraigo y la indefensión que padecen los escritores.
Volviendo a los fragmentos (o remanentes poéticos) que contiene el libro, estos exploran las modalidades del género breve: desde la sentencia hasta el aforismo. Se trata de un libro escrito desde la imposibilidad del poema de largo aliento: "¡Basta ya de escribir poemas brevemente! // Pero el poema de largo aliento / enterrado en un terraplén desde hace largos años / no se me aparece" (p. 31). Entre estas formas de la brevedad, resaltaría las versiones contemporáneas del hayku, que en uno u otro momento aparecen en el texto. El poeta, como un lector de Góndola fúnebre de Transtromer, o una suerte de Takuboku moderno, escribe unas cuantas versiones del hayku especialmente llamativas: "Ya escuchamos el rumor del bosque / Ahora me pregunto / ¿qué debemos hacer?." y otro: "¿Triunfará mi cámara Leica / cuando el mar / me conmueva?".
Al final de este viaje, en un último remanente, el poeta pareciera revelarnos el sentido eterno de su desarraigo: "Última imagen // Ciclistas antitiempo". Remanentes es, en cierto sentido, una "elegía triste," como aquella del famoso destierro latino. Es un poema escrito desde la "tristeza personal". "Así como mi estado es lamentable, así es mi poesía", decía Ovido.
Este libro de Alfredo Herrera se erige para mí como lector, en un libro que no dudaría de tildar de singular en la poesía venezolana. Me sorprende su arrojo y modernidad al abandonar una perspectiva convencional de lo poético. Su autor asume riesgos y elige el lugar más incómodo para escribir: siempre al margen de la poesía supuestamente culta y trascendente, esa que que parece estar destinada al énfasis operático.
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