sábado, 11 de diciembre de 2010
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EL NACIONAL - Sábado 11 de Diciembre de 2010 Papel Literario/3
Comentarios sobre Taita Boves
Respuesta a Luis Alberto Lamata
Una ficción poética
ROLDÁN ESTEVA-GRILLET
Sinceramente, yo me esperaba que un Alfonso Molina --a quien yo leía hace treinta años antes de entrar a un cine-- o una María Gabriela Colmenares --joven y aguda colega de la Escuela de Artes-- se pusieran a discutir conmigo sobre los valores de la película Taita Boves, pero que el propio cineasta se arriesgara a hacerlo, me tiene contra el suelo. No puedo creer que se haya picado por las tonterías que escribí. Pero está en su derecho de defender su criatura y yo en ratificar mi disgusto. Para eso se vive en democracia.
Siempre he creído que ningún autor debería rebajarse a defender su obra ante la arremetida de la crítica. Las obras de creación se deben defender solas, ante su público que las disfruta o las rechaza; tampoco están hechas para satisfacer los pruritos de los críticos, siempre antojadizos e imprevisibles.
A muchos artistas plásticos les tiene sin cuidado lo que diga la crítica, más le importan los compradores; a otros, una crítica favorable les ayuda a levantar el ánimo pero si no, no dejan de producir; y hay quien se contenta con muchos admiradores pues tiene asegurado ya el mercado y su lugar en la historia.
En todos los campos creativos se da la obra con pésima aceptación de público y, sin embargo, es exaltada por la crítica como un clásico en su originalidad. Como también pueden suceder ambas cosas, éxito comercial y elogio de la crítica.
Sin duda --comparada a Zamora, el fiasco de Chalbaud--, Taita Boves ha sido un éxito de taquilla, de paso ha recogido varios premios y, quien quita, podría llevarse el mismísimo Goya en España, que ya sería mucho decir.
Ha contado con buena crítica --salvo la mía, al parecer-- e incluso reconocidos historiadores han intervenido en su valoración: Edgardo Mondolfi en un artículo, Inés Quinero en un foro. Y vengo yo de aguafiestas, cual pavoso erudito --Lamata dixit-a reclamar que la cosa no fue así.
Antes de publicar su novela, El general en su laberinto, Gabriel García Márquez la dio a leer a dos intelectuales venezolanos: al historiador Vinicio Romero y al museólogo y critico de arte Miguel Arroyo. Cuando salió el libro, Manuel Caballero le reclamó el que hubiese incluido una nota bibliográfica para señalar una fuente, como si se tratara de un libro de historia; por su parte José Ignacio Cabrujas consideró que la obra alimentaba el mito plañidero del fracaso de Bolívar, víctima de la incomprensión, cuando "el hombre de las dificultades" más bien había logrado lo que se propuso desde su juramento en Roma: sacar a los españoles del gobierno de América. ¿Qué dijo el Gabo? Esta boca es mía.
En su novela Boves, el urogallo, el psiquiatra Herrera Luque, devenido en autor exitoso, añadió un apéndice donde distinguía cuáles eran los personajes históricos, cuáles los de ficción y cuáles los ubicados anacrónicamente por razones de "ambiente". Hasta ahora, que yo sepa, esa novela no ha sido cotejada de manera rigurosa con las fuentes históricas ni valorada desde la historia y crítica de la literatura. Antes de ver la película Taita Boves me releí la novela de Herrera Luque y, para mi asombro, le encontré numerosos anacronismos que analizo en las dos terceras partes (inéditas) de mi ensayo "Boves anacrónico". Como lo señalo en lo publicado en este Papel Literario, sólo uno corrigió Lamata en su versión fílmica; los nuevos que aparecen en la película son de su propia cosecha y ha tratado de justificarlos a posteriori en su autodefensa, muy eruditamente.
