domingo, 19 de junio de 2016

DE LA INVOLUCIÓN DEL ESTADO NACIONAL



Territorio y Estado Cuartel

Luis Barragán

Extremada la noción de enemigo interno, gracias a la lamentable versión de la doctrina de seguridad nacional que cursa en nuestro país, cobra importancia una distinción frecuentemente inadvertida en relación al Estado Nacional.  Éste, tiende a una involución de aparente resistencia frente a la globalización que tarda, pero llegará, mientras no logre adecuarse a  los viejos y nuevos intereses del poder directamente usufructuario de las circunstancias, en contraste con lo que ocurre en otras latitudes, evolucionando con cautela en el marco de un irreversible proceso.

Una básica aproximación, da cuenta de los elementos existenciales del Estado que expresan las tensiones de uno y otro estadio. Por lo que respecta a la población, por ejemplo, el desplazamiento forzoso y desesperado para buscar nuevas oportunidades literalmente de vida, dentro o fuera de las fronteras, siendo altísimas las tasas de  muertes violentas en Venezuela,  en nada abona al que libre y voluntariamente se conoce en otros países, sin perder un ápice de las oportunidades que ofrezca el propio. O del poder agresivo, arbitrario y cada vez más concentrado, lejos del mismo garantismo que cobra fuerza allende la mar. Sin embargo, la más sentida ironía del Estado Cuartel está en el territorio.

Fronteras adentro, el Estado ha perdido el control del territorio nacional a manos del hampa, en el supuesto de que deseara ejercerlo,  porque – ciertamente – ha permitido la consolidación de una suerte de Ciudades-Estados, temidas e inexpugnables, donde los colectivos armados y grupos delictivos afines, deciden, incluso, hasta los llamados  toque de queda.  Y es que, al parecer, el Estado entiende como territorio sólo el que declara formalmente como  de seguridad militar, segregando al resto de la población y, aún así, excediéndose en las áreas,  ofrece la curiosa contraposición entre la insegura y desaseada Plaza Madariaga al oeste caraqueño, y la Plaza Altamira al este, más segura y limpía bajo la administración civil.

Fronteras afuera, el Estado Cuartel luce indiferente ante el diferendo territorial con los países vecinos, apostando por un apoyo que lo lleva a postergar u olvidar cualesquiera reclamaciones y, faltando poco, indolente ante las incursiones irregulares de fuerzas extrañas. No sólo desmiente la presencia de las guerrillas que, desde hace más de década y media, se hacen sentir al occidente y sur del país, sino que, apartando las actividades mineras y otras de muy dudosa legitimidad, revela una actitud entreguista hacia el oriente.

Perversión de la necesidad, justificación y desarrollo profesional de la institución castrense, el militarismo y la sociedad militarizada vela únicamente y sirve desde el territorio indispensable para el poder establecido. Una somera revisión del proyecto de reforma constitucional de Chávez Frías exhibe esta intención y propósito que, a pesar del fracaso comicial que conoció, se ha impuesto por la vía de los hechos y del fraude normativo. 

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