martes, 28 de diciembre de 2010

almanaquense


EL NACIONAL - DOMINGO 3 DE ENERO DE 1999 / PAPEL LITERARIO
Saber y sabor del anticuario
JESUS SANOJA HERNANDEZ

Uno de los más hermosos estudios de Enrique Bernardo Núñez es aquel dedicado al "anticuario del Nuevo Mundo", 1944, donde reunió artículos publicados, marzo de aquel año, en diario del que fue asiduo colaborador. Citaba Núñez allí la frase de Martí: "Arístides Rojas, con la América a cuestas", y aunque no fuera América, por lo menos fue Venezuela su carga sentimental e investigativa. Nada, o muy poco, se sabía en sus tiempos acerca del petróleo, pero en alguna parte afirmó que el Orinoco era un "creador de petróleo". Faltaban muchos años para que se descubriera la Faja Petrolífera del Orinoco, inicialmente llamada "bituminosa".

La librería y a la vez editorial "Almacén Rojas", fundada por su padre José María de Rojas, cumplió una labor privilegiada en el resto del siglo y fue punto de tertulia donde concurrieron los primeros entre los de la época. En 1876, en el apogeo guzmancista, Rojas Hermanos editores dio a conocer Un libro en prosa, recopilación miscelánea de 556 páginas. Al acopio de datos y a la variedad de enfoques, el volumen añadía el sabroso estilo que en él era fronterizo entre la tradición y la crónica. Y Crónica de Caracas tituló Enrique Bernardo Núñez una selección de esbozos publicados por Rojas, la mayoría de ellos extraídos de Leyendas históricas de Venezuela, dos volúmenes que habían visto luz en el bienio 1890-1891, pues, como bien advierte Angel Raúl Villasana, tres de ellos pertenecen a otras publicaciones.

Por ejemplo, "El cuadrilátero histórico", estampa de lo que fue el centro de la ciudad, su palpitante corazón de antaño, había sido incluido en el Almanaque Rojas de 1875 y reproducido en sus Estudios históricos, compilación ordenada por el gobierno de Gómez, 1926-1927, e introducida por José E. Machado, a la sazón director de la Biblioteca Nacional y autor de uno de los primeros censos de seudónimos de Venezuela. Los de Rojas fueron "Bibliófilo", "Camilo de la Tours", "Provincial" y "E.D. Aubry".

Para insistir algo en el Almanaque Rojas, que pasó a ser una institución nacional, en él colaboraron escritores e investigadores muy importantes. Treinta años atrás buscaba yo datos acerca de Guayana y tropecé con el correspondiente a 1883, que traía un estudio sobre las minas y ferrocarriles, otro de R.F. Seijas ("El oro del Yuruari: de Caracas a las minas de Guayana") y un tercero firmado por Olegario Meneses (a cuyo tronco familiar perteneció Guillermo). Esos trabajos me sirvieron, así como el libro de Lucien Morisse que más tarde me tocó prologar, para determinar que las Obras científicas de Codazzi, que aparecían en la Biblioteca Nacional bajo la cota V-2664, no eran en realidad de Codazzi sino una de las tantas falsificaciones, imposturas y trampas literarias de Rafael Bolívar Coronado.

Para Luis Beltrán Guerrero, fue Rojas "profesor sin cátedra y discípulo sin pupitre, iniciador del estudio científico de la historia, creador de los estudios arqueológicos" y tal vez algo más, como anticuario que se encargó de explorar en los caminos largos de la tradición.

La reedición que en 1972 la OCI hizo de Leyendas históricas de Venezuela permitió al lector de hoy el acceso a uno de los más bellos libros misceláneos escritos por venezolano alguno. Entre otros materiales, allí encuentra el buceador de crónicas o el visitador de almacén de antigüedades, esto: "La primera taza de café en el Valle de Caracas", retrato además de una tertulia famosísima; "El primer buque de vapor en las costas de Paria", por allá en 1818, días del Congreso de Angostura; "Pasquinadas de la Revolución Venezolana", interesantísimo documento donde la diatriba y el humor de realistas y patriotas afloran en versos anónimos; o "El loro de Atures", uno de sus tantos apuntes humboldtianos recogidos en la selección de Juan Röhl y Angel E. Alamo.

Riquísimo en información agradable por el estilo, entre añorante e imaginativo en su exposición, todo Rojas es un banquete para quien busque visitar los rincones de la historia con el propósito de conocerla sin los tormentos de la épica y sin el desafío del erudito.

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