lunes, 25 de octubre de 2010

humildades


Lucas, 18: 9-14

En su homilía de hoy, el Padre José Martínez de Toda contó de una tremendura de Luisito (SIC) , quien se escondió debajo de la cama a la espera de un fuerte regaño de su papá cuando llegara. La mamá se lo contó al llegar, pero el papá se acercó y le pidió a Luisito que saliera, lo abrazó, lo bendijo, lo perdonó. E, igualmente, recordó el sacerdote la parábola del hijo pródigo.

Recordó también que los fariseos eran muy radicales y, aún cuando los judíos ayunaban una vez por semana o cumplían con el diezmo en ciertas transacciones, aquellos ayunaban dos veces y hasta pagaban el diezmo en una adquisición de hortalizas. La teología del fariseo (digamos, porque todos la tenemos), se resumía en una idea de Dios contable: cuenta todo lo que hemos hecho, odia al malo, quiere al bueno. Dios paga según el dinero que traes: méritos. Los publicanos, recolectores del tributo, eran vistos y despreciados como traidores de la patria que – además – utilizaban la moneda romana. Sin embargo, el publicano que concretamente nos cita el pasaje, entró a la sinagoga humildemente a rezar. No trae méritos, sino humildad.

Ignacio de Loyola meditó sobre el camino del diablo que punzaba la ansiedad por el dinero o lo daba, generando respeto en la gente, honores, el orgullo, la soberbia. Mientras el camino de Jesús es diferente: no buscar el dinero como prioridad, la pobreza; ni honores, aceptando humillaciones; estar dispuesto a todo, mediante la humildad. Pablo VI decía que el mundo de hoy no necesita maestros, sino testigos.

Reconozcamos nuestros pecados y, como Luisito, Dios nos perdonará porque nos ama. Jesús tiene piedad de nosotros.




Ecle, 35: 15-17, 20-22;
Salmo 33
2Tim , 4: 6-8, 16-18


Ilustración: http://www.zalim-code.com/glitters-comment/so_sad.html
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Lucas, 18: 9-14

En su homilía de hoy, el Padre José Martínez de Toda contó de una tremendura de Luisito (SIC) , quien se escondió debajo de la cama a la espera de un fuerte regaño de su papá cuando llegara. La mamá se lo contó al llegar, pero el papá se acercó y le pidió a Luisito que saliera, lo abrazó, lo bendijo, lo perdonó. E, igualmente, recordó el sacerdote la parábola del hijo pródigo.

Recordó también que los fariseos eran muy radicales y, aún cuando los judíos ayunaban una vez por semana o cumplían con el diezmo en ciertas transacciones, aquellos ayunaban dos veces y hasta pagaban el diezmo en una adquisición de hortalizas. La teología del fariseo (digamos, porque todos la tenemos), se resumía en una idea de Dios contable: cuenta todo lo que hemos hecho, odia al malo, quiere al bueno. Dios paga según el dinero que traes: méritos. Los publicanos, recolectores del tributo, eran vistos y despreciados como traidores de la patria que – además – utilizaban la moneda romana. Sin embargo, el publicano que concretamente nos cita el pasaje, entró a la sinagoga humildemente a rezar. No trae méritos, sino humildad.

Ignacio de Loyola meditó sobre el camino del diablo que punzaba la ansiedad por el dinero o lo daba, generando respeto en la gente, honores, el orgullo, la soberbia. Mientras el camino de Jesús es diferente: no buscar el dinero como prioridad, la pobreza; ni honores, aceptando humillaciones; estar dispuesto a todo, mediante la humildad. Pablo VI decía que el mundo de hoy no necesita maestros, sino testigos.

Reconozcamos nuestros pecados y, como Luisito, Dios nos perdonará porque nos ama. Jesús tiene piedad de nosotros.


Ecle, 35: 15-17, 20-22;
Salmo 33
2Tim , 4: 6-8, 16-18


Ilustración: http://www.zalim-code.com/glitters-comment/so_sad.html

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