martes, 21 de diciembre de 2010
piccoladas
EL NACIONAL - Sábado 04 de Diciembre de 2010 Opinión/6
A Tres Manos
Miradas múltiples para el diálogo
Aprender del Testamento de Lenin (I)
JAVIER BIARDEAU R.*
Entre las "pequeñas anécdotas" de la historia de las revoluciones, puede llegar a ser significativo pasearse por el llamado Testamento de Lenin; documento indispensable para un balance crítico de inventario de las transiciones históricas al socialismo, incluida la llamada "Revolución Bolchevique".
Mientras en Venezuela se siguen repitiendo en algunos espacios los estribillos de la "gloriosa revolución bolchevique", parece olvidarse la historia de sus sombras, lunares, tragedias y desastres. Se calca y copia una "fraseología revolucionaria", asumiendo la impostura ideológica como señal de identidad política. Algunos "loros" refractan ecos y frases de Lenin a los cuatro vientos, otros del Che, otros círculos rociados de cierta metástasis organizativa, rinden tributo a Trotsky, y algunos sinvergüenzas copian a Stalin. Eso es lo que llaman "formación ideológica revolucionaria", camaradas. Que el pueblo aprenda a gobernarse. Ese planteamiento se lleva por los cachos a Lenin, Trotsky, Stalin, Fidel y el Che. Un amigo mío, cuyo nombre es paradójicamente Stalin (ni Rivas ni Borges), me dice que ese momento de debatir el personalismo-caudillismo de la dirección política no llegará. El guión parece ser otro. El culto reaccionario a los héroes, por un lado, y a masas arrastradas por la audacia y genialidad del caudillo, sigue presente en el imaginario político.
Sin embargo, entre el Testamento de Lenin y el "auténtico legado leninista" del informe secreto, hay también algunas trampas interpretativas o, si se prefiere, hermenéuticas.
El maoísmo, en aquel entonces, cuestionó a Nikita y a toda su banda de "revisionistas" por poner en entredicho, obviamente, la línea y cadena de mando que dictaba la formula: líder-comité centralpartido-Estado-masas.
La izquierda cavernaria venezolana ha mostrado ser la refracción de ecos ideológicos, con una fuerte dosis de "efecto demora" de mediana duración. Es como si afirmáramos que el debate entre el Che y Bettelheim sobre el "cálculo económico" fuera el quid del asunto para construir el socialismo en las actuales circunstancias. Si así fuese, ¿qué es lo que pasó y pasa en Cuba con el legado teórico del Che y con la política económica de la Revolución Cubana? En eso les llevan una morena histórica los que fundaron el PRV en México, los que construyeron el PRP o el primer PDN en el país. Aquellos sabían qué significaba una asamblea constituyente. A nosotros parece que se nos olvidó ya. Esas generaciones al menos trataron de configurar rupturas intelectuales y éticopolíticas. Construyeron cierta fuerza hegemónica. Pero, ¿cuál revolución se construirá repitiendo fraseologías, esquematismos, doctrinarismos que ya no hacen vibrar esperanza revolucionaria alguna? Hay quienes suponen que el término "revolución democrática" fue un invento de Betancourt para distraer a la izquierda revolucionaria.
Leamos el Testamento de Lenin. Allí hay claras indicaciones contra el burocratismo, hay muchos reconocimientos que enseñarían a nuestros cavernarios cómo problematizar, qué cosa es una revolución sin una dirección política en la cual se haga presente la fuerza organizada de una clase trabajadora. Mientras estallaban las disputas por la sucesión de Lenin, se trastocaba la política de la Internacional Comunista y del propio partido comunista de la URSS, aquí se ensayaba una particular apropiación-recepción del marxismo. ¿Cuál marxismo? Ciertamente, no el de Marx, por cierto. Pequeño detalle.
Luego nos enteraremos de la complejidad del continente Marx. Obra abierta, crítica e inconclusa, además insuficiente y en aspectos centrales: ya sin vigencia. Oh, terror...
Léase bien, hay que ir más allá de Marx y de toda la tradición de los muertos. Hay que apostar por saberes y teorías críticas para imaginar y pensar transiciones poscapitalistas De eso tratan las revoluciones. Ya no basta decir de manera grandilocuente: "Sin teoría revolucionaria no habrá praxis revolucionaria".
