domingo, 6 de marzo de 2011

KADAFIANOS


EL NACIONAL - Domingo 06 de Marzo de 2011 Siete Días/7
De ratas y otros opositores
TULIO HERNÁNDEZ

No podía ser más previsible la reacción del desalmado que somete a Libia ante la evidencia de que una buena parte de los ciudadanos de la nación a la que subyuga le odian tanto que, aun a sabiendas de su emocionalidad asesina, egolatría sin límites y pasado terrorista, se atreven a arriesgar sus vidas protestando en las calles con tal de liberase de su oprobiosa dictadura.

Gadafi, un narciso estrafalario con una larga cifra de muertos en su haber, no ha hecho por estos días otra cosa que ratificar lo que las ciencias sociales de avanzada vienen diciendo desde hace por lo menos setenta años. Que el ejercicio personal del poder sin límites desquicia al ser humano que lo detenta y empobrece espiritualmente a los pueblos que lo padecen. Y que los totalitarismos, no importa si son de derecha o de izquierda, si se erigen en nombre del proletariado o de la defensa del capital, siempre justifican su negativa al diálogo con la tesis de que el cielo que prometen no se puede conquistar porque una minoría de traidores, malos hijos de la patria y embajadores del mal impiden que el reino de la felicidad se haga posible.

Es la razón por la cual esos tiranos, periódicamente, especialmente cuando los pueblos a los que someten intentan encontrar la libertad protestando en las calles, declaran que es necesario deshacerse de quienes disienten porque, en el fondo, esos, los que disienten, no son gente, no son personas, no son humanos. Son animales. Y, además, animales perversos. Alimañas de las que la sociedad que aspira al cielo en la tierra tiene la obligación de deshacerse, moral, política y, si es necesario, físicamente, para que el reino del Bien triunfe.

Por eso no hay que extrañarse que ahora, cuando el pueblo está en la calle reclamando su salida del poder, el megalómano de Trípoli aparezca en la televisión convocando a sus seguidores a perseguir "casa por casa" a "las ratas" que se le oponen.

Es un viejo truco retórico de las lógicas totalitarias. Como no quiero dialogar, como no debo dialogar, porque entonces reconozco a mi adversario, no me queda otro camino que deshumanizarlo. Si el Otro, el que me adversa, no es una persona sino un cerdo, una piltrafa, un bicho, es más fácil que mis seguidores acepten que hay que humillarlo, ofenderlo, agraviarlo, patearlo, apresarlo sin juicio, degradarlo por la radio y la televisión y, cuando sea necesario, matarlo. Como a las ratas.

En América Latina sabemos bastante de esa operación semántica porque muchos tiranos la han utilizado. De las pocas cosas de que me arrepiento en mi vida y por la que muchas veces, desde que Hugo Chávez instauró el término "escuálidos", pido perdón en silencio a las víctimas, es haber utilizado alguna vez el adjetivo "gusano" para referirme a los disidentes de la tiranía de Fidel Castro.

Aunque nunca apoyé ese régimen, porque a pesar de ser de izquierda, cuando aún estaba en el bachillerato tuve la suerte de leerme un libro lúcido de Teodoro Petkoff titulado Checoslovaquia, el socialismo como problema que vacunó a los demócratas de mi generación contra el totalitarismo, tomé ­sin reflexionarlo­ la costumbre de cierta izquierda ucevista de llamar "gusanos" a quienes se oponían al reyezuelo de La Habana.

Y ahora me avergüenzo porque entiendo el sentido profundo de la operación semántica.

Te digo "gusano" para deshumanizarte, para no reconocer tu condición de persona y, por tanto, tus derechos civiles. Te llamo "gusano" para degradarte moralmente, para decirte que ni siquiera llegas a la condición de animal con sistema nervioso central. Como los perros. O como los gatos. Te digo gusano para poder perseguirte sin titubeos, porque eres homosexual, o anticomunista o demócrata.

Y así, como te arrastras, te pateo y te pisoteo con absoluta impunidad.

Mientras escribo estas notas el tirano demente de Trípoli bombardea las ciudades tomadas por los rebeldes y hordas de camisas verdes entran en las casas de probables opositores. Disparan contra ancianas, mujeres y niños. Quien aprieta el gatillo, no ve el rostro de alguien que ama, piensa y cree. Quien aprieta el gatillo sólo ve los bigotillos clásicos y el gesto nervioso de un roedor que, ¡cosa maligna!, no venera a Gadafi.

