domingo, 19 de junio de 2016

Y SEGUIRÁ SIÉNDOLO



Érase la belleza venezolana por excelencia

Guido Sosola

Curiosos los orígenes, los concursos de belleza de mayor nombradía sintetizaron la inocencia de todo evento que apuntaba a celebrar a la muchacha más linda de estos predios. Hubo fenómenos extraordinarios, como la selección popular de la madrina de la Serie Mundial de Béisbol Amateur (1944) que ganó Yolanda Leal, maestra, habitante de la caraqueña avenida San Martín, ante Oly Clemente, hija de un funcionario gubernamental; u otros raros, se dice, desmintiendo lo que después será un fabuloso negocio, como el de Ana Griselda Vegas, la Miss Venezuela 1961, quien anunció luego el deseo de hacerse monja.

Lo cierto es que, junto al petróleo y la telenovela, la lindura se convirtió en una monumental “industria” de exportación, explicando nuestra propia identidad, aunque la franquicia – irónica y finalmente – está ligada a los intereses del detestable Donald Trump, delatando la naturaleza de una empresa de los excesos triviales. Falta mucho por indagar  este tan particular fervor industrial, cuyos éxitos más contundentes, dando pista de la distorsión de valores que legitimó nuestra banalidad política, están asociados a las grandes bonanzas petroleras: historiadores, sociólogos, economistas y psicólogos sociales, todavía están en deuda por los estudios que faltan en tan interesante materia que nos permite suscribir estas líneas teniendo por fondo la melodía de Aterciopelados: “El Estuche” (https://www.youtube.com/watch?v=Qnu0Mww49us). 

Nuestra generación creció con la legítima devoción que generó Susana Duijm, Miss Mundo 1955. Imagen inevitablemente emparentada con la dictadura de Pérez Jiménez, después, poco a poco fue reivindicada – como la bailarina Yolanda Moreno – por la autenticidad de ese modo de ser que la hizo todavía más hermosa, típicamente venezolana, la de la transición del país predominantemente rural al urbano.

Érase la belleza venezolana por excelencia, popular, genuina y espontánea que, valga la acotación, inspiró la arepa rellena de “Reina pepeada”. No requirió del inmenso aparato gerencial que convierte esa suma de los aterciopelados 240, en una hazaña de cirujanos plásticos que igualmente añade la venta del cuerpo para sostener la aspiración al cetro, como se ha sabido, y otras manifestaciones que nos remiten a la protesta feminista y al  intento de sabotaje del Miss Venezuela 1972.

Susana, la que se hizo tan familiar  por las telenovelas y los comerciales, escuchada en la radio margariteña, lugar que decidió desde hace muchos años atrás para su tranquilidad, se ha ido de este mundo que, al compás de la consabida crisis, nos habla – ahora – de una ruralización de las ciudades. Y, con ella, el otrora imaginario de un país que fue modesto y optimista. Vale decir, prometedor.

Reproducciones: Susana Duijm, días antes de caer la dictadura de Pérez Jiménez (Billiken, Caracas, 1958); en la gráfica de Justo Molina (Momento, Caracas, 1966); y al compartir el conciero de Louis Armstrongo (Élite, Caracas, 1957).
18/06/2016:
http://www.opinionynoticias.com/opinionnacional/26725-erase-la-belleza-venezolana-por-excelencia 

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