lunes, 27 de diciembre de 2010
carbo catorce
70 años de una pérfida guaricha
La Doña Bárbara de Rómulo Gallegos, como buena fémina, se niega a envejecer. Sin embargo, el Celarg le recuerda que el reloj no se detiene al celebrar su cumpleaños con una extensa programación. Conjuntamente con la Biblioteca Nacional presentará, en septiembre, una exposición que reunirá todas las ediciones que se han realizado de la novela
PABLO VILLAMIZAR
No es empresa fácil para un libro llegar a la vejez y mantener a su lado -como si fueran pequeños y hambrientos pichones- lectores fieles, queridos, ávidos e ilusionados continuamente por el deseo de poder llevar a cabo el gran viaje de la ficción. Esa condición de perdurar frente a las inclemencias del tiempo y seguir dando pasos al lado de nuevas generaciones es una de las principales virtudes de Doña Bárbara.
La novela de Rómulo Gallegos cumple este año siete décadas sin haber perdido el color de sus hojas ni haber sucumbido ante la amenaza de las polillas que habitan las bibliotecas. Su fuerza narrativa se conserva intacta como para recomenzar, una y otra vez, esa fantástica y alucinante historia de una mujer de carne y hueso que metaforiza el poder del llano venezolano.
El primer libro de los venezolanos -como lo llama el escritor Salvador Garmendia- se editó por primera vez en España, bajo el sello Araluce, el 15 de febrero de 1929 y fue, para la época, la tercera novela que publicaba Gallegos. El impacto de Doña Bárbara fue tal que se hizo merecedora rápidamente del galardón La Mejor del Mes, organizado por la Asociación del Mejor Libro del Mes de Madrid. Un año más tarde aparecería, en Barcelona, una segunda edición corregida y, según los investigadores literarios, rehecha.
¿Cómo surgió? ¿Dé qué material de la ficción fue creado el libro? Para contestar estas interrogantes, el mismo Rómulo Gallegos, en una entrevista realizada por Luis Enrique Osorio y publicada en la revista Acción Liberal de Bogotá en noviembre de 1936, dijo lo siguiente: "Nació en un hato de Juan Vicente Gómez: el hato de La Candelaria. Allí asimilé ese olor a vacadas y a boñiga de que mi novela está llena. También sentí, a través del cuadro campesino, el hálito de la barbarie que afligía a mi patria. Instintivamente perseguí el símbolo, y apareció con toda su fuerza la protagonista. No era aquello intencional, pero sí intuitivo".
Y como la anterior, hay muchas anécdotas que giran alrededor de Doña Bárbara. Se cuenta, por ejemplo, que Gallegos quería publicarla a principios de 1928, en Venezuela, bajo el nombre de La Coronela. También muchos aseguran que el escritor tomó prestada de la realidad, para construir a la guaricha de trágico destino, a una mujer llamada Francisca "Pancha" Vásquez. Dicen que la "Pancha" era conocida, en un hato llamado Mata El Totumo, como la hombruna o marimacho de la zona.
El mismo Juan Vicente Gómez al escuchar, en aquellos días de 1929, que la novela supuestamente criticaba la imagen del llamado gomecismo, pidió inmediatamente que se la leyeran. Al escuchar la última página se cuenta que el Benemérito dijo con gran entusiasmo: "Muy bueno. Yo no sé por qué dicen que ahí me atacan. Eso no tiene nada contra mí... Eso era lo que debían estar haciendo todos los literatos, y no revoluciones pendejas".
También fueron conocidas, en 1943, las declaraciones que hiciera un crítico colombiano llamado Jorge Añez en las cuales éste afirmaba que Doña Bárbara era un plagio de La Vorágine, novela del escritor neogranadino José Eustasio Rivera.
Ante semejante acusación, poco argumentada dicho sea de paso, Gallegos respondió: "Yo leí La Vorágine después de haber escrito Doña Bárbara. La Vorágine me la prestó el embajador de Colombia en Caracas, pero no la leí en esa ocasión, pues el embajador hubo de regresar a Colombia en esos días y yo le devolví la obra sin haberla hojeado: cuando tuve conocimiento del primer comentario del plagio que se me atribuye, me dediqué a leerla, pero no le encontré ni le encuentro ahora fundamentos a la versión atrevida de que hubo plagio de mi parte".
Hoy, cuando Doña Bárbara pisa los 70 con buena salud y gran honorabilidad, siempre aparece en la mente de los lectores una pregunta: ¿por qué es el primer libro de los venezolanos? La respuesta, quizá, se bifurca. En primer lugar, Gallegos logró crear personajes simbólicos que abandonaron los rincones de la ficción para formar parte de lo que somos como latinoamericanos; mostró sin duda una tierra que puede ser Venezuela y toda América Latina a la vez.
Por otra parte, el escritor estructuró la historia sobre la base de diversos venezolanismos que reflejan ese universo lingüístico tan propio de los llanos del Arauca, palabras que remiten al lector inevitablemente al calor, a lo telúrico, a la soledad de esta tierra, a su belleza salvaje, a sus mujeres, a sus hombres. No en vano es la novela venezolana más conocida en el mundo entero.