Malas noticias. El asunto es preguntarse, ¿y ese archivo de prácticas y discursos, del que tanto nos jactamos? ¿Es hoy revolucionario?
EL NACIONAL - Sábado 11 de Diciembre de 2010 Opinión/7
ATres Manos
Miradas múltiples para el diálogo
Aprender del Testamento de Lenin (II)
"Estoy buscando los huesos de tu padre pero no puedo distinguirlos de los de un esclavo".
Diógenes de Sínope a Ale- jandro "el Magno".
JAVIER BIARDEAU R.*
He planteado que entre las "pequeñas anécdotas" de la historia de las revoluciones, puede llegar a ser significativo pasearse por el llamado Testamento de Lenin; documento básico para realizar un balance crítico de inventario de las experiencias de transición histórica al socialismo, durante la Revolución Bolchevique.
El 21 de enero de 1924, fallece en Gorki el líder histórico y fundador del Partido Bolchevique.
El estalinismo ya planteaba una lucha frontal y sin cuartel contra el trotskismo; era necesario cerrar las filas del partido en torno al comité central.
Efectivamente, había muerto físicamente Lenin en 1924, pero transcurría el juicio político para liquidar simbólicamente a Trotsky, hecho que sigue siendo muy fuerte en 1956. Por cierto, un fenómeno que llega hasta la actualidad. Trate de investigar si Trotsky fue alguna vez rehabilitado en algún sector de la URSS, incluso durante la etapa del llamado Glasnot. Malas noticias. Trotsky es una "mala palabra". El nombre Trotsky era pronunciado en la URSS de Gorbachov como un insulto mucho mayor que el de Stalin.
Por cierto, no se trata de justificar ninguna nostalgia reverente por Trotsky y el trotskismo. Ya he criticado los límites del imaginario jacobino-blanquista para construir una revolución socialista profundamente democrática. La problemática viene de lejos. Y el destino de Lenin enseña las sombras que se pueden activar cuando no hay un real debate sobre el ejercicio autoritario del poder.
Todos estos acontecimientos luego de la muerte de Lenin condicionarán los procesos de apropiación-recepción de la experiencia de la Revolución Bolchevique por parte de los llamados "marxistas revolucionarios" de América Latina y el Caribe.
Sin saberlo o no, la huella del estalinismo estaba presente en el archivo de discursos y prácticas que codificaron el "marxismo oficial" en estas coordenadas espacio-temporales.
De este modo, es posible comprender, para poner un ejemplo, algunas de las razones que llevaron al marxismo soviético a cuestionar a José Carlos Mariátegui, por ejemplo, como un "populista" latinoamericano.
Así como Marx manejó las peores fuentes históricas en el Museo Británico de Londres para estudiar (y también estigmatizar) el pensamiento y acción de Simón Bolívar, el marxismo soviético analizó y valoró negativamente la obra del amauta de la revolución indoamericana.
Uno podría pensar que a falta de coraje en su oportunidad debida, lo mejor es la cobardía oportuna. ¿Cuál coraje? El de concebir el socialismo como una revolución democrática permanente, una democracia social, económica y cultural, no acotada a los límites de la democracia liberal.
Allá aquellos con sus lealtades ciegas. Frente a un ser humano que "...se le supone dotado de un conocimiento inagotable, de una visión extraordinaria, de un poder de pensamiento que le permite prever todo, y, también, de un comportamiento infalible", hay que aplicarle la vieja anécdota del encuentro entre Alejandro Magno y el filósofo Diógenes de Sínope: Mientras Diógenes se hallaba absorto en sus pensamientos, Alejandro Magno, interesado en conocer al famoso filósofo, se le acercó y le preguntó si podía hacer algo por él. Diógenes le respondió: "Sí, tan sólo que te apartes porque me tapas el sol". Los cortesanos y acompañantes se burlaron del filósofo, y le dijeron que estaba ante el rey. Diógenes no dijo nada, y los cortesanos seguían riendo. Alejandro cortó sus risas diciendo: "De no ser Alejandro, habría deseado ser Diógenes". En otra ocasión, Alejandro encontró al filósofo mirando atentamente una pila de huesos humanos.
Diógenes dijo: "Estoy buscando los huesos de tu padre pero no puedo distinguirlos de los de un esclavo".
