Bolívar de carne, hueso y genio
José Rafael Revenga
En 1980, Rafael Poleo y yo decidimos entrevistar por Venevisión a varios de los principales conocedores de la vida y obra del Libertador.
Se aproximaba el Bicentenario de su nacimiento y por eso consideramos oportuna una nueva indagación sobre un tema esencial a la nacionalidad y de una vigencia permanente.
Las transcripciones de los programas nunca han sido publicadas, por lo cual pienso que su presencia digital es un reconocimiento a nuestros invitados y puede ser útil como una aproximación adicional a la comprensión del Bolívar de hueso, carne y genio.
Para esta nota el invitado es el bien conocido historiador Francisco Herrera Luque. (El programa salió al aire el 17.12.1980).
JRR.- ¿Cómo reacciona el Libertador frente al atentado en contra de su vida en septiembre de 1828 y ante otro hecho tan negativo como fue el asesinato del Mariscal Sucre en 1830?
FHL.- Sorpresivamente, el Libertador, que siempre se había mostrado tan enérgico, tuvo como reacción abandonarlo todo y perdonar a sus enemigos. Yo creo que en ese momento comienza la enfermedad del Libertador. Precisamente el libro de Oscar Beaujon, “El Libertador enfermo”, señala que esa enfermedad que se arrastraba se hace presente después de septiembre del año 28. También la muerte de Sucre desgarra al Libertador; Sucre para el Libertador es la representación del hijo que no tuvo, era su heredero en todos los sentidos. Son dos grandes golpes. Yo creo que en el Libertador se cumple la muerte biográfica y la muerte física. La muerte física sucede el 17 de diciembre, pero la muerte biográfica yo creo que comienza o se produce el 8 de mayo de 1830 cuando abandona a Bogotá y se pierde en la niebla; yo creo que ya iba muerto.
RP.- ¿Y por qué abandona a Bogotá?
FHL.- Cuando salen electos Mosquero y Caicedo Presidentes ya no tiene nada que hacer. Aquella insurrección que se produce en Bogotá, las turbas al grito de “!Longaniza! ¡Longaniza!”—incluso el vicepresidente Caicedo tiene que dormir con él esa noche— fue un momento sumamente doloroso para el Libertador. Ahora, la decadencia de toda su proyección y su vida política y el sentido de su existencia yo creo que comienza después de su retorno del Perú; ya viene resentido y en 1827, cuando está en Caracas, es sumamente triste y luego viene el suceso definitivo del año 28, de septiembre del 28.
RP.- Pero esa decadencia ¿tiene algo que ver con su estado de salud o es solamente la situación política que lo deprime?
FHL.- Es una pregunta interesante, porque muchos médicos creemos que la gente se muere cuando quiere, cuando ha perdido el sentido de su existencia.
JRR.- ¿Usted cree que Bolívar había perdido el sentido de su existencia una vez lograda la liberación del Perú, la creación de Bolivia?
FHL.- Bueno, como yo digo en mi artículo, Bolívar es un héroe solar. Los héroes solares mueren jóvenes. Cumplida su obra, el peligro más grande que tiene un héroe es sobrevivirse, como fue el caso de José Antonio Páez; si José Antonio Páez muere en Carabobo hubiese sido Sigfrido pero, desgraciadamente, se prolongó en el tiempo como Porfirio Díaz.
RP.- Ahora, se ha especulado siempre sobre supuestas anomalías psíquicas, estructurales, en Simón Bolívar, hasta el punto de que aparte de lo que pudiera haber de congénito, por los años 40 se habló mucho y se le dio cierta carta de seriedad a una teoría según la cual el Libertador, en su vida tormentosa, había contraído una sífilis y estaría para determinada época, quién sabe para el momento… justamente para el momento en que alcanza el punto máximo de su gloria, en el estadio casi final de la sífilis, eso que llaman parálisis general progresiva que trae cosas tales como delirios de grandeza y otras formas sublimes de locura. A eso se le dio mucha seriedad médica hace algunas décadas. ¿Qué valor tiene eso hoy?
