sábado, 16 de octubre de 2010

presentación


EL NACIONAL - Sábado 16 de Octubre de 2010 Papel Literario/2
En testimonio
El 21 de octubre, Hilos Editora presentará en Buenos Aires libros de las poetas argentinas Dolores Etchecopar, María Julia De Ruschi y María Mascheroni, así como de Patricia Guzmán (Caracas, 1960).
Trilogía, el título de Guzmán, reúne sus libros Poema del esposo, La boda y La casa de los afligidos. Con el texto que sigue, la venezolana presentará su libro
PATRICIA GUZMÁN

Ciega del candor del pájaro de arriba y requerida por el frágil olor de la piedad, ayuna de razones e insomne ante el pálpito de lo vivo amenazado, me volqué sobre la página para exhumar pájaros y aire y blancos, urgida de anotar estremecimientos de orden corporal, enlazados en el alma. Así, De mí, lo oscuro (1987) nació de la mínima sintaxis que se había apropiado de mi escritura y, aún balbuceante, alcancé a prefigurar imágenes centellantes, alcancé a dar asomo al latido de lo improbable y a un pájaro.

Ese pájaro se hizo eco en Canto de oficio (1997), del que la figura del ángel tomó posesión y como si estrechasen sus alas a través de mí, me exigió otra respiración, una nueva modulación que se tradujo en experiencia espiritual misteriosa, extrema y extenuante: el canto, la invocación, el conjuro, las salmodias...

Ese pájaro que me sostiene y sostiene mi decir poético se lo debo a San Juan de la Cruz. Me topé con sus alas mientras escuchaba "el silbo de los aires amorosos" atravesar su Cántico espiritual.

Imagen enigmática, plena de simbolismos a la que me he aferrado y cultivo imantada tanto como por "los apetitos que entibian y enflaquecen al alma en la virtud" que hallase en su Subida al Monte Carmelo, y por cuya intermediación me fue dado ver y nombrar "La herida del ángel", y portarla como marca de la travesía al borde filoso y punzante de la enfermedad del amado, transfigurado en El Esposo.

El Esposo me sucedió, se me reveló en medio de un poema y devino necesidad esencial para decir la poesía. El Esposo me aproximó a jardines, a acantilados, a verbos y silencios inéditos y antes inaudibles para mí. El Esposo está imbricado en mi poesía, me exige ser nombrado, invocado.

Recuerdo que mientras escribía al amparo de San Juan, ingrávida y tras el ángel, tras los pájaros y mis hermanas, el Esposo se hizo "mi esposo" y me ofreció un vaso con agua donde guarda su espada el ángel. Luego, en medio del vivir-viviendo, junto al Esposo ya vuelto "mi esposo", vi y sentí la herida del ángel abrirse en mí, entreabrirse el cielo, e intenté sostener la Rosa para que permaneciera intacta de cara a la enfermedad. Fue entonces "debajo del lado sordo del cielo" que me entregué a celebrar íntegramente el goce y el padecer del amor conyugal y a acometerlo en el poema largo: El poema del esposo (2000) y a la luz de cirios y ecos de bisturí, mientras mis ojos no cesaban --ni cesan-de escuchar el Cantar de los cantares: La boda (2001).

"A mí la enfermedad me obsequió una alianzas" escribí al inicio de La boda, sin percibir que asumiría el dolor y la enfermedad como experiencias vitales que estremecerían mi lenguaje y me darían acceso a lo que nos revela el pensamiento puro. El poeta Armando Rojas Guardia me hizo aprehender el temblor que inf ligiese a mi corazón la travesía del dolor, al revelarme que al enhebrar La boda había logrado la transfiguración de la enfermedad, otorgándole a la dolencia un sentido que la trascendió, haciendo que emergiese con otra textura psíquica y espiritual.

Celebrada La boda proseguí con el devoto empeño de alcanzar a que se abriera La rosa acallada a la luz de textos impregnados de las resonancias de otros libros sagrados, amén de la Biblia, como La Torá, y de libros nacidos de otros misterios como los que visitara W. Blake, así como del fuego iluminador de la razón poética de María Zambrano. Luego, vi espejear mi peregrinar bajo un título que se me disuelve en los labios y que reuniese todo cuanto la poesía me había permitido escribir hasta entonces: Con el ala alta (2004).

Llamada, quemada por la pulsión con la que respiro la poesía, me consagré los últimos años a intentar acceder a La casa de los afligidos (2007), imagen que saliera a mi encuentro entre las Odas de Hölderlin, y que me ha deparado quizá las más extraña y benditamente perturbadora experiencia, entre las que ha transcurrido mi aproximación a la poesía. Al releerla en voz alta aún me turbo por lo que allí escribí sin tener conciencia de lo que estaba cifrando, y me conmueve escucharme ir tras "él, que no desdeña" a quien Hölderlin tutea e invoca, como "tú que no desdeñas la casa de los afligidos".

E l s ent i m iento de l a "af licción" se me reveló junto con tres versos de Emily Dickinson que gravitan en torno al cerebro, al cielo y a Dios, órbitas sobre las que se fueron entretejiendo mi trabajo poético y mis días.

Hincada amanecí a la entrada de la casa de los afligidos, y "en lengua florida/ con el corazón llameante", le dí cuerpo y lo integré como joya preciada a Soledad intacta (2009).

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