domingo, 31 de octubre de 2010
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El Nacional Todo en Domingo - Domingo 31 de Octubre de 2010 TODO EN DOMINGO/38
Reportaje
Maestros
José Antonio Abreu, paso a paso
Su obra se multiplica por el mundo como una buena nueva.
Sólo en Venezuela, más de 350.000 niños crecen en el prodigio de El Sistema que este hombre de voluntad sin fisuras sigue llevando de manera incansable.
Todo en Domingo lo acompaña desde Parque Central a una gira por Londres, Berlín y Amsterdam para mostrar cómo lleva las riendas de un legado incalculable que sigue creciendo
Jonathan Reverón elreveron@gmail.com / Berlín, Londres, Amsterdam
Viene caminando lentamente, como si fuese de vidrio. Atraviesa uno de los corredores de la torre oeste de Parque Central en Caracas, y llega hasta un ambicioso sueño que se ha construido con osadía y tenacidad.
Para José Antonio Abreu el hombre que viene caminando en cámara lenta, la determinación es ley y las ilusiones son movimientos sinfónicos que duran muy poco, porque después del silencio de los sueños, éstos deben hacerse tangibles inmediatamente. No importa la distancia de la frontera: el maestro siempre va a llegar.
Un sábado en Parque Central. En la primera cita, nos recibe por 20 minutos, en la sala de conferencias de la sede del Sistema Nacional de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela, un noble espacio de Parque Central en cuyas paredes lucen collages con fotografías de las distintas giras y músicos de las orquestas del Sistema. Abreu se excusa por el ligero retraso. Viene de uno de los ensayos con la agrupación sinfónica que puso hace pocas semanas el tricolor nacional en los escenarios más importantes de Europa: la Sinfónica Juvenil Teresa Carreño.
"Han estado ensayando con el maestro hasta la madrugada por varias semanas", acotan.
"Yo tendría cinco o seis años.
La tradición de mis abuelos maternos italianos, y por consiguiente de mis padres, era la música. Desde siempre me sentí estimulado a un impulso vocacional". Así resume la historia muchas veces contada, de cómo un joven trujillano es conquistado por la música académica. Se nace con eso y se crece en el ambiente idóneo, cosas de la causalidad. Pero en su caso, la música se hizo pasión y necesidad, un tatuaje en forma de pentagrama.
Quien se adentre en el entramado de El Sistema, conseguirá una gerencia institucional portentosa, un organigrama ancho y elocuente. Sólo un músculo así puede tener más de 350.000 niños a lo largo y ancho del país aprendiendo y enseñando música al mismo tiempo. "La gerencia tiene que ver con la gestión de metas, con el contenido sustantivo de un proyecto, su evaluación continua y su enriquecimiento a lo largo del tiempo. Eso es lo que a mi juicio conduce al éxito de un proyecto", señala Abreu, ahorrando el volumen de su voz. En el caso del proyecto social que fundó hace 35 años, reconoce que desde el principio se trataba de una ambición claramente monumental, pero como buen economista, confió en la ciencia social. "La práctica orquestal despierta en ellos un sentido de solidaridad, de trabajo en equipo y de motivación al logro que transforma la personalidad y el entorno del muchacho. Eso además estimula a los padres y fortalece a la comunidad, generando un sentido de pertenencia y de mucho orgullo".
Abreu pocas veces habla en primera persona. Su vida personal en las últimas décadas se reduce a su integridad humana, es decir: no existen vacaciones, horas libres, ni ocio posible. Segundo a segundo y hasta en las pocas horas de sueño, en él está presente la empresa. El sentido de responsabilidad lo arropa: un mundo distinto pareciese inimaginable para él. Tiene 71 años, no falta a misa los domingos y duerme poco. Antes del amanecer, ya está activo en la jornada y acostumbra a llamar a sus colaboradores de madrugada cuando se le ocurre una idea. Si el propósito es enorme, no hay tiempo que perder. Hay quienes, aplaudiendo el éxito de este proyecto, hoy día no dejan de cavilar con dejo de nostalgia que un hombre con ese desprendimiento de sí mismo y con sus ideales, no se repite. "Trabajo con un equipo de jóvenes maestros en todo el país. Todos ellos actúan conmigo al unísono, trabajando, enseñando, venciendo obstáculos, agrupando a niños en torno a la belleza y a la dignidad de la música. Y ese hecho, ese quehacer diario, cotidiano, los convierte a ellos en paladines de esta idea", cuenta. Allí radica la eficacia del apostolado.