FHL.- Ninguno. Es decir, la psiquiatría no tiene nada que decir respecto de Bolívar; la respuesta la tiene la Historia. El Libertador, indiscutiblemente, como todo genio tenía una singularidad temperamental, es decir, que se sale de la norma. El Libertador cae en estado de depresiones tremendas en los momentos de euforia que no son comunes al hombre mayoritario. Ahora, Bolívar en este caso debe medirse por su obra y no por si es epiléptico, y la tesis de Carbonell no tiene ningún sentido igual que la de Lope de Mesa de que era psicótico maníaco-depresivo. Estas patografías estuvieron muy en boga hace veinte o treinta años pero en mi opinión no deben tomarse muy en serio.
JRR.- ¿Es su opinión o es la opinión de los psiquiatras?
FHL.- Hay bastantes psiquiatras que opinan como yo.
JRR.- ¿Y cuál era la actitud, el estado de ánimo de Simón Bolívar frente a la muerte durante los últimos meses de su vida?
FHL.- Es curioso y sorprendente. Bolívar siempre tuvo ante la muerte una actitud muy dual. En el momento en que se encuentra fracasado quiere vivir con pasión… y vive, lucha y vence. Y en los momentos de gloria se deprime. Bolívar poco antes de morirse creía que iba a vivir. Alguien expresó que era la alegría del tísico; eso es también una expresión un poco demodé. Yo sí creo que Bolívar pensaba, en su trayectoria hacia Cartagena, regresar, como en efecto sucedió: Urdaneta dio su golpe de Estado y retornó al poder. Pero cuando llega la invitación ya la enfermedad está muy avanzada… Él mismo lo dice: “Ya no puedo sostenerme en pie”.
RP.- Sobre la vida afectiva del Libertador que se ha especulado tanto, ¿no habrá un cierto exceso romántico en esa importancia que se atribuye a su relación con Manuela Sáenz? Porque hasta ese momento, y aparte de su matrimonio adolescente, no aparece ninguna mujer importante. Ya ha realizado su obra y todavía no aparece una mujer determinante en su existencia. Cuando aparece Manuela ya él es un hombre que ha culminado lo fundamental de su obra y más bien va a empezar la decadencia. ¿Fue tan importante esa relación?
FHL.-No, yo estoy de acuerdo contigo. Yo hice precisamente un último trabajo, yo no creo en ese mito del gran amor del Libertador y Manuela. Es decir, hay muchas pruebas: el Libertador, por ejemplo, cuando llega al Perú se enamora y está año y medio sin ver a Manuelita. Luego la deja en el Perú cuando él regresa a Colombia y entre su muerte y su partida de Bogotá transcurren nada menos que ocho meses…
RP: Y Manuelita está ausente…
FHL.- Y Manuelita está ausente y no era por restricciones políticas, porque Manuelita hacía y deshacía en Bogotá. Y después del golpe de Estado que da Urdaneta, que son dueños de la situación, Manuelita perfectamente ha podido regresar y si no regresa es porque el Libertador no quiere. Hay otras mujeres en la vida del Libertador muy importantes y muy silenciadas. Por ejemplo, como es el caso de Pepita Machado. Pepita Machado está presente en la vida del Libertador desde 1813 cuando él entra a Caracas—y ella es la muchacha que le pone la corona de laureles—hasta 1820. Se dice que muere tuberculosa pero no estoy seguro. Es una mujer que tiene bastante importancia y ya nadie la recuerda, era una mujer bastante intrigante. Y en cuanto a María Teresa del Toro, su primera mujer, yo creo que son los balbuceos de un adolescente y de algo edípico; esa búsqueda de la madre que se fue pronto. Es decir, si Tito Salas la pinta fea y Vicente Lecuna la debió transmitir como se veía, debió ser en mi opinión bastante insignificante. De todas maneras, yo no creo que muchas mujeres tengan importancia en la vida de Bolívar.
JRR.- Entonces, es un hombre cuya vida se desarrolla sin un mayor énfasis afectivo.
FHL.- Bueno, de acuerdo con esa singularidad temperamental de la cual te he hablado no hay gran ligazón, y eso no solamente se proyecta en la vida amorosa del Libertador, sino en los amigos también. No son casualidad, por ejemplo, los disgustos que él tiene con Miranda, con Andrés Bello. ¿Qué pasó con Andrés Bello? Y él parece que cometió lo que pudiera considerarse como un error grave cuando él cambia de amigos al llegar la gente de la Legión Británica; parece que la gente de la Legión Británica con su sabor europeo le atraía más que sus viejos camaradas criollos y los abandona…
JRR.- ¿Usted no cree que allí perdió mucho del soporte psicológico, de la vinculación psíquica con sus subordinados que, de haber permanecido esa vinculación, le hubiera servido mucho en las horas terribles después del año 26?
