Para "Pepe" Rodríguez Iturbe
Alonso Moleiro
I Traspasar varios meses diluido de forma involuntaria, sin responsable aparente, entre obsequios, correspondencias y despachos intrascendentes en una de las recepciones de Unión Radio, llegó finalmente a mis manos el libro de "Trotsky y el trotskismo original" del político e intelectual venezolano José Rodríguez Iturbe.
Un voluminoso y detallado estudio de la vida de uno de los más completos políticos del siglo XX estratega, intelectual, militar, teórico y hombre de conocimiento- que a su vez le sirve de contexto al análisis de la Revolución Rusa, probablemente el episodio más importante de la política del siglo XX, con su carga de pasiones, gloria, persecuciones y miserias paranoides.
Volumen que pasa a engrosar la amplia lista de trabajos publicados por este brillante y honorable venezolano, hoy residenciado en el exilio en Bogotá, a causa de una de esas desafortunadas muecas que entretejen los hados de la política local, que en esta ocasión se conjuraron en su contra.
José Rodríguez Iturbe es uno de los mejores exponentes de esa formidable escuela de cuadros que alguna vez fue la estructura de Copei en sus mejores años. Dirigente juvenil universitario, académico, parlamentario sobresaliente, hombre recto y estudioso.
Esta edición de la Universidad de la Sabana, en Colombia, país en el cual lleva en estos momentos, de acuerdo a lo que me reportan algunos colegas amigos, una vida modesta y devota, está dedicada por entero a la memoria mi padre, Moisés Moleiro. Uno de sus más encarnizados y frecuentes adversarios en varios de los memorables debates que se escenificaron en el antiguo Congreso de la República.
II Rodríguez Iturbe y Moleiro encabezaban los dos extremos ideológicos de aquel hemiciclo, a posteriori demonizado con injusticia por una opinión pública superficial e ignorante.
El copeyano era y es un fervoroso dirigente católico de formación conservadora, temible orador parlamentario que podía perder su natural afabilidad cuando colocaba en el brasero sus convicciones personales. Hombre de una corrección impecable en los modales y las formas ciudadanas, inconmovible defensor de la causa de la Iglesia Católica, incorruptible y escrupuloso, se le enrojecía vivamente el rostro cuando tomaba el micrófono para responder un agravio.
Moleiro, entretanto, desgarbado y con modales plebeyos, un sujeto libertino y con humor ingobernable, era un "trotskista heterodoxo" como a él le gustaba definirse. Aunque sus posiciones en torno al marxismo y la vida después conocieron algunas modificaciones con matices que no llegaron a ser apreciados por la opinión pública en sus últimos años, pudo haber hecho suyas durante la mayor parte de su vida las propias palabras del propio Trotsky: "moriré siendo un revolucionario proletario, un materialista dialéctico, y, por consiguiente, un ateo irreconciliable. Mi fe en el futuro de la humanidad no es menos ardiente, sino más firme hoy en día" Las guerrillas latinoamericanas, Pinochet, El Salvador y Nicaragua. Fidel Castro. Israel y Palestina. El papel de la democracia cristiana venezolana en aquellas guerras civiles. Qué entendemos por democracia. El socialismo a la venezolana, la Iglesia, El Vaticano, la propia existencia de Dios.
Esos y otros debates los encontraron todas las veces en aceras opuestas, y más aún, enfrentadas, descargando evidencias y articulando razonamientos cruzados de hechos históricos y reflexiones teóricas de alto vuelo. No eran discusiones atildadas: aquel era un tórrido fuego cruzado en el cual dos gladiadores se jugaban el honor y la credibilidad. Memorables intercambios, cruzados de una carga intelectual de altísima factura, digna del parlamento de una nación desarrollada, absolutamente inconcebible si las comparamos con las chatas y folletinescas discusiones del estamento político venezolano actual.
Debates en los cuales también participaban Teodoro Petkoff, Paulina Gamus, Freddy Muñoz, Germán Lairet, Américo Martín, Gustavo Tarre Briceño, Carlos Canache Mata. La determinante mayoría de ellos pertenecientes a la última gran generación de dirigentes nacionales: la de 1958. Fue el desarrollo de toda una era en el pensamiento político venezolano, que hoy parece casi totalmente perteneciente a otro tiempo: la época en la cual los políticos leían, publicaban, reflexionaban y debatían de forma fecunda y apasionada.
Muchos de estos episodios me fueron referidos con mucha frecuencia años después. Cuenta la leyenda que, en uno de aquellos lances, con el objeto de zaherir a los copeyanos, Moleiro se mofaba de las torturas de la Inquisición. Un clérigo, presente en la sala de maltratos, cuenta el discurso, le decía al acusado "pero hijo ¿no ves que tenemos que torturarte? Si confiesas que eres brujo, morirás, pero tu alma inmortal se salvará. En cambio, si no lo dices, además de morir, tu alma irá también al infierno. No seas terco".
Ninguna gracia producían aquellas tremenduras en la bancada verde. Aunque la altura en el debate jamás se perdía, a Rodríguez Iturbe se le atribuye haberse acercado al puesto de su adversario, una vez finalizado el debate. Con el rostro sombrío y la ira contenida, no lo insultó ni lo reto a un duelo. "Voy a rezar por el descanso de tu alma", le espetó con el rostro pétreo e inmutable para darse la vuelta inmediatamente
III El paso del tiempo hizo de aquellos dos viejos guerreros, a los cuales separaba una insondable fosa en materia de divergencias ideológicas, y que no se cansaron de intercambiar dicterios de forma encrespada, dos grandes amigos. Militar en dos organizaciones políticas que se adversaban y tener una cosmovisión casi antitética de la política mundial y el papel del hombre en el mundo no creó las condiciones para las ruines mezquindades vigentes en la política venezolana de hoy.
