Jesús es exigente, pero no intransigente con el que no lo sigue
Marcos Rodríguez
Del rosario de frases lapidarias que nos proponen hoy las lecturas, yo
me quedo con la de Pablo, que es el mejor comentario al evangelio: “Para
vivir en libertad, Cristo nos ha liberado”.
En primer lugar, porque la libertad es el fundamento de la persona; sin
ella no es posible un desarrollo verdaderamente humano. En segundo lugar,
porque en ninguna época se ha hablado más de libertad, pero nunca ha sido mayor
su carencia. Y en tercer lugar, porque Pablo habla expresamente de la libertad
de la Ley; es decir, de la liberación de las ataduras de la falsa religiosidad,
que es la que más profundamente ata al hombre.
Muchas veces hemos apuntado que la libertad tiene un aspecto pasivo y
otro activo. Por nada del mundo debemos violentar a los demás ni siquiera con
el pretexto de salvarles. Pero por otra parte, tampoco debemos dejarnos dominar
por nada ni por nadie.
Esto último es mucho más difícil que lo primero, porque supone una
actitud de constante vigilancia para que en ningún momento nos dejemos doblegar
por personas, cosas o situaciones en las que sería mucho más cómodo dejarse
llevar sin oposición.
Tomemos conciencia clara de que la tiranía que más sufrimiento ha
causado a través de la historia humana que conocemos, ha sido la religiosa. En
nombre de Dios se han cometido las mayores barbaridades. El mismo Jesús se
opuso con mucha más fuerza a la injusticia religiosa que a la del imperio
romano.
El evangelio de Lucas da un quiebro con la lectura de hoy. A lo largo de
los diez capítulos siguientes, nos va hablar de la subida a Jerusalén. Todos
los evangelios proponen la subida de Jesús a Jerusalén como un marco teológico,
pero Lucas le da un énfasis especial.
Comienza con la frase programática que destaco y termina con la
expulsión de los vendedores del templo. Es una trayectoria geográfica, pero
sobre todo, una trayectoria espiritual: subida al Padre a través de la muerte.
“Cuando iba llegando el tiempo de que se lo
llevaran a lo alto, también él resolvió ponerse en camino para encararse con
Jerusalén”.
La frase es un resumen de la vida y muerte de Jesús, incluida la
resurrección y glorificación. Este evangelio deja bien claro que lo que va a
pasar, por muy desagradable que pueda parecer, es aceptado expresamente por
Jesús, tal vez como la única manera de convencerles de que todo lo que había
hecho y enseñado, era lo correcto.
El
episodio de los discípulos rechazados, tiene mucha miga. Los samaritanos eran
considerados herejes por los judíos, que no perdían la ocasión de humillarlos y
despreciarlos. No es de extrañar que ellos a su vez tomaran la revancha cuando
podían.
Si los
enviados hubieran propuesto bien el mensaje de Jesús, si hubieran comunicado
las verdaderas intenciones de Jesús al subir a Jerusalén, no sólo no les
hubieran rechazado, sino que les hubieran aceptado con los brazos abiertos.
Nada más de acuerdo con sus intereses podían esperar los samaritanos. Alguien
que fuera capaz de criticar tan duramente lo que se cocía en el templo, tenía
que tener toda su aprobación.
Pero
seguramente les hicieron pensar en una subida “para hacerse cargo del reino”,
que eran lo que los discípulos esperaban. Tergiversaron el mensaje y fueron
rechazados de plano... Siempre que nos rechazan, o rechazan a Dios será por
presentar un Dios hecho a la medida de nuestros intereses, y por lo tanto
falso. La gran tentación del ser humano será siempre manipular a Dios.
La reacción de los Zebedeo tampoco tiene desperdicio. Piensan en un
nuevo Elías, que había mandado bajar fuego del cielo que consumió a los
emisarios del rey. Pretenden que Jesús haga honor a su condición de profeta
poderoso. Otra tentación constante del hombre, poner a Dios de su parte contra
todo bicho viviente que le lleve la contraria.
Jesús les “increpó” (el mismo verbo que emplea cuando expulsa los
demonios). En otro evangelista Jesús es más explícito y les responde: “No
sabéis de qué espíritu sois”.
Y yo me pregunto: ¿Por qué a través de la historia, olvidando esta
actitud de Jesús, nos hemos seguido comportando como Santiago y Juan? Siempre
que ha tenido el poder suficiente, la Iglesia ha respondido con violencia
extrema contra todo el que no aceptara su doctrina o sus normas. Ni siquiera la
libertad religiosa, que es un derecho básico de todo ser humano, ha sido
capaz de aceptarla hasta que ha perdido la capacidad de imponer su absolutismo.
Como el domingo pasado, se trata de responder a la pregunta: ¿Quién es
Jesús? Si de verdad aceptásemos el espíritu de Jesús, la primera consecuencia
sería la tolerancia. Jesús no impone nada, simplemente propone la buena
noticia del Reino y deja en libertad para aceptarla o rechazarla.
Su mensaje entraña una oferta de verdadera liberación, pero como tal,
solo puede interesar a los que sienten que están oprimidos por realidades que
no les dejan ser ellos mismos. Toda falta de identificación con el otro, supone
una falta de identificación con el Dios de Jesús. Esto no siempre lo tenemos
claro.