FHL.- Sí; al Libertador, indiscutiblemente, en los momentos de gloria como les pasa a muchos políticos, el yo personal se infla con el yo colectivo y entonces confunde una cosa con la otra y las antiguas alianzas ya no se resisten. Soublette, Córdoba mismo, infinidad de colaboradores… no hay que olvidar que Santander y Páez, a quienes estamos acostumbrados a ver como los enemigos mortales de Bolívar, fueron sus mejores colaboradores. Sin embargo, el Libertador estalla, los separa y se queda con los de la Legión Británica. En este aspecto también llama la atención lo siguiente: Bolívar era un romántico, y tú sabes bien que el Romanticismo en Hispanoamérica nunca se ha dado; es flor exótica. Es decir, aquí tenemos un realismo tremendo mientras que los compañeros de la Legión Británica, europeos, sí eran tan románticos como Bolívar. Por algo estaban aquí y habían venido por eso. Lord Byron quería venir para acá…
RP.- Eran unos girondinos…
FHL.- Sí, eran unos girondinos, claro, eran garibaldinos. Es una gente que quiere venir a Venezuela para encontrarse con esa realidad sanchopancina de un Páez o de un Pena. Yo me explico por qué fue la disyuntiva.
RP.- Fue entonces un hecho de analogía de él con aquellos europeos románticos antes que con nuestros criollos que estaban buscando al suyo.
FHL.-¡Claro! Tú te imaginas lo que significaba quitarle a los caraqueños la capital para pasarla a Bogotá para que sea “villa y corte” de un imperio amasado con sangre venezolana? Eso necesariamente tenía que provocar anticuerpos. Yo creo que el Libertador pierde la proporción en ese momento.
JRR.- Ahora, Bolívar pudo haber sido rey; él tuvo la oportunidad de convertirse en monarca y no lo hizo a pesar de ese romanticismo que tú mencionas.
FHL.- No, porque los románticos por ejemplo, cuando Napoleón… Napoleón es el héroe de los románticos mientras es Primer Cónsul y entonces lo execran cuando él se corona Emperador. Entonces el Libertador… yo estoy convencido de que el Libertador admiraba profundamente a Napoleón pero para no perder su identidad lo rechaza, lo rechaza totalmente.
JRR.- ¿Y el perdón de Santander ya no indica una debilidad, una flaqueza en el carácter, en el ánimo del Libertador… en 1828?
FHL.- Bueno, es lo que decía anteriormente: hay un desmadejamiento del Libertador en ese instante. Su primera reacción es abandonarlo todo; es decir, ya presiente la muerte, ya presiente que su labor ha concluido. Y yo por eso creo que el 17 de diciembre en vez de ser día de luto debía ser día de júbilo, porque el Libertador precisamente comienza a vivir después de su muerte. Ése es el momento realmente glorioso del Libertador. Todo el mundo quería que el Libertador se coronase, comenzando por Urdaneta y Páez, cosa que la gente muchas veces no sabe. Y aquella célebre carta de María Antonia a su hermano diciéndole que “primero Libertador…” ¡María Antonia era monárquica! Lo que pasa es que hay muchos aspectos de nuestra Historia que están silenciados. San Martín le recomienda a Bolívar que se establezca una monarquía. ¿Qué ventajas ofrecía la monarquía? La continuidad y la estabilidad. La alternabilidad republicana le da paso a los golpes de Estado, a la apetencia de los caudillos. Si nos ponemos a revisar nuestra historia nosotros hemos tenido, salvo breves interregnos, Presidentes vitalicios. Incluso José Tadeo Monagas creo que tiene las pretensiones casi de hacer una Presidencia hereditaria. Tenemos más o menos seis o siete reyes a lo largo de toda nuestra Historia. Ahora, en sus últimos días, el Libertador se pronuncia diciendo que la América Latina es ingobernable.
RP.- Si era ingobernable, ¿lo hubiese sido también bajo una monarquía?
FHL.- No me atrevería a responderte, no he reflexionado lo suficiente sobre eso, pero quizás aseguraría una mayor estabilidad, creo yo.
