sábado, 12 de marzo de 2011

ARENDTIANAMENTE


EL NACIONAL - Sábado 12 de Marzo de 2011 Papel Literario/1
El asteroide Arendt
ANA NUÑO

Los Escritos judíos de Hannah Arendt, editados por Jerome Kohn y Ron H. Feldman, reúnen por primera vez la casi totalidad de los ensayos y artículos que, desde la década de 1930 hasta mediados de los años sesenta, escribió Arendt sobre... ¿Sobre qué, exactamente? La pregunta viene al caso porque con Arendt las cosas nunca son simples o evidentes. Y así como muchos siguen considerándola una filósofa, a pesar de que ella misma rechazara el honorífico título y prefiriera el de "teórica de la política", en este caso conviene despejar la aparente banalidad del título de esta recopilación, ya que los Escritos judíos de Arendt no versan sólo ni principalmente sobre temas judíos. O lo que pueda considerarse como tales: autores, obras, movimientos sociales y políticos, o costumbres y tradiciones y creencias judías.

Lo judío, en estos escritos como en otros lugares de su obra, es inseparable de la "judaicidad" de Arendt. Una condición que para ella era una realidad existencial históricamente determinada y situada, no un sentido de pertenencia a una religión o unas tradiciones o una cultura judía. Mucho menos una manifestación de lealtad a un Estado. Por eso ha hecho muy bien el traductor en trasladar al castellano la distinción, corriente en inglés y siempre operativa en Arendt, entre Jewishness (aquí traducido como "judaicidad" y, ocasionalmente, "condición judía") y Judaism, o "judaísmo". Arendt rara vez se pronuncia sobre el "judaísmo", pero en cambio aborda realidades y facetas diversas de la judaicidad. Siempre desde su condición judía, que también siempre concibió como imborrable e insuperable.

Los Escritos judíos reúnen, pues, prácticamente todo lo que Arendt dejó escrito sobre la condición judía. Con enfoques muy diversos, que reflejan la evolución del pensamiento de la autora así como algunas fases importantes de su vida, de tal manera que leer estos textos es como estar leyendo una parte de la autobiografía que Arendt nunca escribió. Jerome Kohn, en un prefacio prolijo pero también iluminador ("Una vida judía: 1906-1975"), dice que esas fases son cinco. Las resumo brevemente.

La fase alemana, marcada por el temprano interés de Arendt, cuando aún no había tenido que huir de su país natal, por la historia de la comunidad judía en Alemania. Sin duda, el mejor reflejo de este conjunto de escritos es "La Ilustración y la cuestión judía".

La segunda fase abarca el primer destierro de Arendt, que vivió, de 1933 a 1940, en Francia. Los escritos judíos de estos años son militantemente políticos: Arendt, despojada de su ciudadanía alemana, sufría por primera vez en carne propia las consecuencias del antisemitismo nazi. Esta es la fase --la única, por cierto-- declaradamente sionista de Arendt.

Eso sí: ya entonces descreía de la solución nacional, pero en cambio aplaudía en los sionistas la plena asunción de la acción política. Que ella misma practicó, en aquellos años anunciadores del exterminio de los judíos europeos, trabajando como voluntaria para Juventud Aliyá, "una organización sionista que proporcionaba los medios y el entrenamiento para que los jóvenes judíos de Alemania y Europa del Este (...) abandonasen Europa y emigrasen a Palestina".

En algunos de estos textos, en los que Arendt comienza a reflexionar sobre el sentido de la política, afloran ideas que la llevaron a concebir una de sus grandes obras de madurez: La condición humana. Pero en esa etapa hay más cosas relevantes: por primera vez, Arendt analiza el antisemitismo no sólo como fenómeno histórico, sino atendiendo a su funcionalidad política. Una de las novedades de esta edición es la publicación del primer ensayo que Arendt dedicó a este asunto y con ese enfoque.

Con el título, a secas, de "Antisemitismo", este ensayo no firmado e incompleto --pero rico de un centenar de páginas-- sólo recientemente ha podido ser atribuido a Arendt.

En él aparecen argumentos y hasta ejemplos que desarrollará plenamente en su magnum opus de 1951: Los orígenes del totalitarismo. Kohn detecta una tercera fase en los artículos que Arendt publicó en Aufbau, el diario neoyorquino de los judíos alemanes, a partir de 1941, en los primeros años de su exilio en Estados Unidos. Pienso que hay continuidad con la fase anterior pero, en todo caso, prolonguen la anterior o inicien una nueva fase, los de sus primeros años de exilio son, indudablemente, escritos de combate.

Arendt tuvo en Aufbau una columna fija con el rótulo "Esto te afecta", en la que sobre todo publicó, más que comentarios y análisis, auténticos llamamientos a la acción política.

