domingo, 19 de junio de 2016

EL COLMO



De la faceta escatológica del régimen

Luis Barragán

Asunto escabroso, pero inevitable. La paz ni siquiera encuentra domicilio en los cementerios, convertidos en peligrosas, increíbles e indecibles barriadas que los aprietan como en el General del Sur de Caracas.

Novedad alguna reporta el camposanto de la ciudad capital en relación a los hechos vandálicos y a las continuas profanaciones de tumbas, ante la indiferencia militante de las autoridades, a veces, sospechosas de las atrevidas incursiones por alguna convicción religiosa, pseudorreligiosa o patológica. Versiones estas que surgen al calor de un anecdotario propio de la necropolítica que los informa, en el tozudo empeño de prolongarse en el poder.

Sobran los testimonios de personas con padres, parientes y amigos de violentadas tumbas que, además, no frecuentan por los riesgos que comporta hacerlo con la frecuencia deseada. Por contraste, hay reportes respecto a aquellos que ya se habituaron a tenerlas como hogar, por no mencionarlas como refugio de delincuentes: dos o tres años atrás, tuvimos ocasión de acudir al sepelio del familiar de una persona amiga y, realizado en poco menos de 40 minutos, previo pago del malandro que protegió el acto con el permiso de otros que fijaron el plazo, constatamos cuan populoso es el lugar: hábitat indefinible para los más pobres que se resignan a compartirlo hasta con los rateros de los pocos monumentos artísticos que van quedando.

Ha sido necesaria, aunque indeseable, la profanación a tumbas como la de Rómulo y Teostiste Gallegos o la de Isaías Medina Angarita para el estremecimiento de la opinión pública, tan asediada por otras urgentes y variadas noticias. Lo peor ha sido la vergonzosa respuesta del alcalde menor de Caracas, Jorge Rodríguez, y la de otros funcionarios, que las negaron, pretendiendo no sólo reducir el asunto a un eufemismo, sino  evadir sus responsabilidades ante el delito recurrente que, valga acotar, parece reforzar el elemento escatológico que explota nada inocentemente el gobierno.

Difícil de plantear en el pasado período legislativo, conseguimos la ocasión a propósito del debate suscitado por la autorización parlamentaria para que los restos de César Rengifo fuesen mudados del ya citado cementerio al Panteón Nacional. Y, a pesar del comentario adverso que luego produjo en la propia bancada de la oposición, señalamos en abril de 2015: “… Partiendo del inicio del debate (de hoy) donde se habló de la inseguridad personal, no sólo de las personas que obviamente están vivas, sino de los cementerios públicos: por lo general, visitados por los familiares, relacionados y demás deudos, constituyen un motivo de peligro y, por lo que frecuentemente observamos, de profanación. El traslado de César Rengifo al Panteón Nacional, por lo menos, asegura que su tumba no será profanada. El traslado de César Rengifo al Panteón Nacional, por lo menos asegura que exista la posibilidad de que pueda descansar en paz, sin que sus deudos y relacionados corran el peligro de un grave asalto a mano armada, como por lo general ocurre en un monumento artístico como el Cementerio General del Sur, como en otros cementerios públicos nacionales y municipales que frecuentemente constituyen una referencia para el delito” (http://lbarragan.blogspot.com/2015/04/salvo-dos-consideranda.html). 

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