A
continuación propone Lucas tres candidatos a seguirle. No olvidemos que se
encuentran en Samaría, tierra hostil al judaísmo oficial. A pesar de
ello, algunos manifiestan la intención de seguir a Jesús. Naturalmente se
trata de un montaje literario para incrustar tres máximas claves en el
pensamiento de Jesús. Por lo tanto lo importante son las respuestas, que a cada
una de ellas da Jesús; no los interlocutores que ni siquiera tienen nombre.
Con
frases cortas y tajantes se intenta aclarar una actitud vital sin miramientos
de ninguna clase. Se quiere resaltar la radicalidad del mensaje y por lo tanto,
del seguimiento. Esa exigencia es una oferta, no una imposición (en contra de
lo que acaban de manifestar los discípulos). Cada uno es libre de aceptarla o
no. Ni siquiera se dice si los aspirantes la aceptaron. Jesús es exigente,
porque sabe que no hay otra opción, pero no intransigente con el que
no le sigue.
Esa exigencia no es un capricho de Dios, sino que la pide la misma
naturaleza de la oferta de salvación que nos hace Jesús. Nuestra condición de
criaturas, y por lo tanto limitadas, es la que nos obliga, una vez tomado un
camino, a tener que abandonar todos los demás.
La renuncia a aquello que me gusta dejará de ser renuncia, si lo hago
con conocimiento y libertad, para convertirse en elección de lo mejor. No
siempre, lo que me causa más placer, lo que menos me cuesta, lo que más me
agrada, lo que me pide el ADN, es lo mejor para alcanzar la plenitud del ser
humano.
Nuestra religión nos ha presentado el seguimiento de Jesús como una
renuncia. La utilización de este concepto es la mejor señal de que no hemos
entendido nada. No se trata de renunciar, sino de elegir lo que de verdad es
bueno para mi auténtico ser. Dios quiere nuestra plenitud.
Tenemos que superar la idea de un Dios que para ser Él más, tiene que
humillar al hombre. No, la causa de Dios es la causa del hombre. Dios
está identificado con su criatura; por lo tanto la mayor gloria de Dios es que
la criatura llegue a su plenitud.
No tenemos que amar a Dios sobre todas las cosas; tenemos que
amar a Dios en todas las cosas. Pero si las cosas ocupan el lugar de
Dios, me estoy apartando de mi verdadera meta.
La primera máxima: “Las zorras tienen madrigueras, los pájaros nido,
pero el Hijo de Hombre no tiene donde reclinar la cabeza”.
En el ambiente de itinerancia en el que se desarrolla esta parte del
evangelista, no hace hincapié en la pobreza, sino en la disponibilidad. El que
quiera seguir a Jesús tiene que estar completamente libre de trabas. Ni
siquiera la seguridad de un hogar debe impedirle estar dispuesto siempre para
la marcha.
La segunda máxima: “Deja que los muertos entierren a sus propios
muertos”.
Es también radical, pero no debemos entenderla en sentido literal. Lo
que le pide el aspirante a Jesús, no es que le permita enterrar a su padre que
había muerto, sino que le dejara cumplir con el precepto de atender a su padre
anciano hasta que muriera. Jesús antepone las exigencias del Reino a la
obligación prescrita por la Ley de atender a los padres. La Ley debe ser
superada.
La tercera máxima: “El que echa mano al arado y sigue mirando atrás,
no vale para el Reino de Dios”.
Despedirse de su familia no debemos entenderlo como “decirles
adiós”. En aquella sociedad despedirse significaba dedicar días o semanas a
celebrar la separación. El significado es muy parecido al de la anterior,
pero aquí se quiere resaltar la apertura integral a todos los seres humanos. Ya
no hay particularismos, ni siquiera existe “mi familia”. Ahora toda la
humanidad es mi familia. El círculo familiar suele ser la excusa donde camuflo
un egoísmo amplificado que me impide darme a todos.
Las exigencias radicales que propone Jesús en el evangelio, debemos
interpretarlas desde la perspectiva del Reino. No se refiere tanto a la
materialidad de las realidades que hay que abandonar, cuanto al desapego de
toda seguridad que es la verdadera exigencia del seguimiento.
Se trata de vivir una escala de valores de acuerdo con el Reino, pero no
quiere decir que haya que renunciar a todo lo humano para llevar una vida
desencarnada. La familia, la amistad, el compromiso social son valores que
pueden ser incorporados al mensaje de Jesús, siempre que no les demos un valor
exagerado y confiemos únicamente en ellos.
Meditación-contemplación
¡No sabéis de qué espíritu sois!
La mayoría de los cristianos no nos hemos
enterado.
Si te preocupa que alguien te rechace,
es que no has entendido lo que realmente
eres
y sigues mendigando el favor de los otros y
en eso confías.
....................
Lo que debía preocuparnos es
que aún somos capaces de rechazar al otro.
Seguimos sin confiar en lo que somos y en
lo que es Dios para nosotros.
Por eso necesitamos de seguridades
externas.
No se trata de librarse de los demás, sino
de liberarse de uno mismo.
..............................
La necesidad de juzgar, de condenar,
de aislar al que no piensa como nosotros,
es la mejor prueba de incomprensión del
evangelio.
Todos los fundamentalismos son fruto de la
misma actitud,
una falta de confianza en Dios y en la
Vida.
Cfr.
Isabel Vidal de Tenreiro: http://www.elimpulso.com/opinion/buena-nueva-8
Ilustración: Zdenek
Gótz
No hay comentarios:
Publicar un comentario