martes, 28 de diciembre de 2010
tramas
EL NACIONAL, Caracas, 30 de Diciembre de 1997
CRITICA DE PLASTICA
Víctor Hugo Irazábal en la GAN
VICTOR GUEDEZ
La relación de Víctor Hugo Irazábal con el Amazonas ha seguido un interesante tránsito: en un principio fue desde la interioridad más profunda de sus vivencias hasta la percepción más objetiva de sus experiencias sensibles y, posteriormente, ambas dimensiones se conjugaron en la perspectiva de una rememoración. Tales vínculos primero se revelaron como fuerza procesada y repotenciada desde el más oscuro fondo del impulso intuitivo y exclamativo. Este acento introspectivo se tradujo en manchas arrebatadas y temperamentales, en pulsiones cargadas de turbulencia, en atmósferas multiespaciales y penumbrosas, en grafismos renuentes y expandidos, así como en imágenes fulgurantes y huidizas. Posteriormente, esa relación reposó sobre una visión más sosegada y reflexiva: el contacto y la convivencia con los indígenas y con sus labores de cestería permitieron enfatizar el preciso entrecruzamiento del tejido así como el secuencial y simétrico diseño de sus adornos. Esta pista, en cierto sentido, permitió que el artista reviviera los antecedentes geométricos y constructivos por los cuales había transitado entre 1969 y 1973. De esta evocación surgieron interesantes renovaciones que se manifestaron como signos caligráficos desagregados en un amplio registro plástico.
Mientras esos dos testimonios derivaron de la relación explícita con el Amazonas, ahora se produce una interesante revisión de todas esas fuentes. El artista ejerce una memoria renovada y una evocación removida que se convierten en nostalgia reinventada. Este proceso ocurre mediante una recuperación retrospectiva que permite congregar la memoria y los sentimientos en un compendio sinérgico, abarcador e integrado. Los acentos que antes procedían de la intuición emanada del fondo y de la razón surgida de la observación, ahora dejan de representar sesgos irreductibles para conjugarse en un mismo espacio que se revitaliza a partir de datos divergentes, heterodoxos y plurales.
En efecto, Víctor Hugo Irazábal promueve un acoplamiento de lo diverso, pero no para fantizar sus distancias sino, más bien, para subrayar sus encuentros. Aquí parece estar presente el carácter relativo de los opuestos que, en palabras de CHUANGTSE se expresa así: ``No hay nada que sea esto; no hay nada que sea aquello. Esto vive en función de aquello... el sabio desecha esto o aquello y se refugia en esto y aquello''. Dentro del marco de esta sentencia, apreciamos que, en las obras de Víctor Hugo Irazábal, los enfoques dialogan en lugar de confrontarse y, como sabemos, en todo verdadero diálogo opera un acorde armónico que se impone por encima de un acuerdo apretado. Este diálogo se promueve entre múltiples sugerencias: lo tramado y lo atmosférico, las sonoridades y los silencios, lo arquitectónico y lo espacial, las transparencias y las sombras. En definitiva, la fascinación furtiva y sublime se acopla con el vértigo arraigado y subliminal para exclamar que aquí los componentes no se definen por sus límites sino a partir de sus particulares esencias. En un lado un silencio cargado en donde el decir es lacónico porque se tiene mucho que decir; en el otro, en cambio, se muestran unas emergencias alucinantes que sugieren que se quiere y se tiene mucho que decir. Pero, en uno u otro caso, Víctor Hugo Irazábal nos recuerda que no hay arte sino de lo oculto, porque el arte enraizado siempre genera algo sin que ese algo se vea explícita y formalmente.
El juego de ambivalencias que asume el artista responde a una plataforma conceptual de mucha exigencia: fomentar espacios de concurrencia entre lo racional y lo intuitivo. Cuando la razón se lleva hasta sus máximas posibilidades, ella termina por admitir que no puede ir más allá y que, en consecuencia, tiene que replegarse sobre sí misma. Por el contrario cuando la intuición se tensiona hasta lo más lejano, ella permite que, en lugar de captar lo que no existe, se perciba lo que existe aunque ello no se vea. Estas dos dimensiones se recogen en la superficie para promover un espacio que se afirma a partir de un extraño y envolvente equilibrio asimétrico. El artista reaviva la reflexión de Guillo Dorfles: ``En la asimetría está la mejoridad''. Realmente, los opuestos y los desequilibrios son los mejores aliados del ensanchamiento y del desafío. El camino que asume Víctor Hugo Irazábal es el más arriesgado, pues él se apoya en los extremos para no tomar una vía extrema. Por eso, conceptual y plásticamente, su discurso pasa con autosuficiencia por encima de las dos formas de delirio de las cuales hablaba Edgar Morin: una es la de la incoherencia total y absoluta, mientras que la otra es la de la coherencia total y absoluta.
Ilustración: "Entramados" de VHI.
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