JRR.- ¿Cómo era Bolívar en carne y hueso, Bolívar el hombre de todos los días?
FHL.- Mira, ante todo y para evitar equívocos porque yo tengo fama de ser tan irreverente como Rafael Poleo, debo hacer profesión de fe de mi amor al Libertador y de una profunda admiración hacia él. Pero el Libertador de verdad dista mucho de ser el Libertador en bronce. Nadie se imagina por ejemplo, que Bolívar pudiera ser, hablando en criollo, un buen mamador de gallo y sí lo era. Bolívar cantaba, Bolívar era afable, Bolívar montaba en cólera fácilmente y echaba chispas, soltaba bollos.
RP.- Eso que llaman un temperamento vivo.
FHL.- Un temperamento vivo y muy venezolano, muy caraqueño, muy llano, y cuando se tenía que poner solemne se ponía solemne, pero generalmente el Libertador era un hombre vivaz, nervioso, sumamente inquieto. Hablaba muy bien, era de una gran facilidad en su dicción… pero sin pedantería. Yo creo que ese Libertador con esa voz roncota y distante que lo ponen por ahí, lo aleja de nuestro pueblo.
RP.- Tenía la voz chillona…
FHL.- Tenía la voz chillona, estridente, desagradable. Bueno, muchos tribunos nuestros, Guzmán Blanco entre otros, tenían la voz chillona. Yo creo que ese Libertador en bronce lo aleja de nuestro pueblo y hay que aproximar a Bolívar. Es un consuelo para los malos estudiantes saber que el Libertador fue un pésimo estudiante hasta los 19 años. Lo más importante de Bolívar es saberse vencer. Por supuesto que es un genio, y en el genio hay factores nativos, factores de oportunidad y factores biográficos… Hay otra cosa que yo sí quisiera desvirtuar, sobre eso sí he reflexionado bastante: la historia sagrada explica que el Libertador se hace Libertador porque se le muere su primera mujer. ¡Yo no creo eso! Es propio de una novelita rosa. Si no se le muere la mujer, él sigue siendo Libertador y la pone de lado. Pero es una novelita rosa que no creo, y es lo mismo que tú me preguntabas sobre Manuelita Sáenz. Manuelita Sáenz, su adorable loca, lo divierte, hay una buena comunicación entre ellos, intelectual, carnal, afectiva…
RP.- Lo que eran ellos es grandes amigos aparentemente.
FHL.- Sí, amantes; eran eso, amantes, pero creer que fuera su mujer exactamente ¡no!... Él nunca tuvo una mujer de la que se pudiera decir que era su mujer. ¡Ninguna! Ahora, Manuelita sí alcanzó aparentemente tener con él una gran vinculación afectiva. ¡Eso es verdad!
JRR.- ¿Cómo preveía el Libertador los últimos años de su vida? Porque él se encuentra en Santa Marta en vísperas de un viaje a Europa donde pensaba radicarse y quizás escribir sus memorias.
FHL.- Mira, pensando en este carácter contradictorio del Libertador, no hay que olvidar que el Libertador era un hábil político, muy astuto, y los políticos profesionales -¿no es así Rafael?- no se expresan con la verdad.
RP.- A veces sería hasta inconveniente que la dijeran.
FHL.- Se posterga la verdad persiguiendo un objetivo. Es posible que haya pensado irse a Londres… Eso de que el Libertador murió en la miseria es falso; el Libertador tenía por el Congreso una renta de 10.000 pesos, además de las minas de Aroa; eso es falso que el Libertador estuviera en la miseria. El Libertador era todavía un hombre rico en ese momento… Muy generoso, muy desprendido, había perdido buena parte de su fortuna en su empresa, pero era un hombre rico.
RP.- Pero no un hombre que se había hecho rico.
JRR.- ¿Cómo fueron las relaciones entre Andrés Bello y Simón Bolívar?
FHL.- Bueno, fíjate una cosa, hay un presupuesto… Bello y Bolívar, en mi opinión, son los dos grandes y únicos genios que ha producido Venezuela, pero eran contradictorios. Bello era apolíneo y el Libertador era dionisíaco.
RP.- Tendrás que explicar qué es una cosa y otra.
