viernes, 29 de octubre de 2010

cruz 10 a 2 voces


EL NACIONAL - Martes 26 de Octubre de 2010 Escenas/1
El genio de Carlos Cruz-Diez es narrado a dos voces
El investigador y crítico Ariel Jiménez publica los diálogos que mantuvo con el maestro del color en las últimas tres décadas
CARMEN VICTORIA MÉNDEZ

Ariel Jiménez pisó por primera vez el taller de Carlos CruzDiez en París en 1977, cuando se convirtió en uno de sus asistentes. Mientras barría, lijaba piezas y les abría agujeros, sintió el impulso de indagar en las ideas del maestro.

Aprovechó cada minuto libre para preguntarle acerca de su obra, el color y el arte. El artista, un hombre de palabra fácil, se animó a participar en un diálogo que se extendió durante 30 años entre Francia y Venezuela.

Así nació el libro Carlos CruzDiez en conversación con Ariel Jiménez, la segunda entrega de una serie dedicada a creadores latinoamericanos.

La edición bilingüe publicada por la Fundación Cisneros se puede leer como un diálogo, como una entrevista biográfica y como un libro técnico sobre los complejos procesos que desarrolló el artista en su empeño por desmaterializar el color.

Jiménez y Cruz-Diez tejen un relato a dos voces acerca de la necesidad que tenían los venezolanos de la primera mitad del siglo XX de inscribir su nombre en la historia del arte occidental, la ruptura que significó la llegada de la abstracción y las teorías del maestro sobre la percepción cromática.

"El libro es un testimonio sobre la vida de Cruz-Diez, sobre su obra, los pintores que lo influenciaron, su forma de trabajar... Es la voz del artista. Este relato fue construido a partir de un número considerable de entrevistas, pero parece una sola conversación.

Además, está enriquecido con una infinidad de datos para que el público pueda tener una lectura global y general de Carlos Cruz-Diez como individuo y artista, y de su desarrollo en el tiempo", dice Jiménez.

El maestro tro le confiesa a su interlocutor que fue a la escuela de arte para aprender a ver y que de niño contemplaba extasiado las obras de Arturo Michelena y Cristóbal Rojas. El texto también recoge anécdotas como la escena gris que el artista pintó en su primera clase de paisaje porque aún no había descubierto el color; su ingreso, a los 18 años de edad, en los talleres del diario La Esfera, en los que adquirió los conocimientos de fotomecánica que más tarde aplicó en sus propuestas cromáticas; así como las dificultades técnicas que afrontó para realizar sus fisicromías y cromosaturaciones.


Figuración inédita.
Uno de los aportes más valiosos del libro es que reproduce por primera vez un conjunto de obras que Cruz-Diez había decidido ocultar en las sombras: las pinturas de su período figurativo. Entre ellas destacan piezas como El papagayo verde de 1947 o Adán el Chichero de 1950, que hasta ahora habían sido un tabú para el artista.

"Cruz-Diez dice haber perdido tiempo con esas obras. Algunas están en mal estado. Cuando trabajaba con él en su taller, a menudo me tocó organizar el depósito donde se hallaban sus primeros lienzos. Le preguntaba al respecto y él sólo me pedía que los guardara. `Son cosas de muchachos’, me decía. Este es el único libro en el que él habla de su obra figurativa. Eso me parece interesante, porque el lector podrá ver que entre esas pinturas ­que él hoy deplora­ y su obra abstracta hay hilos conductores, vasos comunicantes que dejan ver una continuidad de intención, no solamente en el color sino en el deseo de darle una dimensión universal a la experiencia de un artista acá en Venezuela".

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