NOTITARDE, Valencia, 6 de Mayo de 2012
Quien permanece en cristo da fruto (Jn. 15, 1-8)
Pbro. Lic. Joel de Jesús Núñez Flautes
El evangelio de este domingo nos presenta un símil donde Jesús se compara con la vida: "Yo soy la vid y ustedes son los sarmientos" (las ramas).
Jesús en el texto del evangelio que hoy se nos propone para nuestra meditación, se compara a si mismo con una mata de uva (en la cultura israelita la imagen de la vid es muy conocida) y a sus seguidores los compara con las ramas. Así como la rama del árbol para mantenerse verde, echar flores y dar frutos, necesita nutrirse de la sabia del árbol, así el cristiano para dar frutos de fe, esperanza y amor, necesita estar unido a Cristo que es la Vida, la manifestación del Amor de Dios al mundo. La vid, el árbol le da armonía a las ramas, las mantiene unidas; así Cristo mantiene unidos a sus discípulos, le da sustento, fortaleza y vitalidad a su Iglesia, a la Comunidad de los que creen en Él y lo siguen.
El evangelista Juan destaca en toda la narración del texto que hoy nos ocupa el verbo "permanecer". El cristiano necesita permanecer unido a Cristo, estar vinculado a su persona, vivir en una unión estrecha con Él, lograr una perfecta comunión para poder nutrirse de la fe, la esperanza y sobre todo el amor. El cristiano que se desvincula de Cristo, que no busca estar todos los días unido a Él, que se distrae en otros intereses, que se aparta de la comunión con Dios y con los hermanos de fe, le sucede como a las ramas que se secan, que sólo sirven para cortarlas y echarlas al fuego. Si el cristiano quiere una vida firme, llena de alegría, paz, plenitud y amor, necesita estar unido estrechamente al Señor y sólo así podrá dar frutos y lograr que otros se nutran y encuentren también en Cristo la razón que le da sentido pleno a su existencia en este mundo.
En el Antiguo Testamento la vid era símbolo del Pueblo de Israel, de hecho los historiadores afirman que en el Templo de Jerusalén había una enorme vid de oro con racimos grandes. Ahora, en el Nuevo Testamento la vid, por boca de Jesús, representa a la Iglesia, cuya cabeza es Cristo y el cuerpo son todos sus discípulos (pastores y fieles).
El cristiano necesita aprender que sin Cristo no puede hacer nada y no puede dar fruto abundante; por el contrario, si permanece en Cristo puede pedir lo que quiera y lo alcanzará; la cosecha siempre será rebosante y tendrá la capacidad para superar las adversidades y alcanzar sus buenos proyectos. Con Cristo el discípulo siempre sale vencedor y logra la victoria, sin Él se agotan las fuerzas, se pierde el horizonte y se seca la vida. El cristiano que permanece en Cristo no sólo da fruto abundante, sino que da gloria a Dios Padre por ser un discípulo fiel y un auténtico hijo de Dios.
Los cristianos católicos que continuamente estamos planificando la pastoral, que organizamos eventos, que nos agrupamos en movimientos apostólicos, que hacemos proyectos parroquiales, que hablamos de misión y evangelización; necesitamos entender que no habrá una auténtica pastoral, que logre frutos de santidad, sino aprendemos a estar a los pies del Maestro, si no dedicamos tiempo para un rato sereno y tranquilo de oración, si no buscamos un tiempo para estar de rodillas ante el Sagrario, donde está la presencia viva de Jesús que se ha quedado con nosotros en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía. Las palabras del Señor hoy: "Sin mí no pueden hacer nada", nos deben recordar siempre que cualquier planificación o movimiento en la Iglesia necesita partir siempre de una íntima sintonía con el Señor, lograr espacios para que juntos busquemos estar con el Señor, orando, meditando su Palabra, reflexionando su Buena Noticia; sólo así podremos proyectar el trabajo y sólo así podremos dar frutos; porque la obra buena en la Iglesia no depende de nosotros; todo es por gracia de Cristo, de sus dones, del Espíritu Santo que nos regala cuando lo invocamos y buscamos con fe.
Dar fruto en definitiva significa vivir en la fe y en el amor que son los distintivos de un verdadero discípulo. Fe y amor van de la mano, son regalos de Dios que nos otorga cuando vivimos unidos a Él y que se expresan en nuestras obras buenas.
IDA Y RETORNO: Desde aquí queremos brindar nuestro apoyo al Cardenal Jorge Urosa, que en los días santos afirmó en la homilía de una santa misa que no se puede ser cristiano católico y santero a la vez. Sin ir en contra de la libertad de culto; el Cardenal hizo un llamado a vivir con radicalidad nuestra fe cristiana, sus valores, sus principios. Nadie puede ser magallanero o caraquista al mismo tiempo, o ser chavista o de la oposición a la vez. El católico tiene una identidad, cree en un solo Dios revelado en Cristo y el santero cree en varios dioses africanos. Que lamentablemente utilicen nuestros signos católicos para adorar sus dioses, no debe confundir a un verdadero católico. Hoy, más que nunca, necesitamos vivir nuestra fe y dar testimonio de una vida auténticamente cristiana. Cada quien en su lugar, respetando.
Ilustración: Sigfredo Chacón
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