No me agrada discutir de historia del arte con quien no es historiador del arte, pero en fin, baste decir que en España y en todos sus reinos, a partir del siglo XVI, el desnudo quedó limitado a algunas figuras y nunca completo, es decir, la partes pudendas debían ser cubiertas. En todo el siglo de oro de su pintura, sólo hay un desnudo reconocido: la Venus ante el espejo, de Velásquez, y sale de espaldas; más tarde la Maja desnuda,de Goya, que fue encomienda también privada, casi secreta pues se escondía detrás de la Maja vestida por un artilugio de poleas. Siento desmentir, pues, al cineasta en su aseveración acerca de qué copiaban los pintores españoles cuando Boves era niño: a un Caravaggio antes que a un Masaccio.
Pero Lamata me reta a examinar un cuadro pictórico venezolano, El Congreso Constituyente del 5 de Julio de 1815, de Juan Lovera, realizado en 1838, donde supuestamente Miranda sería el único que aparece con peluca. Lamento informarle, amigo, que el generalísimo era un sexagenario de abundante cabellera (estilo Nicolás Curiel) y que a sus 38 años ya había encanecido. Y que la única vez que usó peluca fue una verde para escapar de la justicia francesa que lo quería volver a someter a juicio. No cometeré la pedantería de indicar tal o cual libro para que el cineasta se informe mejor. En cuanto a los músicos con peluca, si ya ni los criollos la usaban, ¿las iban a usar los pardos, que tales eran mayoritariamente los músicos y todos los artistas y artesanos, en una sociedad que prescribía cómo debía andar vestida la gente del común? Que el cineasta los quisiera poner "elegantes" a la inglesa, pase, pero es una licencia histórica o ficción poética. Y a propósito del músico Landaeta, fusilado por los realistas en Oriente; pues basta que con que aparezca un joven cantando la "canción de Caracas o Gloria al bravo pueblo" y Boves lo asesine pegándole primero la partitura en la frente, para que la imagen calce con la leyenda. No hace falta un cartelito que anuncie: éste es el supuesto autor del Himno Nacional.
Por otro lado, no sólo en Venezuela sino en todo el orbe católico, las novicias (monjas de velo blanco), antes de profesar sus votos perpetuos (pobreza, castidad, obediencia y clausura) eran enviadas a sus casas para una última reflexión, vestidas de civil. Ocasión que era aprovechada por las familias más pudientes para encargar un retrato de su niña con los hábitos y los adornos especiales que usaría en la ceremonia. En México y Perú se conservan numerosos retratos de éstos. Pero si la novicia-magnicida, cuya violación frustra la impotencia de Boves, ahora resulta un "ángel" de la fantasía atormentada de Boves, el cineasta fracasó en su propósito.
La justificación del apretón "bolerístico" de Boves en el baile de cuadrillas, sigue siendo un exabrupto, no reconocido por el cineasta, a quien le pareció muy natural todo. Lamentablemente tendemos a proyectar nuestra vivencia del presente al pasado y luego justificar que no hay nada nuevo en la viña del señor. Díganme esa sobria actuación de quien supuestamente está motivado a las bajas pasiones por el licor. Cuando una persona está bebida, pierde la compostura, se ralentiza su lenguaje, puede hacerse festiva o agresiva, se sale de sus casillas. La crueldad de Boves-Lamata queda en entredicho por causa del licor, y más se atribuye a su deseo de venganza contra los criollos que lo han despreciado en sus aspiraciones de ascenso social. Entonces, ¿a qué viene el que siempre esté agarrado del botellón? A un estereotipo.
Y para no caer en un rosario de contra respuestas, por razones de espacio, sólo me queda agradecer al cineasta la lista de lecturas que me recomienda a fin de pulir mi cerril intelecto; sólo entonces podré apreciar que una obra como la suya --a pesar de las licencias que se toma hasta volverse licenciosa--, no pretende ser una reconstrucción histórica sino una ficción poética. ¡Haberlo dicho antes!
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Luis Alberto Lamata,
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Taita Boves
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