domingo, 5 de junio de 2016

DE UNO AL OTRO: EL MISMO... EMPEORADO

El Estado Cuartel: más que una vicisitud
Luis Barragán


Irrumpe un título indispensable en nuestro muy precario  mercado editorial: “El Estado Cuartel: Radiografía de un proyecto autoritario” (Negro Sobre Blanco, Caracas, 2016), coordinado por Luis Alberto Buttó y José Alberto Olivar. De la compilación destaca un trabajo suscrito por Rosaura Guerra Pineda (119-140), mediante el cual la academia responde oportuna y solventemente a una realidad como la padecida por la Venezuela de los días que cursan.

El “socialismo sin frenos que sufre una pasiva sociedad venezolana” (138), reedita los viejos esfuerzos del socialismo histórico o real por distinguir al “hombre viejo” y superarlo a través del “hombre nuevo”. La destrucción del uno, a nuestro juicio, parece por siempre una empresa inacabada y agotadora, resuelta con la construcción del otro, mediante un simple decreto que celebra algún atisbo, un asomo o una señal en el gesto, el pensamiento y las ocurrencias temerarias de los líderes que se convierten en una suerte de albañiles de la psicología social.

Partiendo del Estado Cuartel, algo más que una vicisitud, la forzada apuesta por una novedosa mentalidad, valores y sensibilidades, ha de depender de una fortísima convicción ideológica, ausente en los elencos actuales del poder; un partido único, sobre el cual pesa la hipoteca de la Fuerza Armada; el control de los medios, imposibilitado – por lo menos – en la constante audacia de la “radio-bemba” que reemplazará a las redes sociales si fuere el caso; y los mecanismos directos e indirectos de terror, cuya descomposición no los hace prometedores. En una economía rentista, afianzada y profundizada en la última década y media, no parece fácil repetir experiencias como la rusa, china o cubana, pues, inventariado los elementos, Guerra Pineda tiene razón al afirmar que “la ideología socialista (…) parece constituir, un espacio de comodidad para los sectores militares con vocación de poder político en Las [SIC] Fuerzas Armadas Nacionales, dao que les permite ampliar su influencia más allá de los límites de los antiguos esquemas del Estado liberal” (139).

La tentada destrucción del “hombre viejo” únicamente es una excusa de legitimación, por vía de  la deslegitimación del adversario emblemático, a quien se le imputan todos los vicios inimaginables, por cierto, en nombre del amor, la paz y la tolerancia, así como la postergada y retórica construcción del “hombre nuevo” compete únicamente a los demás, los que puedan también disimularlo, porque la empresa común ha sido – de un modo u otro – tomar por asalto lo que queda de petrodólares.  Ni siquiera, suscitada la convicción a la luz del interesante trabajo de Guerra Pineda, la Fuerza Armada se salva profundamente afectada por el modelo ampliado del Plan Bolívar 2000.

Imposible de construir el “hombre nuevo” con una corrupción galopante y generalizada, con la doble moral de sus gobernantes, con los paraísos fiscales a la mano, el narcotráfico, las mafias: bastará citar un hecho reciente, como el del colectivo armado que, en defensa de los grandes ideales revolucionarios, aterrorizó a un conjunto de periodistas para inmediatamente robarle las cámaras y las pertenencias personales que le fuese posible.  El trabajo, la honestidad y los méritos, constituyen nociones ajenas al proceso, francamente desvalorizados como – antes lo dijo  – Jo-ann Peña Ángulo (115) y Guerra Pineda magníficamente contextualiza.
Fotografías: Google Imagen.


06/06/2016

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