Política y antipolítica: Día del Estudiante
Luis Barragán
En las postrimerías de la férrea y, valga subrayar, económicamente exitosa dictadura de Pérez Jiménez, hirvió el estudiantado liceísta caraqueño en una protesta que comprometió a los cursantes de la UCV y UCAB: el Frente Universitario accionó desde la Ciudad de Villanueva y, aunque no ganó los grandes titulares de la prensa, ésta obviedad no pudo ocultar el masivo descontento de la ciudadanía en todo el país que la gesta muy bien sintetizaba. Según las fuentes, el sector partidista, mejor organizado que otros demasiado incipientes del resto de la sociedad civil, si no enteramente desaparecidos gracias a la represión, articuló las acciones por iniciativa de Héctor Rodríguez Bauza y Mercedes Vargas Medina (PCV), Jesús Carmona y Jesús Petit Da Costa (AD), Enrique Aristeguieta Gramcko y Remberto Uzcátegui (COPEI), aprovechándose de la celebración del Congreso Mundial de Cardiología y la preparación del Congreso de la Organización Internacional de la Aviación Civil, los cuales garantizaron su inmediata repercusión internacional un 21 de noviembre de 1957.
Un año más tarde, decretado por la Junta de Gobierno, fue celebrado el Día del Estudiante con diferentes actos, ocupando lo más estelares aquellos dirigentes uniformados provenientes de la Cuba que no se adivinaba todavía definitivamente capturada por los hermanos Castro Ruz. Frecuentemente, era recordado el día según los objetivos tácticos de los sectores marxistas hasta diluirse, en la medida que estos sectores se debilitaban, confiscada la fecha.
Por décadas, el movimiento estudiantil sufrió una inmensa crisis de la que hay escasos estudios, a pesar de su significación histórica y peso sociológico. Hubo épocas de resurgimiento al lado de otras de franca depresión, en ciclos que interpelan al sistema político mismo. La degradación la emblematizó muy bien el sector de la ultraizquierda que hasta finales del siglo pasado, convirtió la protesta en una banalidad de la violencia que también incidió en la militante desafección política de sus adversarios o supuestos adversarios, acaso, deslumbrados por las promesas de un rápido enriquecimiento: los jóvenes encapuchados y los aspirantes a corredores bursátiles, se dieron la mano en un criminal desprecio hacia la política, lo político y los políticos, contribuyendo con el polvo que nos trajo a estos lodos.
Paradójicamente, el grueso de la llamada generación de los ’80 que hizo vida en la UCV, tildada como boba por Edmundo Chirinos (o su entrevistadora, algo nada claro aún), es la que hoy gobierna y lo hace tal como ocurría en la casa de estudios por entonces: marxistas de convicción, se escondieron tras los bastidores de la causa ecológica, feminista o de cualesquiera otras que hablase de un responsable desempeño gremial, aunque – eso sí – con un ventajoso provecho de la autonomía y del presupuesto universitarios. Al confluir con un sector retrógrado de las Fuerzas Armadas, quedó bien redondeada la diligencia, pues, sostenemos, contribuyeron a ponerle el sello correspondiente a un régimen de vocación totalitaria, absolutamente ineficaz y profundamente corrupto.
Esa generación tiene por elevada característica un sentido morboso de la represión, la que – además – es capaz de utilizar a los presos políticos como rehenes, festejar que un colectivo armado – de acuerdo a la jerga – vuele con un artefacto explosivo los espacios de la universidad y literalmente despoje a las víctimas de sus pertenencias personales, en nombre del amor y de la paz. Días, como el del Estudiante, son propicios para una campaña publicitaria cuando no es posible olvidarlos: alérgicos a la historia, hacen lo imposible para que la política, lo político y los políticos no vuelvan renovadas a correr por todos los espacios públicos, intentando liquidar al dirigente comprometido en emociones, ideas y acciones, o, a lo sumo, tolerando y estimulando a aquél estúpido que dice adversarlos.
21/11/2016:
http://www.radiowebinformativa.com/opinion/luisbarraganj-politica-y-antipolitica-dia-del-estudiante/
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