EL UNIVERSAL, Caracas, 3 de Julio de 2012
El olvido de Paul Johnson
Juan sufrió el martirio por proclamar una verdad cuyo eco sigue resonando
JOSÉ MANUEL OTAOLAURRUCHI, L.C.
Paul Johnson catalogó a los personajes más destacados de la historia en tres libros: los creadores, los héroes y los humoristas. El elenco se antoja interesante porque abarca por igual el arte que la política, América que Europa, ciencia que religión. Hay figuras que resultan míticas, como la de Alejandro Magno o Julio César, y fascinantes como Mozart o Miguel Ángel. Aunque Johnson exaltó a Débora, Judit, Sansón y David como héroes egregios de la Biblia, a mi modo de ver se olvidó de uno que no se queda a la zaga y cuya solemnidad celebramos el domingo pasado, san Juan Bautista.
Juan fue un gran profeta como Elías, pues supo reconocer a Jesús como el Mesías, el cordero de Dios que quita los pecados del mundo, y tan mártir con un san Lorenzo que murió asado en carne viva sobre una parrilla encendida; fue grande como hijo de rey y al mismo tiempo humilde como un san Francisco de Asís; fue valiente como David y tan honesto como un santo Tomás Moro.
Se le puede representar austero y hasta desaliñado, pues el evangelio dice que llevaba un vestido de piel de camello y una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre, pero no era un orate sino un líder pues tenía seguidores de especial valía como Andrés, el hermano de Simón Pedro. Andrés dejó a Juan para seguir a Cristo (Jn. 1,40).
Admirable
Juan tenía un corazón noble y valiente, por algo se ganó el mayor de los elogios que haya pronunciado Jesús, que no dudó en afirmar que "entre los nacidos de mujer no hubo ninguno mayor que Juan el Bautista" (Mt. 11,11). Juan es admirable por su rectitud. No cedió ante la vanidad y supo reconocer que él no era el Mesías, que su bautismo era de agua, pero detrás de él venía uno que bautizaba con el Espíritu Santo y a quien no era digno de desatarle las correas de sus sandalias (Mt 3,11).
Juan hablaba con entereza, enseñaba la verdad y debió ser un tipo agradable, nada pedante ni jactancioso, pues hasta el infecto de Herodes lo escuchaba con agrado y sentía admiración por él (Mc 6,20). Sin embargo, por haber denunciado abiertamente el adulterio de Herodías con su cuñado, lo cual era políticamente incorrecto, se ganó la saña y el odio de esta mujer que no descansó hasta ver su cabeza en una bandeja. Paul Johnson podría sacar otro libro con las mujeres más perversas de la historia, se vendería muy bien porque las hay bastantes sanguinarias como Jezabel o Dalila, entre otras.
Juan sufrió el martirio por proclamar una verdad cuyo eco sigue resonando y ya nadie podrá callar.
Ilustración: El Greco,. "San Juan Bautista" (detalle)
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