viernes, 29 de octubre de 2010
regresiones
EL NACIONAL - Jueves 28 de Octubre de 2010 Opinión/10
Cuenta regresiva
COLETTE CAPRILES
Es verdad, es difícil aceptarlo. Reconocer que los días del esplendor son ya parte del pasado, mientras el futuro va adquiriendo nítidamente los contornos de lo inconcebible. Hay alguna gente que evoca el mismo viejo experimento mental y le pregunta a uno si puede imaginar al actual Presidente transmitiendo la banda presidencial a su sucesor. Es evidente que, en primer término, sería al propio protagonista a quien no le alcanza la imaginación para tal circunstancia.
El largo gobierno parece resumirse en una sola cosa: la pretensión de suspender el futuro.
Tal vez sea materia de un epitafio político, pero, oyéndolo proferir amenazas puntuadas del sonoro "no volverán", es razonable suponer que los anticipos del cambio han llegado a perturbar el sueño de eternidad. Habilidad ha tenido, hay que decirlo, para tejer la ilusión de hegemonía, que, ahora, se ha ido rompiendo desde abajo, desde la experiencia diaria del desencanto y de las penurias, y no tanto desde las élites.
No me cuesta nada imaginar a un ex presidente Chávez, convertido en tal mediante el voto de la mayoría. Tampoco es difícil imaginar las dificultades que todavía habrá de atravesar la sociedad para llegar allí. Los dichos y hechos del ahora Presidente justo al llegar de su irrelevante gira internacional continúan inscribiéndose en la única línea política que se conoce de este gobierno: burlar la democracia intentando demostrar la futilidad e irrelevancia política de las elecciones que está obligado (política y constitucionalmente) a realizar. Además de frecuentar amistades geopolíticas desaconsejables, para lo que fue necesario improvisar una trama en la que figuran triangulaciones de cambures por casitas (haciendo mofa, parece, del agudo estado de necesidad de una población a la intemperie como la que tenemos), la ofensiva monopolística ha sido anunciada sonoramente con la "expropiación" de la Owens-Illinois, que, cabe esperar, será seguida de otras medidas iguales.
El punto es que, aunque el Gobierno desprecia el costo político de estas decisiones porque en definitiva su objetivo es probar que no está sujeto al control democrático de los electores y que, como gobierno insurgente, está dispuesto a imponerse como minoría, la sociedad ha dejado de considerar como imposible la transición política que se avecina. La está deseando.
El régimen responde: además de las medidas ejecutivas que intentarán seguir sembrando la desesperanza, se prepara desde la moribunda Asamblea un paquete de leyes dirigidas a lo mismo, creando una arquitectura de papel para reforzar la impresión de que el nuevo cuerpo legislativo que se instalará en enero carecerá de eficacia política, siendo sustituido por organizaciones súbditas del partido de gobierno. Se diría que las fuerzas democráticas deben plantearse la ofensiva electoral, y prepararse para ofrecer la alternativa desde ya construyendo el horizonte de la transición y contrastándolo con la destrucción sistemática que el Gobierno está empeñado en continuar. Campaña larga y dura, necesariamente entrelazada con un trabajo político diario que procure contrapesar el daño sufrido.
En estos días alcancé a oír por radio esa guaracha de Billo, la del brujo que anticipa un veredicto electoral, huella arqueológica de la campaña que enfrentó a Herrera y Piñerúa. La bola de cristal, sostenía el brujo, no le dejaba prever el resultado de la contienda, pero sí le certificaba que el próximo presidente no sería particularmente agraciado. Pensé que, dentro del sarcasmo, la pieza es un breve himno a la alternabilidad que la democracia ofrece como su más preciado bien. Y es exactamente allí adonde ha llegado la aspiración de la mayoría.
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