Pero el interés de estos textos periodísticos no es sólo contextual: además de trasladar noticias sobre el desarrollo de la guerra en Europa y sus consecuencias para los judíos, Arendt aprovecha para tomar partido y proponer acciones políticas de cierta envergadura. Por ejemplo: en plena Segunda Guerra Mundial, aboga por la formación de un ejército judío internacional (algo parecido a unas Brigadas Internacionales judías), con la misión de luchar contra el ejército nazi en suelo europeo. También escribe artículos ensalzando la labor de los judíos en Palestina, cuya lectura debiera bastar para desactivar el estúpido mito de la animadversión de Arendt por el proyecto sionista. Lo que sí es cierto, mal que les siga pesando a algunos, es que Arendt nunca aplaudió la creación de un estado-nación judío. Entre otras razones, porque ya entonces vislumbraba lo que acabaría siendo uno de los focos de su análisis político: que los nacionalismos son origen y fuente de los totalitarismos.1
Cuarta y quinta fases. Aunque la cuarta se solapa con la tercera, lo cierto es que desde 1942 Arendt se dedicó a pulir algunas armas de su panoplia teórica. Hay que leer, en este sentido, "Un camino hacia la reconciliación de los pueblos" (publicado en 1942 ¡en Buenos Aires!), donde por primera vez aborda la distinción entre pueblo y nación y, por supuesto, los textos que Feldman publicó en 1978 con el título The Jew as Pariah (edición agotada desde hace más de una década), de los que aquí se reproducen, si no he contado mal, 15 de los 17 de aquella edición. Incluida la famosa "Carta a Gershom Scholem", en respuesta a la airada protesta que al gran filólogo y teólogo judío le inspiró la publicación, en 1963, de Eichmann en Jerusalén. Todos estos escritos son capitales, y no sólo para la comprensión de aspectos fundamentales de la Jewishness desde la óptica de Arendt, sino porque contienen análisis políticos que hoy están normalizados (cuando no --de nuevo la palabreja-- banalizados) pero que, leyéndolos ahora, se ve con claridad que fue ella la primera en formular. Sólo pondré de ejemplo "Nosotros, los refugiados", publicado originalmente en el Menorah Journal en enero de 1943: el primer análisis político de la condición de inmigrante, tal como hoy la entendemos.

Por último, quiero recordar dos o tres cosas sobre Hannah Arendt. Más que nada porque se ha puesto de moda reivindicar su obra por razones espurias. Desde la izquierda progre, porque supuestamente avala el pensamiento político posttotalitario, es decir, crasamente relativista. Y desde el bando de los que nunca comprendieron y siguen sin comprender la distinción entre Jewishness y Judaism, porque también siguen sin entender que se pueda considerar un acto de justicia el ahorcamiento de Adolf Eichmann y al mismo tiempo lamentar que su sentencia de muerte no esté firmemente basada en la figura jurídica de crímenes contra la humanidad, sino en un intemporal y sempiterno odio a los judíos como motor de los crímenes nazis. En otro lugar, Arendt argumenta con impecable lógica su rechazo de la solución jurídica alcanzada por el tribunal israelí que juzgó a Eichmann, de esta manera: "Si es cierto que la humanidad siempre ha insistido en asesinar a los judíos, entonces el asesinato de judíos es una actividad normal y humana y el odio a los judíos una reacción que ni siquiera hace falta justificar".

Sobre este aspecto: Arendt se negaba a considerar a los judíos o el antisemitismo sub specie aeternitatis, como esencias inmutables. Cuando tenía 19 años y se enamoró de Heidegger --el mayor proveedor de esta mercancía en el siglo XX-- ya se mostraba reacia a razonar ontológicamente, basándose en constructos teóricos previos. "De ahí --observa Fina Birulés-- que resulte muy difícil ser arendtiano, pues no aparece en ella una voluntad de sistema sino una voluntad de pensar los acontecimientos, arriesgándose (...) a [pensarlos] en su especificidad". Y así como Arendt interrogaba menos las ideologías que los modos de relacionarse los hombres políticamente unos con otros, nunca basó su compromiso existencial y político en una determinada corriente del pensamiento judío, sino --dado el caso-- en su Jewishness: en lo que hacía inevitable que tomara posición sobre lo que fuera el caso como judía.

¿Será por eso? ¿Porque, como dice Birulés, es prácticamente imposible ser arendtiano? No del mismo modo como se puede ser, pongamos, marxista. ¿Será por eso que sigue siendo tan leída como incomprendida y tergiversada? A saber. Pero quiero imaginar que porque su inteligencia a la vez deslumbra y puede pasar inadvertida o confundirse con otros cuerpos, se ha dado el nombre 100027 Hannaharendt a un asteroide descubierto el 12 de octubre de 1990. El nombre de un destello de lucidez en nuestro vasto universo de estrellas deslumbrantes. La mayoría de ellas, supernovas y enanas blancas. 1

Conviene recordar que Arendt no analizó el totalitarismo, que es una simplificación del término que acuñó para analizar el fenómeno del Totale Herrschaft(literalmente, "control, dominación o gobierno total"). Dicho de otro modo: Arendt analizó un fenómeno que llega a fruición en el siglo XX, pero que se prolonga, por poner un ejemplo cercano, en los delirios mesiánico-demagógicos del "socialismo del siglo XXI".

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