jueves, 21 de octubre de 2010

¿cuáles cambios reportamos ahora?


EL NACIONAL - VIERNES 10 DE FEBRERO DE 2006 A/6
Después de diciembre
• Jesús Sanoja Hernández

Si de hoy a diciembre no sucede nada que impida el proceso electoral y si las reglas que lo rigen permanecen iguales, la oposición entrará al 2007 con Chávez aún más decidido a consumar el proceso bolivariano a través de un plan continuista. No sé si ustedes recuerdan que la Constitución el 61 establecía un quinquenio como duración del período presidencial y que la aprobada el 15 de diciembre de 1999 le añadió un año más y, por si fuera poco, la posibilidad de reelección inmediata, no contemplada en la “moribunda”. Según ésta, para reelegirse, todo presidente saliente debía esperar, por lo menos, un decenio, justo lo que hizo con éxito CAP en 1988 y en vano intentó Caldera en 1983 frente a Lusinchi.

Es más, cuando se discutía la Constitución bolivariana un ideólogo del chavismo propuso extender el período sexenal a un septenio, lo cual no encontró respaldo.

Sin embargo, ya en Miraflores y muy astutamente, Chávez lanzó la idea de la “relegitimación” y, de ese modo, en vez de concluir o extender su mandato con una cita electoral en diciembre de 2004, esa jugada le permitió posponer el acto para diciembre de este 2006.

Y si es así, ¿cómo podría Chávez gobernar hasta el 2021? Podría —y parece que tal es su proyecto— si la Asamblea Nacional decide establecer el período septenal y si él, con su descabellado plan, lograra reelegirse en el 2013 y el 2020.

Retrocedería el país, aunque con voto universal, directo y ¿secreto? a la estrategia reeleccionista de tiempos de Gómez, quien por otras vías y en tiempos muy diferentes, pudo, con reelecciones por él controladas, gobernar durante 27 años. Pero lo hizo sin partidos opositores y sin prensa libre. Y con EE UU como protector, no como potencia cuestionadora.

Desde el referendo revocatorio, 15 de agosto del 2004, el problema electoral se ha complicado. Meses antes de éste, la oposición confiaba, en gran medida, en la OEA y Carter, pero tras el shock producido por la madrugada del 16 y del indetenible cuestionamiento de “las máquinas de votación” y del CNE, así como del impresionante abstencionismo en la elección de la Asamblea Nacional, la controversia se ha agravado a un punto tal que cualquiera predicción acerca de lo que sucederá en diciembre podría resultar errónea.

Lo que sí ha quedado claro desde el impacto del RR y el ausentismo del votante el 4D es que hay dos ejércitos preparándose para la batalla del próximo 3 de diciembre: el comandado por Chávez como jefe absoluto, y el que ha ido formándose alrededor de Súmate tras las cenizas del bipartidismo y los fracasos de la “sociedad civil” altamirana.

Borradas quedaron las acciones no electorales que en su momento estremecieron al país y alentaron a una oposición variopinta: la confusa jornada del 11A, la guarimba y el largo y costoso paro petrolero.

El país post 4D ofrece otras perspectivas. Lo que se conoce como chavismo despertó de su sueño triunfalista al constatar que el abstencionismo promovido por Súmate, que es realmente el factor activo de la oposición electoralista, se reflejó peligrosamente en esa masa bolivariana que prefirió quedarse en casa para disfrutar de un domingo sin enemigo. Más tarde, “la madre de todas las marchas”, como un semanario calificó a la oficialista en contraste con la menguada convocada por Antonio Ledezma y Oscar Pérez, le sirvió al chavismo para proclamar que las masas continuaban a su lado. Realmente imponente, como lo había sido la opositora en la antesala del 11A, arrastraba, a mi modo de ver, un pecado: el uso y abuso del poder para movilizar desde todos los puntos del país aquellos millares de partidarios entre los cuales abundaban gobernadores, alcaldes y otros funcionarios públicos. La marcha de la oposición demostró que el poder convocatorio de sus líderes era nulo, ya endosado a Súmate, organización subvencionada desde el exterior y con real influencia en la reactivación del antichavismo, en tanto la oficialista demostró que le sobraban —y le sobran— recursos para movilizar a gente desde el interior a Caracas. Lejanísimo recuerdo guardo de una operación similar, aunque no tan espectacular como la o las de ahora. Me refiero a la concentración que el gobierno de Betancourt promovió el 1º de noviembre de 1961, realizada en la plaza O’ Leary, la misma donde él acusó a la oposición de ser nada menos que “un sólido, compacto y absurdo frente único (...) de la ultraizquierda, los residuos de la dictadura y el hamponato”.

Llevaba entonces AD, asociada a Copei, casi tres años en el poder, mientras hoy Chávez y sus compañeros de ruta llevan siete. Aquel bipartidismo puntofijista gobernaría durante 35 años mientras este proceso bolivariano promete, con Chávez a la cabeza, mantenerse hasta el 2021 y, según otra oferta, hasta el 2030. ¿Cuál será la cotización del petróleo, verdadero líder del proceso, en esos años? ¿Cuál?.

Ilustración: cartel, poster o formato empleado fundamentalmente para las publicaciones del otrora alcalde mayor de Caracas, Juan Barreto.

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