EL UNIVERSAL, Caracas, 6 de Marzo de 2011
Hugo Chávez y Muammar Gaddafi
FERNANDO OCHOA ANTICH

Hugo Chávez insiste en engañar al pueblo venezolano. Está convencido, que puede mentir y mentir imaginándose que los venezolanos tienen mala memoria. No es tan fácil... Las nuevas generaciones han obtenido una importante formación académica en Venezuela y en el exterior para dedicarse con ahínco a realizar importantes investigaciones sobre nuestro pasado reciente. En estos días, al escuchar en una de sus interminables cadenas que no era posible, por una mínima lealtad con un amigo, aceptar las acusaciones que los medios de comunicación internacionales estaban difundiendo contra Muamar Gadafi, por haber ordenado el asesinato en masa de civiles indefensos que protestaban contra su gobierno, sentí verdadera indignación.

Un jefe de Estado no conduce las relaciones internacionales de su país en razón a ninguna amistad. Las medidas que considere tomar deben ser exclusivamente establecidas para salvaguardar los intereses de su país y de su pueblo. Definir alguna política que tome en cuenta circunstancias ideológicas, de amistad u otra razón que no sean esos intereses nacionales, es traición a la patria. Lo más sorprendente, es que Hugo Chávez piense que sus compatriotas no conocen su vergonzoso pasado de conspirador nacional e internacional. Son varios los libros que, con meridiana claridad, hablan de los compromisos entretejidos entre la conspiración militar y varios países extranjeros, de esos que la izquierda sedicente llaman revolucionarios, pero que en verdad son neofascistas.

Solo con leer varios libros que tuvieron, en su momento, importante difusión, uno queda convencido de esas vinculaciones. No es posible negar lo que dice, por ejemplo, el teniente coronel William Izarra en la entrevista que le hizo Alberto Garrido para su libro: Guerrilla y conspiración militar. Allí acepta haber empezado a conspirar desde 1973. Su primer contacto lo hizo con Douglas Bravo. En Harvard, enviado a estudiar injustamente por la República civil, preparó su proyecto político que se resume en pocas palabras: "Esto hay que cambiarlo y hay que hacerlo por la vía violenta. En ese tiempo hubo grandes logros: El más importante fue el contacto con Douglas Bravo, que a su vez me vinculó con sectores políticos y militares nacionales e internacionales"...

Sorpréndase, mi amable lector, los contactos internacionales eran nada más ni nada menos que permanentes viajes, durante sus vacaciones anuales, a Irak, a Cuba y a Libia. A este último país fue varias veces a entrevistarse con Muamar Gadafi y a recibir recursos económicos para la conspiración. Después creó la Alianza Revolucionaria de Militares Activos que, casi de inmediato, comenzó vinculaciones conspirativas con Hugo Chávez y su grupo. "Douglas me decía: "Tu debes contactar a José María". Después supe que ese era uno de los seudónimos de Hugo Chávez. Pero el contacto con Hugo lo hice a través de Luis Reyes Reyes. Nuestra relación fue de hermanos". Esa misma confesión me la hizo Efraín Visconti para mi libro, con los mismos detalles de los viajes.

La relación de Hugo Chávez con Muamar Gadafi surgió de un gran acuerdo ideológico celebrado hace varios años para establecer en Venezuela, con sus características propias, un régimen similar al de Libia. Los venezolanos no deben ser inocentes. Esa es la verdad. Lean con detenimiento el proyecto de Reforma Constitucional presentado por el chavismo, en 1987, para que se den cuenta de las similitudes que existen entre los dos regímenes. Es imposible olvidar que muchos de los fondos para la campaña electoral de 1998 provinieron del régimen de Gadafi. Sostener, como hizo Hugo Chávez, que las causas de la insurrección popular en Libia son las posibles apetencias imperiales de Estados Unidos por su petróleo, es falsear la realidad.

Las verdaderas razones son: el descontento popular ante la permanencia en el poder por más de cuarenta años de Muamar Gadafi; la creciente corrupción; el incremento de la pobreza; la destrucción de las fuerzas armadas profesionales y su reemplazo por una milicia ideologizada; y fundamentalmente por el genocidio contra la población civil. Aducir que no se condena ese régimen por no conocer los hechos que están ocurriendo en Libia es una gran hipocresía. Hugo Chávez propone una comisión de paz. Ojalá se pudiera negociar una solución pacífica, pero sea cual sea el método de solución de dicho conflicto la única condición inmodificable tiene que ser la salida del poder de Muamar Gadafi y su enjuiciamiento por la Corte Internacional de Justicia.

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