Iguales entre iguales, diferentes entre diferentes, comunes entre comunes. Sin rendirle culto a ninguna "autoridad omnipotente". Insumisión del espíritu. Allí está la clave de cualquier revolución.
*Universidad Central de Venezuela
EL NACIONAL - Sábado 18 de Diciembre de 2010 Opinión/6
A Tres Manos
Miradas múltiples para el diálogo
Aprender del testamento de Lenin (III)
JAVIER BIARDEAU R.*
Entre las lecciones del llamado Testamento de Lenin hay una esencial. La falta de coraje en la oportunidad debida para cuestionar radicalmente todos aquellos aspectos, dimensiones o elementos que impidan construir una cultura democrática y revolucionaria de izquierdas termina reforzando una forma de cobardía oportunista, que no permite atrapar a tiempo las condiciones subjetivas y objetivas que propenden a reforzar un estilo político, económico, comunicacional y cultural autoritario-despótico de ejercicio del poder en las revoluciones realmente existentes.
En vez de la radicalización democrática, tenemos el culto a la personalidad, el sectarismo, el partido-maquinaria, el burocratismo, nuevas formas de privilegio político y económico, el doctrinarismo de izquierda y su seguidismo ideológico.
Se fortalece entonces la separación entre democracia y socialismo, con la cual se vacía de protagonismo popular el proceso revolucionario. Uno de los aspectos más prometedores de la revolución nacional-popular que aparece en el continente es redefinir el socialismo como una revolución democrática permanente, una democracia radical, deliberativa, participativa, social, económica y cultural, no acotada a los límites de la democracia liberal.
Pero ir más allá de la democracia liberal no consiste en recaer en menos democracia y más despotismo. También el nazismo y el fascismo criticaron el liberalismo democrático. El asunto es no confundir esa crítica de derecha con la crítica socialista a los límites de la democracia liberal.
En fin, el horizonte más amplio es concebir una forma de vida en la cual llegamos a ser iguales entre iguales, diferentes entre diferentes, comunes entre comunes. Sin rendirle culto a ninguna "autoridad omnipotente", distribuyendo el poder en tal medida que se impida efectivamente el monopolio de poder económico, político, ideológico o cultural. Insumisión del espíritu y del cuerpo, de la palabra y la acción. Allí está la clave de cualquier revolución, como emancipación social de singularidades que construyen lo común.
El archivo de prácticas y discursos legadas por las tradiciones hegemónicas de izquierda no se ha separado definitivamente del imaginario jacobino-blanquista para lograr construir una revolución socialista profundamente democrática. El asunto se resume en lo siguiente: no hay revoluciones por decreto. La problemática viene de lejos.
La revolución bolchevique es sólo un ejemplo. Y el destino de Lenin enseña las sombras que se pueden activar cuando no hay un real debate sobre el ejercicio burocrático-despótico del poder.
Sin saberlo o no, la huella del estalinismo ha estado presente en el archivo de discursos y prácticas que codificaron el "marxismo oficial" en estas coordenadas espacio-temporales. Requerimos recrear mucho más a un José Carlos Mariátegui y a todos aquellos que interpretaron el pensamiento revolucionario marxiano de manera abierta, crítica y heterodoxa, por ejemplo, que a los repetidores del "marxismo soviético" y de esa entelequia llamada "comunismo científico". Se requiere crear nuevos saberes, conocimientos y enfoques que superen toda la tradición heredada de la teoría crítica anticapitalista. Sin eurocentrismos, sin productivismos, sin consumismos, sin desarrollismos, sin estatismos, sin aparateros, sin racismo ni explotación ni opresiones múltiples.
Podríamos culminar diciendo que de las acusaciones de "desviaciones ideológicas" a la sentencia de los "enemigos del pueblo", está empedrado el "camino del infierno". Un infierno histórico llamado despotismo burocrático.
¿Aprenderemos a no repetir todos estos graves errores? Culto a la personalidad, burocratismo, intrigas del poder, ausencia de democracia, sectarismo, carencia de articulación de lo político, lo científico-técnico y lo administrativo, reconocimiento de las nacionalidades oprimidas, omnipotencia del partido-aparato, resolución represivo-policial de las diferencias de opinión...
El socialismo democrático participativo para el siglo XXI merece ser otra cosa.
Ilustración:
Piccolo Lenin - 1978 / Daniele Panebarco
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