FHL.- Apolíneo es el hombre clásico, el hombre ponderado, el hombre ordenado, el hombre de la verdad armónica. El hombre dionisíaco es el hombre tomado por el pathos, por el afecto o por el cariño o por la emoción. Eso es muy importante. La afectividad es predominante. Entonces necesariamente tenían que chocar; yo no me explico por qué el Libertador se precia de haber tenido por maestro a Bello, con aquella ortografía infame que tenía en 1799. Ellos no han debido entenderse…
RP.- En cuanto a Simón Rodríguez… fíjate, buscando las influencias psíquicas en el Libertador en el sentido más amplio, casi pedagógico y formativo ¿Simón Rodríguez influyó tanto realmente en el Libertador?
FHL.- Yo creo que Simón Rodríguez se encuentra con el Libertador cuando él es viudo por segunda vez y le descubre todo ese mundo, el romanticismo napoleónico al que Bolívar por temperamento estaba dispuesto. Ahora, también es sorprendente que cuando el Libertador se regresa, creo que en 1807, se cortó la comunicación con Simón Rodríguez. Simón Rodríguez está de espaldas al movimiento emancipatorio hasta 1824, cuando va a buscar al Libertador en el Perú. ¿Qué pasó entre Simón Rodríguez y el Libertador?
RP.- Puede haber sido un alejamiento por la personalidad monomaníaca de Rodríguez.
FHL.- Hubo la oportunidad de que participara en la gesta de la Emancipación por parte de Rodríguez. Es decir, es inexplicable.
RP.- Pero Rodríguez si podía ser psíquicamente objetable. Rodríguez es un personaje que podía desencadenar procesos muy interesantes en el Libertador, pero él mismo era como inmanejable.
FHL.- Mira, yo estoy de acuerdo con Úslar Pietri en este libro en que él trata la personalidad de Simón Rodríguez: en que es bastante injusto aquello de tratar a Simón Rodríguez como un tipo pintoresco.
RP.- Como un aventurero…
FHL.- No, era un hombre sumamente culto, con ideas muy claras, vigentes actualmente en los procesos educativos. Ahora, ¿qué es lo que pasa? No se les olvide señores que… ¡imagínense! Para aquellos generalotes de esa época hablarles como hablaba Simón Rodríguez… no podía pasar de ser un loco. Yo tengo mucho respeto por la personalidad de Sucre, por su valía humana, como estadista y como gobernante, pero yo no sé, yo no me siento muy inclinado a creer que Sucre tuviese la cultura de Simón Rodríguez; tenían que chocar, necesariamente.
JRR.- ¿Por qué ve en Sucre el Libertador el hijo que no tuvo? ¿Había alguna afinidad, alguna empatía?
FHL.- Si, yo creo que el que más lo entendía era Sucre, y también Santander; es decir, no hay que menospreciar a Santander. Santander era un hombre sumamente culto, era un institucionalista, y el Libertador en ese momento, después de haber sido un institucionalista, se transforma en un autócrata; comienzan a chocar. Además, las separaciones entre Bolívar y su lugarteniente… Yo estoy de acuerdo, y lo he dicho, con que el Libertador no toma en cuenta que Venezuela era Venezuela y Nueva Granada era Nueva Granada, con idiosincrasias, historias, economías, totalmente diferentes. Era una bella realidad pero no era realizable.
JRR.- Irreconciliables.
FHL.- Eran realidades bastante irreconciliables. Yo creo incluso que la emancipación del Perú obedece a razones militares pero no políticas. Yo creo que la verdadera proyección nuestra, como lo ha demostrado la Historia, es hacia el Caribe más bien, que fue la política que se siguió luego.
RP.- Pero Bolívar iba también hacia el Caribe; él no se limitaba al país andino, el quería el país latinoamericano, quería el contrapeso frente al coloso del Norte para que no ocurriera lo que ocurrió después.
FHL.- Viendo, por ejemplo ,el norte de Colombia, es muy similar al nuestro, muy proyectado hacia el Caribe todo. Y yo creo que fue a causa de Carlos III, porque si Carlos III, en vez de hacer así hace asao, hubiera dos países homogéneos, pero hizo así e hizo dos países heterogéneos para mantener el equilibrio del poder.
Fuente:
http://opinionynoticias.com/opinioncultura/26668-bolivar-de-carne-hueso-y-genio
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