viernes, 8 de octubre de 2010

fe


OTITARDE, Valencia, 3 de Octubre de 2010
¡Señor, auméntanos la Fe! (Lc. 17, 5-10)
Pbro. Lic. Joel de Jesús Núñez Flautes

El evangelio de este domingo nos presenta la súplica de los discípulos que le piden a Jesús que aumente su fe. Pudo haber sido una crisis de fe de los apóstoles y discípulos del Señor o de la primitiva comunidad cristiana que atravesaba momentos difíciles. Ciertamente, la fe es un don que Dios infunde en el alma del cristiano, del que le busca de corazón, del que quiere vivir de acuerdo a su voluntad; un don que hay que implorar con humildad. Todas la épocas de la historia humana, así como la historia de vida de cada uno de los seres humanos (mi historia y la tuya), ha sido marcada en algunos momentos por crisis existenciales, por momentos difíciles, por situaciones o problemas que realmente nos ponen a prueba e incluso nos llevan a sentir que estamos solos, que todo está perdido, que pareciera que no hubiese solución, hasta el punto de creer que Dios nos ha abandonado, que es inútil rezar o pedirle a Él y es allí donde la petición de los discípulos a Cristo se vuelve una lección para nosotros: "Señor, auméntanos la fe", porque sucumbimos, porque ya no tenemos fuerza para el camino, para saber esperar en ti, en tus promesas, en tu Palabra de vida eterna, para descubrir que quien vive en ti y te sigue nunca queda defraudado por más difícil o adverso que sea el camino; para confiar y esperar en aquello que no vemos, para sentir que siempre caminas a nuestro lado y sobre todo en los momentos más oscuros de nuestra existencia; para no olvidar que tú mismo has decidido tomar nuestra condición humana, menos en el pecado y nos enseñas a trascender lo terreno y colocar nuestra mirada en valores sobrenaturales; para entender que la vida cristiana se sintetiza en el amor a Dios sobre todas las cosas y en el amor al prójimo.
Hoy en día, la humanidad ha caído en desencanto, en dudas, inseguridad, escepticismo e indiferencia por muchas situaciones políticas, sociales, económicas y religiosas adversas que apagan la fe no sólo religiosa, sino humana. Ya nadie se fía abiertamente del otro; se ha sembrado la incertidumbre y la decepción en el corazón de muchas personas. Por eso, hoy, más que nunca es válido suplicar al Señor que nos aumente la fe, que nos ayude a esperar en Él, que sepamos recuperar la confianza.
La respuesta de Jesús a los apóstoles y discípulos que piden "cantidad" (auméntanos), va dirigida más bien a la calidad de la fe: "Si tuvieran fe como un granito de mostaza". Es decir, no importa que sea poca, lo importante es que sea sincera, que nazca del corazón confiado, por eso Jesús en la segunda parte del evangelio de hoy, con la parábola del salario o sueldo del servidor nos invita a la humildad, a superar toda autojustificación y toda actitud soberbia, toda actitud farisaica. Es decir, lo importante para el discípulo no debe ser la paga, la recompensa, sino el mismo hecho de haber trabajado o servido a Dios; lo que Él tenga que darnos sea sólo secundario para nosotros; ya que el amor sincero deja de lado todo interés, toda búsqueda de honores. El cristiano, que tiene fe y se sabe amado por Dios sabe que nunca quedará sin recompensa, pero no debe vivir buscándola, sino dedicando su vida al amor, al servicio; lo demás viene por añadidura y con seguridad porque Dios es justo y estamos en manos del Padre por excelencia, del mejor Papá.
Necesitamos pedir a Dios una fe adulta que nos lleve a creer en Dios y creerle a Dios; a aceptar que Él se nos ha revelado, manifestado y hecho cercano en Cristo, Jesús; una fe que vaya más allá de conocimientos teóricos, de simples creencias religiosas, sino más bien una fe que lleve a un encuentro personal con el Dios revelado en Cristo; ese Dios amigo que ha venido a nuestro encuentro, nos ama y nos sostiene en el camino de la vida. Es decir, una fe que lleve a la opción fundamental por Dios, confiando plenamente en Él y viviendo de su Palabra. Un fe que nos lleve a una forma nueva de ver la vida y de vivir la existencia, porque está impregnada toda ella de la presencia de Dios. Una fe que supere todo mercantilismo y superstición y nos lleve a vivir en la voluntad de Dios y a vivir amando sin esperar nada a cambio; al estilo de Jesús. Una fe, que al final se alimenta en el diálogo, en la oración confiada a Dios Padre que nos ama.
IDA Y RETORNO: Estamos en el mes de octubre, mes dedicado especialmente al rezo del santo rosario, como oración mariana que nos lleva a meditar y contemplar los misterios de la vida de Nuestro Señor Jesucristo. Busquemos espacios para orar junto a María, Nuestra Madre, implorando las bendiciones de su Hijo, recemos el rosario en familia, en comunidad y descubriremos las gracias y bendiciones que Dios derrama sobre nuestros hogares.
Ayer comenzamos en el Seminario el Año Vocacional (Sábados Vocacionales), para recibir hasta el mes de julio a aquellos jóvenes que manifiestan su deseo de ser sacerdotes, que quieren un espacio para discernir si Dios los llama al sacerdocio. Pidamos al Señor nos regale jóvenes valientes que le quieran servir con fidelidad en la vida sacerdotal.

Ilustración: Edward Hopper, "Rooms by the sea" (1950)

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