Mi hijo, el emigrante
Luis Barragán
Recientemente, un diario de circulación nacional trajo un texto de nostalgia y reflexión que tan justamente homenajeó a Vicente Gerbasi, el emblemático poeta venezolano. Su hijo, Gonzalo, reportó más extensamente lo que fue para nosotros un hallazgo casual y para todos es una constatación: una feria del libro de tiempos ya remotos, como la nada fácil circunstancia de buscar futuro allende las fronteras.
Meses atrás, encontramos y disfrutamos una fotografía protagonizada por el estadounidense Waldo Frank, visitante de la Primera Exposición del Libro Venezolano en México organizada por Pedro Beroes, Fabbiani Ruíz y Vicente Gerbasi, publicada originalmente por la revista caraqueña “Elite” (13/02/37). Nos preguntábamos en torno a la iniciativa y, sin saberlo, Gonzalo respondió más tarde con la odisea: por autobús, barco y tren, los desempleados venezolanos llevaron las cajas repletas de impresos y, siendo un sensible lector el oficial carcelero de un pueblo fronterizo, lograron salir en libertad y obtener la visa para hacer la noticia en Centroamérica. Empero, nos conmovieron otras palabras:
“Aquí estamos presentes sus hijos con nuestros respectivos cónyuges y algunos de sus nietos y bisnietos. Los que faltan están en otras tierras lejanas, al amparo de la seguridad y de un futuro más provisorio o por lo menos de un futuro”.
Posiblemente, no hay precedente alguno en nuestra vida republicana sobre la emigración masiva de venezolanos. Son variadas la cifras que incluyen al recurso humano calificado, añadidos los que – por ejemplo – pueblan a Europa regando las sospechas de una nacionalidad obtenida al calor de los comicios de ésta década, pues, luego de cumplir con el pacto subrepticio del sufragio, se hicieron del pasaporte y simplemente se largaron para seguir el intricado y particular camino hacia un futuro que tampoco lo facilitaba el nacer realmente hacia el sur del continente: sobran los testimonios.
Nos permitimos tres observaciones rápidas respecto a una situación que ya ejercerá su peso, porque el país sometido a un riguroso control de cambio sabrá también – aplaudiéndolos – de los dólares y euros que llegarán – bolivarizados – producto de lo que puede llamarse la exportación neta de familias enteras que ayudarán a los que se quedaron. Deseando un debate, enunciamos: el chequeo relacionado con la naturaleza del régimen, el imaginario social de la emigración y su satanización.
Elemental, si en nuestro país hubiese atisbo de un futuro promisorio, sumada la seguridad personal, no habría nadie que desease cruzar sus límites y probar suerte en otras patrias, a veces, completamente desconocidas. Puede decirse de una huída, pero – importa reconocerlo – también de la natural y afanosa búsqueda de oportunidades al tratarse de un deber fundamental: los hijos, verificada la naturaleza de un régimen que hace y hará de ese deber una aventura.
Obviamente, nos haremos una idea colectiva del inédito fenómeno, como ha ocurrido con otras naciones, realzando la vocación emprendedora, las habilidades demostradas y las capacidades probadas de aquellos que no lograron realizarse en esta tierra. Para quienes hemos optado por quedarnos, reafirmando un modesto compromiso de lucha, aspiraríamos a diseñar otra meta programática: la repatriación voluntaria.
Idea que, igualmente, puede verse contaminada por la conducta negativa y negativista de los nuevos emigrantes, sobre todo la de aquellos descarados oportunistas, los que reniegan de la Venezuela que – por lo menos – los educó, y – por lo general – ligados de un modo u otro al régimen, lo que les permite pasearse constantemente por el mundo con los bolsillos repletos de divisas, adquirir en subasta excelentes y excepcionales vinos, y – corre el rumor – comprar una vivienda en las más exigentes capitales – preferiblemente – europeas y estadounidenses como elemental medida de previsión ante una caída del chavezato. Y éste, mientras tanto, intentará satanizar a los buenos padres de familia consagrada la acusación: apátridas.
Descendientes de italianos que buscaron y consiguieron el futuro en una ya lejana Venezuela, el primo de María Efe se ha ido con su esposa a Australia, harto promotora de sus bondades. Seguramente compartirán con el violinista Henry Avila, entre otros músicos venezolanos residenciados en Sidney, y no sorprenderá que pasen los años y lean a sus muchachos un poema: “Mi padre, el inmigrante”.
Fuente: http://www.noticierodigital.com/forum/viewtopic.php?t=799633
Coletilla migratoria
Luis Barragán
Agradecemos los mensajes electrónicos recibidos a propósito del artículo “Mi hijo, el emigrante”, incluyendo tres disidentes. Estos, para resumir, opositores al régimen, señalan como traidores a los venezolanos que se fueron a vivir en el extranjero. Y, por lo pronto, consignamos tres observaciones.
Una, la confusa idea que se tiene de la identidad nacional apelando al Bolívar de Chávez (básicamente, el mismo de Guzmán Blanco o López Contreras), para … combatirlo. Importa reconocer también un anclaje en el siglo XIX de los “antichavistas” que, en última instancia, revela la pobreza del debate cultural de la alternativa opositora.
Otra, si bien es cierto que la emigración debilita la lucha democrática en el país, por ejemplo, con los médicos que le dan la espalda al gremio y huyen (aunque la “huída” dijimos aclararla en el aludido artículo), no menos lo es que, habitando esta nación día a día, hay quienes huyen cerca de nosotros, parafraseando los versos de Cecilia Ortíz. No es – precisamente – un derroche de convicción, entrega y eficacia de muchos de los que se quedan en el país, aletargados y temerosos, el que autoriza la estigmatización moral y política de los que se han ido.
Finalmente, toda la ineficacia y estigmatización puede imputarse a un liderazgo político confundido (“¿para qué coño los partidos?”, refieren). Empero, tratamos de un señalamiento relativo, porque los partidos han hecho un esfuerzo y, valga acentuarlo, resultan desleal y fuertemente competidos por los medios impresos y audiovisuales que hoy sintetizan ese liderazgo.
Fuente:http://www.noticierodigital.com/forum/viewtopic.php?t=801297
Fotografía: El escritor estadounidense Waldo Frank, visita la Primera Exposición del Libro Venezolano en México, organizada -entre otros - por Fabbiani Ruíz, Pedro Beroes y Vicente Gerbasi. Fotografía de Elite, Caracas, del 13/02/37, reproducida en: Elite, Caracas, nr. 1806 del 07/05/60.
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