domingo, 6 de marzo de 2011

TERREDAD


EL NACIONAL - LUNES 1 DE NOVIEMBRE DE 1999 / OPINION
El alma terrestre
José Balza

Mientras el país se crispa en una dirección sólo aparentemente política, tres libros recientes nos permiten mantenernos dentro de esa atmósfera y abrirnos, a la vez, hacia áreas también esenciales de lo que somos en este momento.

Los tres poseen rasgos comunes: su perfección, la madurez del tono expresivo, el diálogo entre ironía y ternura, sonrisa y dolor. Los tres vuelven a colocar a la actual poesía venezolana en una perspectiva singular, fascinante.

El poema del esposo (Nueva York, 1999) de Patricia Guzmán es un raro canto a la condición de amante: "la mujer buena es buena suerte". Y para ella son los "deleites interiores del amor conyugal". En la casa, en la taza, en el cuerpo, los hechos diarios se elevan como mínimas ofrendas. Rompiendo de manera admirable y vigorosa con el estilo breve y críptico utilizado hasta ahora, Patricia Guzmán construye un largo y delicado poema, en el que la forma va hacia el versículo, hacia la lenta exclamación. Poema, también, de la enfermedad y la solidaridad, nos trae imágenes nunca anotadas en nuestra literatura. En este libro de Patricia se continúa la voz espléndida de Enriqueta Arvelo Larriva, de Ana Enriqueta Terán.

El Cuaderno terrestre (Valencia, 1999) de Gustavo Pereira es una antología "política" de su obra, acompañada por nuevos textos. Política significa aquí "ejercicio de la conciencia sensible, doliente y rebelada". No hay duda de que Pereira es dueño de un temple único. Su capacidad para el sarcasmo, la caricatura, la ironía es paralela a su capacidad para tocar fibras profundas de la ternura entrevista, de la compasión y la fraternidad. Con este libro compartimos la sabiduría de vivir "las invisibles derrotas no sumadas al alma"; la intuición de nuestro breve paso por la realidad: "Darlo todo o ser infelices"; el reconocimiento del mal social, que "nos separó el habla de los sueños". Y, desde luego, la crudeza total: "Colgó el retrato de la Thatcher en la pared del cuarto y se dijo: cuando empiece a gustarme me suicido". He aquí un libro que el Presidente podría citar con dignidad.

Estoy también con una lectura inagotable: el libro Territorios privados (Caracas, 1999) de Joaquín Marta Sosa. Qué extraño fulgor surge de estas páginas: una luminosidad indirecta y envolvente, un aura de tensa serenidad. Como si el misterio milenario de la poesía se detuviera en sus páginas, para quedarse largamente en nosotros. Otra vez, como en los autores anteriores, la expresión exacta, la modulación encantatoria que nos devuelve la vida de todos los días, convertida en palabras. Hay aquí un ritmo meditado para conducirnos por la ciudad de hoy, por sus ventanas, habitaciones, por rostros y paisajes: por todo aquello que se ha desprendido de quienes nos acompañan o nos rodearon. Allí comprobamos "que los amigos no son nuestros espejos/ son lo que yo soy y quiero ser/ son todo lo que estamos dispuestos a ser/ lo que ya no seremos/ espejos, túneles/ son todo lo que pudimos ser". En efecto, el libro de Marta Sosa se centra en la amistad, en su presente y su pasado. Nos otorga una ardiente melancolía. No en vano dice Elizabeth Schön, prologuista, sobre la amistad: "su cualidad es ser más alimenticia e inmensa que el propio universo".

Desde luego, estos tres volúmenes requieren ser vividos con mayor detenimiento.

Ilustración: René Magrite,"Les Amants", oleo sobre lienzo54,2x73cm (1928)

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