EL NACIONAL - Domingo 15 de Julio de 2012
El siglo del Boletín, 1912-2012
SIMÓN ALBERTO CONSALVI
No hubo desfile en Los Próceres para celebrarlo. Estas efemérides transcurren preferiblemente en secreto, como un privilegio reservado a quienes también en silencio, y como religiosos, practican el humilde culto del conocimiento de la historia de la tierra que nos acoge. Quizás sean pocos los que a través del tiempo lo hayan frecuentado, o dejado sus huellas invisibles en sus páginas. Esto no es una excepción venezolana. Pues bien, en silencio y sin que himnos y tambores resonaran en Los Próceres, reservados para otra clase de episodios que se alimentan del bullicio y se regocijan con los pasos de ganso, el Boletín de la Academia Nacional de la Historia cumple un siglo en este 2012.
Un siglo de vida secreta debe celebrarse (dignamente) en secreto. Está, como diría un sabio que fatigó sus papeles, en la naturaleza de las cosas. El Boletín echó a andar el 31 de marzo de 1912. Imaginemos lo que esto significa, cuidándonos de no caer en la fanfarria. Un siglo de pensar en la historia de Venezuela, en nuestros orígenes, en nuestro devenir como pueblo, en nuestras preguntas a la Esfinge. Páginas que fueron modestas y siguen siendo modestas como signo de lo que son, producto del trabajo metódico, persistente, callado, de quienes a lo largo del tiempo han pensado en Venezuela. Este sería su gran legado, su propio trofeo, las miles de respuestas a tantas preguntas sobre el país que somos.
Se cuenta que el Boletín nunca detuvo su marcha, aunque en los tiempos de la Primera Guerra Mundial aminoró el ritmo, pero sin dejar de andar.
Durante años, desde 1892, los historiadores e investigadores, solían escribir en las páginas de El Cojo Ilustrado, la otra gran revista venezolana que recorrió largo camino, hasta 1915, cuando llegó a su final. El Cojo Ilustrado cumplía los veinte años, apenas faltaban tres para su desaparición, y el Boletín aparecía a tiempo. Este año de 1912 fueron relevantes las colaboraciones de los historiadores en El Cojo. Eloy G. González, por ejemplo, publicó en cinco entregas un largo ensayo biográfico sobre uno de los fundadores de la historiografía venezolana, don Feliciano Montenegro y Colón. Laureano Vallenilla Lanz se distinguió por la frecuencia de sus trabajos, "Simón I, rey de las Américas", "La evolución democrática", "Los gérmenes del federalismo", "Ensayos críticos sobre las campañas de Independencia". Santiago Key Ayala publicó un amplio estudio titulado "Apuntes sobre el terremoto de 1812". A pesar de que Rufino Blanco Fombona había editado en Europa su libro Judas capitolino, un panfleto devastador contra el Presidente de la República, la revista de Herrera-Irigoyen acogió sus escritos sobre Bolívar.
Este fue el ambiente intelectual en que apareció el Boletín de la Academia Nacional de la Historia. Fue un momento de creación y de fecundidad, como queda visto.
Una rápida mirada a los avatares políticos de la centuria indica que, contra viento y marea, la academia supo en todo tiempo, y pese a la gran pobreza de siempre, cumplir con su deber primordial de darle continuidad, lo que nos permite celebrarla ahora como la revista más antigua de Venezuela y una de las más antiguas de América Latina.
La crónica refiere que un historiador que llegó a ministro de Instrucción Pública en 1912, el doctor José Gil Fortoul, decretó el 5 de diciembre de 1911 un aporte de 400 bolívares mensuales para la institución, y los individuos de número, al deliberar sobre sus prioridades designaron una comisión de 3 numerarios (Pedro Manuel Arcaya, Marco Antonio Saluzzo y Francisco Tosta García) para que estudiaran la mejor inversión del aporte modesto pero significativo, y "estos fueron de parecer que la suma se dividiera en 2 partes: una para la impresión del Boletín, que propusieron fuera creado de inmediato, y la otra para la preservación de los fondos documentales".
A la hora de hacer el balance del siglo, no cabe duda de que ha sido una participación invalorable. Miles de páginas, cientos de trabajos, ensayos, monografías, investigaciones que, en suma, constituyen aportes de gran importancia para la historiografía nacional. No hay mejor manera de celebrar que reconocer la contribución de los predecesores. Así, el licenciado Pedro Correa ha seleccionado un conjunto de textos de los historiadores Caracciolo Parra Pérez, Pedro Manuel Arcaya, Ramón Díaz Sánchez, Mario Briceño Iragorry, Eduardo Arcila Farías, Héctor García Chuecos, y José Nucete-Sardi, que aparecen en la edición celebratoria.
Luego se añaden selecciones temáticas, una dedicada a "Historiadores extranjeros", coordinada por el académico Elías Pino Iturrieta. Otra, "Historia diplomática de Venezuela / Relaciones internacionales de la República", coordinada por el académico Edgardo Mondolfi Gudat. Y, finalmente, "Historia territorial de Venezuela", bajo la coordinación del académico Manuel Donís Ríos. Se trata, en pocas palabras, de una rendición de cuentas, y de un reencuentro con quienes a lo largo del siglo hicieron posible esta andanza en el tiempo y en la historia de Venezuela.
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