José Antonio Abreu, y la institución que comanda, conoce su agenda con meses, y hasta con un par de años de antelación: "El Estado ha garantizado la dotación de instrumentos para los próximos años, para poder atender la creciente matrícula. La escuela de música popular está siendo también una realidad creciente y el otro reto es atender a la población con discapacidad". Esa es una mirada sin mayor lupa de los días por venir.
"Mientras el maestro esté en el ensayo, silencio absoluto", advierte un miembro de la seguridad de la sala.
Ahora estamos en presencia del mismo hombre, pero ha ganado una agilidad y una rapidez en sus movimientos, contrastante con el Abreu que nos atendió minutos atrás. "Es como si reservara energías", comenta una de sus colaboradoras. Y es así, el tono de la voz se alza, los brazos corrigen tanto al director como al resto de la agrupación orquestal, que en este caso es la Orquesta Sinfónica Nacional Infantil Simón Bolívar, que debutó el 4 de julio de este año, dirigida por el maestro Simon Rattle.
"Mis queridos, mis queridos, así no..." Los niños apuntan en sus partituras y regresan a la sinfonía. "Ahora está bien, pero vamos a cuidarnos las espaldas. Un aplauso para los vientos y atención, no hablar en las maderas". Los chicos vuelven a interpretar, él se mantiene de pie cuando es evidente que las correcciones han de ser subrayadas, y vuelve a tomar asiento al ser atendido. El primer violonchelo no puede evitar comportarse correctamente: le toca tener a Abreu justo al lado, lo mismo que el primer violín y el resto de la primera media luna de la orquesta. El mismísimo maestro de maestros les está enseñando. "Excelente corno inglés y fagot, vamos a cuidar los pianos".
Todos asienten.
Gira por Europa. Todavía se realizan los trabajos necesarios para reparar los ligeros daños que dejó en 2008 el incendio en la sede de la Filarmónica de Berlín, la aspiración de cualquier músico académico. En el backstage del legendario teatro alemán, reconstruido en los años 60 luego de la Segunda Guerra Mundial, recibe de nuevo el maestro Abreu entre atriles de la Orquesta Sinfónica Juvenil Teresa Carreño de Venezuela (OSJTCV), que está de gira por Europa. "El debut en Bonn fue extraordinario. Antes del ensayo voy a leerles a los muchachos las críticas, todas muy buenas...", cuenta en Berlín. El maestro viene de inscribir su nombre en una larga y distinguida fila de músicos de calibre mundial como padrino del Festival Beethoven en Alemania. En la prensa del día, destaca la entrevista que publica The Observer y que The Guardian reproduce en su portal web. Allí, Simon Rattle titula: "No he conocido a Nelson Mandela, pero sí a José Antonio Abreu. Él merece el Nobel de la Paz". Ante esa aseveración, él contesta: "Nooooo. Muy generoso de Rattle. Yo soy un activista de la educación musical al servicio de la sociedad y los niños, de los jóvenes, y, por supuesto, de la paz, pero no aspiro a ese reconocimiento.
Antes de mí, muchas personalidades más se lo merecen". En seguida se quita el tema de encima y prefiere contar noticias: "El maestro Baremoboim tiene muchísimo interés en volver a Venezuela, y como ha sido un pionero dentro del mundo de la música, ve a El Sistema como un nuevo sendero que va a recorrer con entusiasmo".
Se suma entonces el famoso fundador de las orquestas palestinas e israelíes, a la lista de directores de nomenclatura mundial como Claudio Abbado y el mismo Rattle.
El maestro va al ensayo. Ese día es el debut de la OSJTCV en Berlín. La dirige Christian Vásquez. La sala está aún vacía, apenas unas butacas ocupadas. En la primera fila, Abreu se retira los lentes, cierra los ojos y apoya la frente contra sus puños. Siempre se ha dicho que la ausencia de un sentido potencia a los otros.
Mueve la cabeza al ritmo de la música. Acaba el primer movimiento de la 5ta de Beethoven. "¿Maestro, usted escucha el clarinete?", le pregunta Christian Vásquez.
Abreu sólo asiente y le hace un gesto para que siga el ensayo.
La ciudad con príncipe heredero.
Desiderius Erasmus fue un conocido humanista, filósofo y teólogo, nacido al sur de Holanda del siglo XV.
Desde 1959, la corona holandesa entrega un reconocimiento cultural a personalidades que han tenido una labor importante para el arte europeo bajo el nombre de Premio Erasmus. Abreu viene con los muchachos desde Berlín a recibir el premio.
"Hoy estamos celebrando el éxito de un proyecto en Venezuela que proporciona un propósito de vida a jóvenes, muchos de zonas desfavorecidas. Es un proyecto de relevancia mundial, cuyo principio fundamental es dar a los niños instrumentos musicales y enseñarles a tocar juntos. El Sistema también ha demostrado que puede producir músicos de clase mundial. Gustavo Dudamel se unió a El Sistema como un niño de ocho años de edad. 20 años más tarde, fue nombrado director titular de la Filarmónica de Los Ángeles", dice parte del discurso del Príncipe Orange de Holanda.
Al término del concierto en el imponente Concert Gebouw de Amsterdam, el maestro permite un nuevo encuentro. Una vez más viene paso a paso, poco a poco. Camina sobre la alfombra centenaria del teatro. Tras él, sus colaboradores y parte de los anfitriones holandeses. "Se acaban de dar las primeras conversaciones en las que su alteza real, el príncipe heredero, mostró su interés en implementar El Sistema dentro de las comunidades de escasos recursos de Aruba, Curaçao y Bonaire", dice, brevemente, porque sigue afanoso con la agenda.
Actualmente, El Sistema venezolano se está implementado en algunas ciudades de Estados Unidos puntualmente en Los Ángeles, Inglaterra, Escocia, Brasil y, más recientemente, Sudáfrica.
Suena a Venezuela. "¿Charles, qué venimos a ver?", pregunta un amigo inglés al otro. "Es un señor que hizo un proyecto en Latinoamérica para que los niños aprendan música", contesta Charles. Los dos están sentados en el Royal Festival Hall de Londres, y en minutos, el director musical del Southbank Centre, Mashall Marcus, iniciará una conferencia en el marco de la residencia artística Sounds Venezuela, que se expone hasta el año que viene en el complejo cultural londinense. "Mucha gente me pregunta: ¿después de El Sistema, qué viene, qué pasará con esos jóvenes? Yo siempre digo que este proyecto no se va de sus vidas, y de sus familias. Lo aprendido dentro de la orquesta lo aplicas en la familia y en la sociedad. Una vez que entras dentro de El Sistema, nunca dejas de pertenecerle", aclara Marcus.
Abreu escucha la conferencia. Su asistente traduce algunas frases del inglés británico. Cuando lo nombran en la sala atiende el aplauso, levanta los brazos y agradece el cariño de los ingleses. A pocos minutos del Támesis, un último encuentro, una pregunta y una contundente respuesta.
"Nadie puede dudar del futuro de Venezuela. El futuro está garantizado por la excelente ciudadanía del país, y por la inmensa voluntad de trabajo. El venezolano es diligente, inteligente, visionario, el venezolano sueña.
Mi mejor consejo es amar, servir y soñar".
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