lunes, 25 de octubre de 2010

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EL NACIONAL - Domingo 24 de Octubre de 2010 Opinión/9
A Tres Manos
Miradas múltiples para el diálogo
Escasean los adjetivos
"Lo contrario de una verdad profunda es otra verdad profunda (lo tomo de Pascal y de Niels Bohr)".
Edgar Morin: Mon Chemin, p. 361
RIGOBERTO LANZ

La crisis de la Modernidad política (dicho de un modo más estricto: la crisis del discurso político de la Modernidad) se expresa también en el vaciamiento massmediático de los contenidos ideológicos de las distintas familias políticas (grupos, tendencias, partidos, sectas, etc.). La videopolítica, por ejemplo, funciona con una lógica en la que el pensamiento está excluido de su formato. La televisión no está hecha para pensar o para transmitir contenidos intelectuales. La progresiva suplantación de la plaza pública como lugar emblemático donde se dirimen las disputas por un sistema de mediación tecnológica como la prensa, la radio, la televisión, más las novísimas redes electrónicas que trastocan todo, ha supuesto una turbulencia muy severa para operadores políticos que ya venían arrastrando una deriva del espacio público originada en el cambio de época por el que atravesamos.

Uno de los derrapes de esa crisis profunda es la trivialización de los debates, la carencia de contenidos en las vocerías de los grupos de interés, la mediocridad escandalosa de los actores que se desviven por tomar la palabra. Tiene de grave este clima de aburrida cacofonía que se vuelve "normal" por la ausencia de control crítico y por la homologación que se nota en todos los sectores. Este sentido común instalado es una rémora muy pesada para el cultivo de una cultura política que se vaya densificando en su calidad, en su profundidad, en su criticidad.

En su lugar prospera lo banal, el camino fácil de los prejuicios en vez de los argumentos, la opinionitis en lugar de los análisis bien fundamentados. Viene de suyo que los insultos y las descalificaciones funcionen "como si" fueran contraste de ideas. La polémica recrea el ambiente de las galleras o los cuadriláteros de boxeo arrabalero. La pasión política se confunde con las bravuconerías y el lenguaje de la guerra. La firmeza en las posiciones se confunde con los desplantes y la hostilidad discursiva.

Lo que está revelándose allí es un claro déficit de espesor democrático en donde la diferencia esté integrada al adecuado manejo de los conflictos, donde el pluralismo se viva con entera normalidad, donde la existencia y visibilidad del otro sean concebidas como condición sustantiva del juego político (no como una graciosa concesión del poder).

Cuando la polémica se alimenta de adjetivos es porque las ideas están en otro lado (o no están, que es un tantito más grave). Cuando los interlocutores no pueden expresarse sino con su respectiva ristra de insultos es porque se ha cancelado de antemano el chance de un diálogo crítico ­severo y encendido, eso no importa­ que permita la negociación de conflictos, el establecimiento de bases mínimas para reglas de juego compartidas, la clarificación de creencias y querencias que legítimamente identifican a cada sector. ¿Por qué este escenario se ha vuelto tan complicado? Porque carecemos de un espesor democrático que esté instalado en la sensibilidad de la gente. Porque nuestra cultura política es muy precaria a causa de una historia traumática que no ha podido consolidar núcleos duros de discursos y prácticas realmente democráticas. Porque nuestra "clase política" es un pastiche de anacronismos, sifrinismo mediático y aluvión populista. Porque arrastramos desde hace siglos una inquietante propensión burocráticodespótica que impregna todos los espacios de la sociedad. En fin, porque estamos cruzando la turbulencia del "fin de la política" sin habernos enterado mucho (recuerde usted que la ignorancia no está en crisis).

Un observador distraído que nos visite desde Noruega y observe algunos programas de televisión y las diarias declaraciones de los voceros de la política, les aseguro que no entenderá nada (o lo que es lo mismo: tendrá la impresión de que esto es como Irak sin atentados suicidas).

El desafío mayor por estos días es hacer viable lo que parece juego trancado.

Ilustración: Ana María Ferris, Regnum fertilis (El Nacional, Caracas, 15/02/10)

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