CIUDAD CARACAS, 13 de Mayo de 2012
LETRA FRÍA/ ¿Será que vamos a caernos a tiros, pues?
HUMBERTO MÁRQUEZ
Hace unos cuantos años, en Letras, de la UCV, nos metieron a un agente de la Disip para que nos tuviera controlados. Lo descubrimos por una de nuestras matahari, de esas que mataban en la cama a hari y a cualquier vaina que se les apareciera, hasta a uno. Y una vez ocurrido el lance del amor, o del singue, porque cómo podía una camarada tirarse a un sapo por amor, ni príncipe que fuera, y como buena militante le registró la cartera y le descubrió la chapa. Ni pendeja, no se dio por enterada y nos contó la vaina. De allí en adelante yo le decía comandante Blanco, aunque era negro de ojos verdes el coño ‘e madre, afrodescendiente, pues, y el ratúvelo se reía porque juraba que nos estaba infiltrando. El carajo era de lo más simpático y sin saber sabiendo me seguía la corriente, hasta que un día no me acuerdo a quién nos mataron y lo enfrenté en el baño. Yo andaba peo de un cocuy de penca que nos bajaba el partido, la única manera que yo podía agarrar por la pechera a un carajo más grande que yo y empujarlo contra la puerta de las pocetas. Sigo confesando al fragor del cuento, que yo era y sigo siendo el carajo más pacífico y cobarde de la tierra, pero cuando me rascaba en el pasado, modestia y aparte, tiraba el coñazo parejo. Mi amigo sapo, de cuyo nombre no puedo acordarme, entendió que estaba rodeado, porque sin saber, sabía que en el pasillo había cuatro camaradas esperando que me agrediera para dale lo suyo, y el carajo digna e inteligentemente, me retó a un duelo a pistola al día siguiente, a las 6 de la tarde, en Tierra de Nadie. ¡Que cagazón!
Yo, un poeta bello, ñángara, pero bello, enamorado de la vida y de la revolución, batirme a tiros con un sapo hijueputa que seguramente me iba a ganar. ¡No, por Dios! y mi padre Pedro Duno, mi álter ego después que murió Papá, me dijo ni él va a ir, ni tú tampoco, al tiempo que me enseñaba a comer caracoles en Le Coq D’or, en la Solano. Y ahora que lo pienso, ni me mataron ni maté. Para hacer el cuento corto, mi amigo espía no volvió y después supe que años más tarde, entregó tesis y se graduó.
Todo viene al caso porque estos maricones que creen con el progreso se nos van a infiltrar y al menor descuido nos van a dar un golpe de Estado. ¡Joder!. Yo sigo siendo torpe con las armas y ahora peor, después que me metí a jeva, pero delego formalmente a mis queridos cámaras de los colectivos del 23 y en Andrés Aguilar, Papote, pa’ que les den bollo y acabar con esta mariquera. Ahí en La Planta, al final del túnel de la fuga, por donde iban a salir, consiguieron un ¿T4?, una bazooka, un hierro que tumba paredes. ¡Mosca, pues!…
No hay comentarios:
Publicar un comentario