Para este cumpleaños, aquí, junto al paso constante e inevitable del tiempo, sólo queda alzar una copa y brindar junto a Bárbara, Santos Luzardo, Marisela, Lorenzo Barquero, Mister Danger, El Brujeador, Ño Pernalete, Mujiquita y todos aquellos que son parte de esta historia que promete seguir cosechando éxitos, acompañando lectores, maestros, estudiantes y vivificando, por encima de cualquier misión, a una hembra quien es mujer y tierra a la vez.
EL NACIONAL - DOMINGO 15 DE AGOSTO DE 1999
CUENTA DE LIBROS
Doña Bárbara setentona
ALEXIS MARQUEZ RODRIGUEZ
Este año se cumple el 70° aniversario de la publicación de Doña Bárbara, la novela más celebrada de Rómulo Gallegos, tenida como su opera magna. Hoy sigue siendo la obra literaria venezolana más conocida fuera de Venezuela, y su autor el escritor venezolano que goza de mayor fama y prestigio en el mundo entero.
Junto con el colombiano José Eustacio Ribera, por La vorágine, y el argentino Ricardo Güiraldes, por Don Segundo Sombra, Gallegos figura entre los máximos representantes de la llamada "novela regional", "novela de la tierra" o "novela criollista". Narrativa fuertemente cargada de telurismo, exponente de la dicotomía, de evidente contenido positivista, civilización contra barbarie, esta corriente novelística ha sido por años fuertemente atacada, principalmente por su presunto desfase con respecto a la novela que coetáneamente se producía en Europa y Estados Unidos. Mientras grandes novelistas -se decía-, como Joyce, Proust, Dostowievski, Virginia Woolf y Faulkner, entre otros, renovaban y modernizaban el arte de narrar, con sus grandes novelas llamadas Ulises, En busca del tiempo perdido, Los hermanos Karamazov, Orlando, El sonido y la furia y muchas otras, en Hispanoamérica los novelistas seguían aferrados a un relato tradicional, sin relieve, con personajes planos sin intimidad ni fuerza interior.
La defensa de esa novela, sin embargo, fue espléndidamente asumida ya en esos mismos tiempos, por un joven escritor cubano, residente en París desde 1928, llamado Alejo Carpentier. Con la autoridad que le daban su ya enorme sabiduría, su sagacidad crítica y su espíritu ampliamente universal, el joven Carpentier, entonces de 24 años, publicó en 1932, en la revista parisina Le Cahier, un ensayo escrito en francés, titulado "Los puntos cardinales de la novela latinoamericana", en el cual, después de describir y analizar las circunstancias materiales y morales en que escribían aquellos novelistas nuestros de los años 20 y comienzos del 30, dice lo siguiente: "Desde hace menos de 10 años, los escritores del nuevo continente nos han dado ininterrumpidamente algunos ásperos relatos, ricos en contenido, que bastarían para caracterizar una literatura (...) Libros donde el análisis de sentimientos pasa a un segundo lugar, y la psicología de los personajes es puesta en valor por la violencia misma de los hechos. El hombre está aplastado por la naturaleza, esa naturaleza de América múltiple, pero similar a sí misma por sus locas proporciones, y donde apenas se comienza a expresar el poder de su hechizo. Los Stephen Dedalus, los Alexis Karamazov, las Albertines de ese mundo no han nacido todavía para su literatura... ¡Lo que está allí es la vida! Apenas salimos al perímetro de las ciudades, una existencia extrañamente primitiva nos acecha (...) Llanuras que pueden conducir a la luna; los Andes; los bosques como Europa los conoció en la época cuaternaria (...) Repetir esto puede ser pueril -¡cualquier manual de geografía diría lo mismo!-. Pero esta naturaleza modela los hombres y marca el arte de una raza".
Al cabo de estas apreciaciones, tan atinadas, Carpentier comenta cuatro de esas novelas: Don Segundo Sombra, La vorágine, Doña Bárbara y Las lanzas coloradas, de Uslar Pietri.
En lo tocante a Doña Bárbara, una crítica desprejuiciada puede hallar, aún hoy, valores literarios, incluso de técnica narrativa, que en su tiempo debieron lucir audaces. De modo que no es tanta la penuria que algunos, con más mala leche que raciocinio, ha pretendido enrostrarle.
Este aniversario me ha hecho evocar otro, en 1954, cuando Doña Bárbara cumplía 25 años. La única celebración que pudo realizarse en el país fue en la cárcel modelo de Caracas, donde el grupo de militantes del Partido Comunista allí recluidos organizamos un acto. Entre todos preparamos una conferencia colectiva, que leyó Rafael José Cortés, un análisis marxista muy serio y sagaz de la novela. Allí también sobre Gallegos y su novela habló Régulo Burelli Rivas, un preso independiente vinculado a URD.
alemar@telcel.net.ve gam 1931@yahoo.com
EL NACIONAL - JUEVES 5 DE AGOSTO DE 1999
Etiquetas:
Alexis Márquez Rodríguez,
Doña Bárbara,
Pablo Villamizar,
Rómulo Gallegos
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario