viernes, 1 de octubre de 2010

literatura postmodernidad


EL NACIONAL, Caracas, 3 de Julio de 2001
Cuál Literatura? Precisiones sobre la crisis del discurso literario
Rigoberto Lanz

Salgamos al paso cuanto antes al escamoteo involuntario de la discusión verdadera. La frivolidad, la trivialización y el afán de escandalizar poco ayudan en el procesamiento de problemas tan complejos como la idea misma de crisis de la literatura. No podemos tratar estos asuntos en las páginas rojas ni en las columnas de chismes de farándula. Para cierto tipo de público tal vez sea más entretenido enterarse de las aventuras eróticas de Cabrera Infante con la mujer de Javier Marías. Pero admitamos que por allí no hay nada que esperar si queremos generar un debate decente sobre la situación de la narrativa y la crisis epistemológica del discurso donde se monta el oficio mismo de escribir.


La Modernidad cultural está hecha añicos, el discurso narrativo, también

Hay una íntima relación entre el desmontaje del paradigma moderno y el desvanecimiento de las convenciones en el terreno estético.

La crisis del gran meta-relato de la Modernidad (J.F. Lyotard) se expresa brutalmente en el régimen discursivo imperante. Allí no se escapa nada: pasa lo mismo en el viejo formato de la ciencia que en las convenciones del arte; da igual que nos movamos en el terreno de la arquitectura o en el campo de la ética; la crisis se expresa por igual en el ámbito de la educación que en el discurso de la sexualidad; va parejo en la decadencia de la cultura académica que en la radical banalización de la subcultura massmediática.

Es en este contexto de crisis civilizacional donde debemos leer la crisis específica del discurso narrativo. No está en cuestión sólo el canon literario o la prevalencia de esta o aquella tendencia intelectual. Lo que está efectivamente en crisis es el suelo fundacional de un modelo de verdad, de lo bello, de lo bueno que ha servido de base al modo moderno de pensar. Allí no vale la treta de pretender escabullirse con la majadería de "siempre hemos estado en crisis", la "muerte del arte" se decreta a cada rato, "el fin de la literatura" es un tremendísimo intelectual para insumo de vedettes. La discusión es otra. Este escamoteo no funciona.


Literatura mejor y peor

Así como no existe "la" cultura sino diversidad cultural; así como tampoco existe "el" arte sino artes distintos que conviven, en el campo literario hay también una compleja red de literaturas que coexisten problemáticamente; sea que las separa una concepción filosófica y estética; sea que las define un modelo narrativo bien diferenciado; sea que lo literario mismo habita hechos culturales altamente singularizados (como la "literatura indígena" por ejemplo).

Cualquiera sea la consciencia y madurez intelectual con las que se mire el hecho literario, sin importar el modo como cada creador vive la experiencia de la crisis de la Modernidad, hay una literatura en el mercado cultural; que circula, se lee, se discute. Esa literatura realmente existente está habitada por los signos contradictorios de un modelo estético en decadencia y por nuevos pivotes que pugnan por emerger. No existe una línea causal entre modelos narrativos dominantes y la obra puntual de un novelista. Todo simplismo en este punto conduce a desviaciones que han sido nefastas en la historia concreta del arte en Occidente.

La experiencia específica de cada escritor muestra las intrincadas tramas en las que se debaten los viejos y nuevos valores, las viejas y nuevas formas. La crisis no puede ser un pretexto para disimular la ausencia de calidad literaria de una obra (esto vale para todas las manifestaciones del espíritu). En nombre de un tono posmoderno arrebatado no podemos confundir "guilindajos" (la expresión es del amigo José Balza) con obra pictórica. La crisis del régimen estético moderno no es un cheque en blanco donde "todo vale".


A pesar de todo, políticas culturales

La crisis de la Modernidad cultural en América Latina no tiene por qué traducirse en parálisis: de los creadores, de las instituciones, del Estado.

La gracia del asunto hoy es lograr abrirse paso en medio del marasmo, a pesar de la desesperanza que reina en muchos intelectuales, por encima de la confusión que va quedando luego de la caída de modelos y paradigmas. Hay ámbitos precisos que pueden ser intervenidos en este esfuerzo "regenerativo" (la expresión es del compañero Edgar Morín: "... aquello que se regenera no degenera"); me refiero a los ambientes institucionales directamente ligados a lo literario: facultades, escuelas, institutos, centros, departamentos, cátedras, programas, editoriales, academias, asociaciones, fundaciones, etcétera. En estos ámbitos se están desarrollando iniciativas puntuales que van en la buena dirección. En todos los casos, acompañadas del debate de fondo sobre el estatuto mismo del discurso literario, de cara a la crisis de la Modernidad; de cara también a la emergencia de una cultura posmoderna.

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