Muy por el contrario. La integridad de principios y la limpieza de alma de ambas personalidades les permitió cultivar una bonita relación, que hoy podría servirnos como modelo para comprender los alcances de la convivencia democrática, gestada a partir de la admiración en la diversidad.
En los años 90 ambos integraron la directiva de la Cámara de Diputados: en ese tiempo pudieron viajar a varias misiones internacionales e identificar un cúmulo apreciable de materias de interés mutuo: las dinastías europeas y los papados, los pasajes de la historia venezolana del siglo XIX; Miguel Angel, El Renacimiento, la pintura y la arquitectura.
No sólo fue Rodríguez Iturbe permanente visitante de Moleiro durante sus frecuentes quebrantos de salud: se atrevió incluso, teniendo plena conciencia de su renunencia ante el tema, a obsequiarle su tesoro más preciado, algunos libros con pasajes sobre la Palabra de Cristo y el Evangelio, intentando con ello darle ánimo y ofrecerle aliento en momentos difíciles.
Contrariamente a lo que pueda pensarse, estos obsequios eran recibidos con sumo respeto y agradecimiento. Aunque era Moleiro un agnóstico incorregible y las formalidades eclesiásticas no le producían ni cosquillas, toda la parábola que encerraba la pasión de Cristo lo conmovía hasta las lágrimas en sus momentos de bohemia.
Pude ver en mi casa los libros de Rodríguez Iturbe, frecuentemente consultados por Moleiro para aproximarse con claridad a algunos aspectos concretos de la historia venezolana. Me estoy refiriendo tanto a obras como "Crónica de la década militar" o "Génesis y desarrollo de la ideología bolivariana" como a Nueva Política, aquella formidable revista de pensamiento que era consecuencia del infatigable trajinar y su tesonera pasión de carbonero de "Pepe" Rodríguez Iturbe.
IV Durante algún tiempo, a principios de los años 70, los dirigentes de la era post insurreccional asistieron al parlamento de forma vergonzante, sin tener completamente clara su utilidad práctica, asumiendo la tarea como un mal necesario: derrotadas las guerrillas, la estrategia leninista indicaba que era necesario crear las condiciones necesarias para advenimiento revolucionario haciendo como propias las formas del enemigo. Por lo pronto era necesario concurrir a la cita democrático-burguesa de entonces para ir creando las condiciones que permitieran aceitar la máquina del movimiento proletario.
Desde la ultraizquierda, incluso en los años 80, todavía eran vistos con desprecio: la "izquierda electoral" personas que pactaron con el orden, que se pacificaron y convivían con la burguesía. Cuando no les quedó más remedio que aceptar, por la fuerza de los hechos, que el guevarismo era una calle ciega y que los postulados sobre el foco revolucionario eran un fetiche, también ellos terminaron por aceptar la lucha legal y presentar sus planchas para someterlas al veredicto popular.
Aquel largo ejercicio parlamentario, pienso, se constituyó en un enorme aprendizaje para todos los venezolanos. Más allá de las convicciones personales hay un haber que habíamos conquistar y que no debemos permitir que termine por perderse: aprender a convivir.
Moisés Moleiro y José Rodríguez Iturbe fueron, como Joe Louis y Max Schmeling, dos pesos pesados, dos viejos enemigos que nunca dejaron de ser caballeros y que aprendieron a tenerse aprecio cuando lograron comprender que se podía querer a Venezuela con la misma intensidad desde posiciones completamente distintas sin que por eso quede traicionado ningún postulado.
En su nombre, y en su memoria, le doy gracias a "Pepe" Rodríguez Iturbe, por el libro. Hago votos por su pronto regreso al país de este ejemplar venezolano. Para recordar los viejos tiempos y participar juntos en la dura tarea de reconstrucción nacional que a todos nos espera.
Fuente:http://www.analitica.com/va/sociedad/articulos/7804308.asp
NOTA DE LB:
Tenemos pendiente publicar un modesto texto sobre JRI desde hace algún tiempo, a la espera de sus últimas obras que todavía no llegan. Hemos coincidido y discrepado de sus posturas internas, respecto al partido socialcristiano, reconociéndole siempre sus aportes. El ensayista y parlamentario de fuste y profundidad, merece un estudio sereno que ha de revelar el dramático contraste con los prohombres del régimen actualmente prevaleciente en Venezuela. Un arqueo realizado en la vieja prensa, la revisita a sus títulos juveniles y de la madurez, y la interesantísima aproximación a sus discursos parlamentarios, así lo confirman de cara a la mediocridad y el extravío del marxismo panfletario en boga. Y no será, el nuestro, un artículo o un ensayo como lo pretendemos, habida cuenta del calibre que alcanzó la polémica sobre el pensamiento cristiano en un partido que asumió severas responsabilidades históricas en tiempos de asombrosas y complejas dificultades, sino el testimonio de reconocimiento hacia el distinto liderazgo que las más recientes generaciones desconocen o ignoran.
Por cierto, el Pepe Rodríguez vaticinó la naturaleza y consecuencias del régimen actual, porque - antes - alertó cuán mal estaban las cosas. La última etapa de sus intervenciones parlarmentarias, publicadas por la meritoria editorial "Nueva Política", cuenta con un extraordinario sentido de la denuncia que hundía el bisturí en la mayor hondura de sus causas. Y los - por entonces - privilegiados del poder, no oyeron y no quisieron escuchar.
Obliga también a responder a las injurias, a los infundios, a la satanización de ese liderazgo que les fue superior (por ejemplo: http://ensartaos.com.ve/index.php?q=node/2310). El chavezato carece de toda autoridad moral para juzgar a aquellos que también hicieron patria. Así de sencillo.
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