miércoles, 2 de mayo de 2012

NO HAY UN SACRO TRATADO

EL NACIONAL - Lunes 30 de Abril de 2012     Opinión/11
Libros: Raoul Vaneigem
NELSON RIVERA

En los mismos días en que su amigo Guy Debord publicó La sociedad del espectáculo (hay numerosas ediciones en nuestra lengua), Raoul Vaneigem (Bélgica, 1934) publicaba su famoso Tratado del saber vivir para uso de las jóvenes generaciones.

Eran los días en que la llamada Internacional Situacionista vivía su auge. Hasta que en 1970, por desacuerdos políticos, Vaneigem la abandonó para dedicarse a la vida universitaria como profesor de literatura y dar inicio a un proceso de maduración de su ideario casi inclasificable, ubicado en un punto donde un cierto socialismo, una voluntad libertaria y una actitud de repulsa permanente en contra de todo autoritarismo, lo han convertido en una voz peculiar de los asuntos de nuestro tiempo.

Nada es sagrado, todo se puede decir (Editorial Melusina, 2011) tiene un aire de panfleto, como si su intención fuese lograr que los lectores repitan sus fórmulas.

Venaigem ensaya aquí una hipótesis controversial: que "no hay un uso bueno o malo de la libertad de expresión, tan solo un uso insuficiente". A la libertad de expresión corresponde exigirle que cree condiciones que hagan posible su uso ilimitado.

Si la libertad de expresión es el recurso privilegiado de la lucha en contra de las tiranías ("La tolerancia absoluta de todas las opiniones ha de basarse en la intolerancia absoluta de todas las barbaries"), también esa libertad de expresión ha sido sometida bajo diversas modalidades: enfoques estrechos, determinados o delimitados; efectos estéticos como la reiteración o la manipulación de emociones que es el truco repetido de los guionistas; el abuso de los usos mercantilistas. Contra estas distorsiones, Venaigem sostiene: el camino es más libertad de expresión. La reivindicación de pensarlo, verlo, decirlo y escribirlo todo, es la fuerza necesaria que se opondrá a los que se proponen "matar, atormentar, maltratar, oprimir, forzar, hacer padecer hambre, explotar".

En su visión anticlerical (no estoy seguro de que `anticlerical’ sea la palabra más adecuada), Venaigem dice, sin titubeos: nada es sagrado, lo que sacraliza mata. De la adoración surge el niño tirano, la mujer objeto, la vida convertida en una abstracción. Y añade: "Ninguna verdad merece que nadie se arrodille por ella". O "una verdad impuesta por la fuerza es una verdad que se corrompe". O "ningún secreto puede limitar la libertad de expresión en lo tocante al interés público". O "el secreto médico compete a una relación personal entre el médico y el paciente. Por el contrario, la discreción ya no es de recibo cuando un hombre público la reivindica para ocultar a los ciudadanos que, a sabiendas, los engaña y les miente. En este caso, ya no es el deber de reserva lo que se discute sino el fetichismo del secreto".

No hay comentarios:

Publicar un comentario